Entre los 12 y los 17, Elena fue abusada y violada por el hombre a quien, desde que tenía 1 año, consideraba como su padre.

Pero no pudo salir de todo ese infierno sino hasta que su hijo –fruto de una violación de la pareja de su madre, a quien consideraba un padre- ya tenía diez años.

Su hijo de diez años no vivía con ella. Elena había abandonado la casa de su madre –a quien todavía le reprocha no haberse detenido en ella, no haberla escuchado, no haber puesto freno a todo eso que vivió en su adolescencia- e intentó salir de ese vórtice oscuro en lo que se había convertido su casa.

Su hijo F. nació el 24 de marzo de 2008, fruto de la violación de ese hombre a quien siempre había considerado como un padre. Había dejado a F. al cuidado de su madre y de su abusador, e intentó rearmarse como pudo. Intentó una relación de pareja que no pudo ser: el hombre a quien consideraba un padre la esperaba de noche, a la salida del colegio; en la casa de esa amiga que le dio refugio; la buscaba en el hogar que intentó formar con un novio.

El fantasma de su abusador la perseguía. Sentía el pedaleo de la bicicleta y lo veía asomarse: la buscaba, la amenazaba, la hostigaba y la obligaba a volver a la casa donde otra vez la sometía.

El 6 de abril de 2018 pudo cerrar la puerta al horror: ese día se sentó frente al defensor oficial Oscar Rossi, en los Tribunales de Nogoyá, y denunció los abusos pero también reclamó la tenencia de su hijo. Su hijo, entonces, ya tenía diez años. Nunca habían cortado el vínculo. En su pequeña bicicleta, F. recorría Nogoyá e iba donde su madre.

El testimonio de Elena ante los jueces que juzgaron y condenaron a su abusador es lacerante. Duele.

 

El horror

 

“Yo denuncié porque yo tenía 12 años cuando empezó todo esto. Él empezó con sus manoseos, me metía la mano en el pantalón, yo me negaba, lloraba, gritaba –contó-. Eso fue una vez, cuando mi mamá no estaba. Quedé sola con él, y cuando yo empecé a llorar y gritar, él se fue de la casa por media hora y volvió. Mi mamá ya estaba en casa. Ahí empezó todo”.

Elena creció en un barrio de Nogoyá, junto a su madre, sus hermanos y el hombre a quien siempre consideró su padre. “Yo no lo conocí a mi papá biológico. Nunca tuve relación con él. Para mí, mi papá era él, el abusador. Él me crió cuando yo tenía más o menos un año, por ahí, porque mi mamá antes de él tenía otra pareja, Juan. Bueno, yo siempre lo vi como un padre, porque me crió como un padre, pero nunca pensé que él iba a llegar a hacerme esto. Bueno, siguió así, hasta que yo cumplí 14, que ahí fue la primera vez que él forzó conmigo, que yo forzaba con él para que él no me acose, me llevó engañada a una guardería viejita que él estaba trabajando ahí. Como yo no me dejaba, agarró, me ahorcó con una toalla, me acuerdo patentemente. Él abusó de mí ahí. Fue la primera vez, después yo me sentía mal”, dijo en su relato.

Elena pasaba sus días y sus noches envuelta en el temor por ese hombre a quien siempre consideró su padre. “Él fue una vez que estaba en mi casa, no había nadie, también me agarró a la fuerza y ahí es donde yo quedé embarazada, que ni yo sabía que estaba embarazada, porque me sentía mal, fui al hospital, me hice unos análisis y salieron positivo que estaba ya de tres meses. Tenía diecisiete años cuando me enteré que estaba embarazada”, recordó ante los jueces que la escucharon.

Elena, contó de ese hombre a quien siempre considero como un padre,  “era bastante violento con mi mamá, con mis hermanos. Les hacía muchas cosas: a mis hermanos, llegaba a meterles la cabeza en el inodoro y les tiraba la cadena. A nosotras -tengo dos hermanas más-, cuando nosotras nos portábamos mal, nos sacaba afuera, en bombacha, con semejante frío, debajo de un árbol, y nos tenía horas y horas ahí abajo”.

¿Qué hacía su madre en medio de ese infierno?

Elena dijo que se llevaba bien con su mamá, “pero como madre no se hacía responsable, ni siquiera me preguntaba a mí si me pasaba algo; yo vivía durmiendo, con mucho dolor de cabeza. Ella no se preocupaba, es la realidad; no se preocupaba por lo que nos pasaba a mí o a mis hermanos, no sé en qué mundo vivía ella. No sé si se daba cuenta o no quería ver la realidad, lo que estaba pasando…Yo no tenía diálogo; si ella sabía o no no lo sé, porque con ella no se podía hablar, ella tampoco te hablaba, o no quería charlar conmigo, como yo le dije: como madre no se preocupaba, yo no sabía, si ella sabía esto, o no sabía o no sé, no se animaba a decirme, a preguntarme, porque si ella me hablaba como madre, uno más vale, que le iba a decir las cosas, y capaz llegaba un momento (que me decía) vamos a denunciarlo. Pero no: ella nada, siempre fue así, y con todos mis hermanos es así. No demuestra cariño, nada demuestra, es re seca”.

Un día, ya con hijo, el hombre al que consideraba su padre la echó de la casa en la que convivía con su madre y sus hermanos. “Él me obligaba y entonces se ponía violento y me decía que me fuera de la casa, y entonces un día le dije a mi mamá: ´Yo me voy´. Y me dice: ´Bueno, yo me hago cargo del nene; vamos a los Tribunales,  y yo me hago cargo. Tomo la tenencia y yo me hago cargo para que vos no andes con la criatura en la calle´. Y yo le dije: ´Bueno´. Yo andaba de acá para allá, andaba de casa en casa, no tenía donde estar”.

Se fue de la casa, conoció un novio, formó pareja y un día le contó a su pareja todo lo que había sufrido en la casa donde estaba el hombre a quien siempre había considerado su padre. Otro día, “porque ya no daba más”, fue a los Tribunales de Nogoyá, y denunció los abusos. Después, mucho después, se sentó frente a un tribunal y contó todo eso que contó, rebatió las preguntas del defensor de su abusador, y pronunció esa frase de batalla que desarmó prejuicios, dudas y malos entendidos: “Yo estoy diciendo la verdad”.

¿Por qué nunca antes denunció?

“Yo no me animaba a ir a denunciarlo: tenía miedo, porque me había amenazado con mi mamá. (Después de haberme violado) me mandó a comprar pan para que nadie sospechara nada; yo fui, compré, volví a mi casa, me acosté, lloraba y nadie, ni siquiera mi mamá, me preguntaba qué pasaba, por qué lloraba, nada. Yo me sentía re mal, re sucia”, dijo ante los jueces

 

La condena

El  6 de abril de 2021, los jueces Roberto Javier Cadenas, Dardo Tórtul y Darío Ernesto Crespo, integrantes del Tribunal de Juicio y Apelaciones de Gualeguay, condenaron a 16 años de cárcel a Daniel Horacio López  al declararlo autor penalmente responsable de la comisión de los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante  calificado por su condición de guardador y por el aprovechamiento de la convivencia preexistente con una menor de 18 años;  y de abuso sexual con acceso carnal calificado.

Tres años después de que Elena decidiera ventilar su caso y denunciara a su abusador, un tribunal lo condenó a 16 años de cárcel, en un proceso en el que los fiscales Jorge Gamal Taleb y Maite Burruchaga estuvieron a su cargo la acusación.

Pero aunque el tribunal ordenó que López cumpla esa pena en la Unidad Penal N° 7 de Gualeguay, al no estar firme la condena, “hasta que la pena aquí impuesta se torne ejecutoriable” se le ordenó “la prohibición de contacto con la víctima por cualquier medio, sea personal, telefónico o por redes sociales; la prohibición de cambiar de domicilio sin informarlo al Tribunal y la obligación de comparecer quincenalmente a la Jefatura Departamental de Nogoyá para firmar asistencia”.

López, el abusador de Elena, sigue libre.

Al cabo del juicio, el tribunal consideró que “han quedado acreditados, en sus diversas modalidades, los reiterados abusos sexuales que el imputado Daniel Horacio López llevó a cabo contra la víctima y denunciante de autos Elena (nombre ficticio)”, hoy de 30 años.

“En ese sentido, quedó fehacientemente acreditado en el contradictorio que Daniel Horacio López, en fecha y hora no determinado con exactitud, inició los abusos cometidos contra Elena, cuando ésta contaba con 12 años de edad aproximadamente, esto es, en el año 2002 aproximadamente”.

López, que no es el padre de Elena, era pareja de la mamá, y cuando ésta se ausentaba del hogar, ocurrían los abusos, “ocasión en la que éste aprovechaba el estado de indefensión de la menor y también la convivencia con la misma y procedía a abusarla sexualmente”, conductas que llevó a cabo “en reiteradas oportunidades y con la misma modalidad referida, continuando los mismos a pesar de la oposición de la menor que lloraba y le pedía que no la tocara”.

Los ataques continuaron: en 2014, cuando tenía 14 años Elena, y fue abusada en una obra en construcción que López tenía a su cargo –es albañil- en la guardería Las Abejitas, de Nogoyá; siguió cuando tenía 17, en 2007, en la casa que habitaba Elena con su familia, en barrio San Martín.

“El calificado y convergente plexo probatorio colectado del que se desprenden todas estas conclusiones, está sustentado fundamentalmente en el verosímil, sentido y decididamente convincente relato efectuado por la propia víctima en la audiencia de juicio, quien corroboró sustancialmente lo que expusiera en la denuncia motivante del legajo, el día 6 de abril de 2018, pudiendo apreciarse con la inmediatez que brinda la audiencia plenaria el daño que todos esos abusos le han provocado, y no obstante el tiempo transcurrido, fue muy precisa y contundente en orden a detalles, lugares, modalidades de ocurrencia de los acometimientos, etc, no evidenciándose en su exposición discordancias y/o contradicciones sustanciales que desmerezcan la trascendente contundencia de sus dichos”, dijo el tribunal.

Insólita defensa

«Teniendo en cuenta ese impecable relato de la víctima, donde incluso respondió acabadamente cada una de las preguntas que las partes le formularon, y el restante plexo probatorio de distinta naturaleza colectado, no puede llegarse sino a otra conclusión que no fuera la de la plena certeza exigida por la instancia para considerar completamente acreditados en todos sus extremos la plural imputación que se le dirige a Daniel Horacio López en los presentes obrados», dijo el tribunal respecto de la suerte de ese hombre a quien Elena siempre había considerado su padre, y que fue su abusador.

El tribunal agregó: «Con ese contundente plexo probatorio se descarta por completo la disparatada versión ensayada en su defensa material por el inculpado, quien en el debate argumentó que fue engañado por Elena, ya que ésta, haciéndose pasar por otra persona -una tal María Rosa- lo habría citado a un hotel y allí, disfrazada de payaso y encapuchada, habría mantenido relaciones sexuales con el imputado sin que éste en ningún momento  advirtiera quien era en realidad la otra persona, engaño éste que le fue revelado al imputado tiempo después por la propia Elena, quien, a su vez, le habría dicho también en esa ocasión que su hijo F., también era hijo del imputado y que había sido engendrado cuando ella se hizo pasar por María Rosa».

«Queda claro -dice la sentencia que lo condenó a 16 años de cárcel-, ante el devastador cuadro probatorio reseñado, en el cual hasta existe una prueba de ADN que acredita la paternidad de López en relación al hijo F. de la denunciante y víctima, resultado de uno de los accesos carnales imputados (el del año 2007) que la absurda e inverosímil versión de los hechos dada por el encausado solo puede ser considerada como un desesperado intento de mejorar su situación procesal ante tan contundente prueba de carácter científico. Empero, en modo alguno encuentra algún punto de apoyo en las evidencias incorporadas al debate, sino que, por el contrario, se encuentra desvirtuada por el abrumador plexo probatorio reseñado aquí».

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora