Carlos Roberto Gimeno fue sacerdote. Su último destino fue la parroquia San José, de Hasenkamp, a casi 90 kilómetros de Paraná.
Renunció en 2009. Lo hizo por carta. La escribió desde España, país al que había viajado y que supuso su boleto de ida. Desde Europa envió un correo electrónico que llegó al obispo de entonces, Mario Maulión, a un gran número de sacerdotes y de fieles.
Dijo que renunciaba. Que se iba. Pero importa lo que dijo, cómo lo dijo.
“Estoy convencido de que más de uno en nuestro presbiterio se sentirá identificado con algún aspecto de mi historia. Asimismo, estoy seguro de lo que afirmo, y diré algo que me puede mostrar como arrogante: conozco el corazón de cada uno de ustedes, desde los más jóvenes a los más antiguos. Algunos llevan una vida doble, otros caen frecuentemente en determinados vicios, la mayoría aplica compensaciones ocultas que auto-justifican, otros son adictos a algo… todos mantienen mañas y manías de las más variadas”.
Esa carta dirigida a sus antiguos colegas sacerdotes después se incorporó a un libro que escribió y que publicó en 2013: «Yo fui sacerdote».
Nació en Corrientes, pero vivió su adolescencia en Paraná. En 1973, a los 16 años, ingresó al Seminario Arquidiocesano con el objetivo de ser cura. Fue cura: se ordenó el 9 de diciembre de 1984 en la Parroquia Nuestra Señora de la Merced, de Cerrito, y ejerció en La Paz, Seguí, San Benito, Villa Urquiza, Ramírez y Hasenkamp.
Cuando publicó ese libro, «Yo fui sacerdote», contó:
«Siento que no calcé en el clero, pero no sé por qué. Habría que preguntarle al clero por qué. Yo siempre quise ser libre, quise ser yo mismo, y en la Arquidiócesis de Paraná es arriesgado ser uno mismo. Si no te uniformás en ciertas actitudes, posiciones, o ideas, no encajás, no calzás. Si yo me encuentro con una chica que conozco, y la beso, soy sospechoso. Una vez un sacerdote me dijo que no debía besar a la gente, que sólo tenía que poner la mejilla. ¿Qué hay de malo en besar? Hay muchos prejuicios, y prácticamente se moraliza y se pansexualiza todo. No hay directivas de arriba hacia abajo que te digan que debe ser así, pero en la práctica te lo hacen sentir que debe ser así. Eso es algo que los curas saben, pero que el laico no conoce. Y por eso en el libro quiero hablarle al laico, pero también al sacerdote».
Ahora es un excura, y bucea en otros terrenos profesionales.
Gimeno se define como gráfolo, mediador, dice ser más en Programa Neurolingüística, especialista en “habilidades humanas, relaciones sociales, trabajo en equipo, liderazgo, técnicas de comunicación y desarrollo humano integral a nivel individual, grupa e institucional”:
Desde ese rol, ahora coordina un “taller sobre resolución de conflictos y mediación”.
“Será práctico, ameno, profundo y dinámico –anuncia desde su muro en Facebook-. Y lo más importante: volverán a sus casas con nuevos recursos para encaminar sus conflictos. Apto para todo tipo de público, desde la etapa adolescente hasta los 104 años de edad”.
El taller comenzará el 5 de mayo, en la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Hasenkamp, el último lugar donde ofició como sacerdote.
Según el propio Gimeno, el curso resulta un éxito. «Estoy recibiendo un montón de mensajes privados de gente que me aprecia mucho, y que me alientan y me desean éxito. ¿Saben? Lo más importante es que tengamos éxito en la resolución de nuestros conflictos. Sé que es posible. Gracias a todos».
Y después, aclara: «Necesito aclarar que este taller tiene un costo mínimo de modo que nadie que tenga interés quede sin participar: $200. Con este valor cubro mis gastos de viaje y material que voy a entregar».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.