La Municipalidad de Gualeguaychú declaró ayer el estado de emergencia hídrica en la ciudad a raíz del problema en el suministro que sobrevino tras la rotura de un añejo caño troncal de unos 60 cm de diámetro que está por debajo del Canal Clavarino. El servicio ha estado restableciéndose lentamente, aunque todavía quedan sectores de la ciudad del sur entrerriano sin agua. Según la información oficial, el 87% de Gualeguaychú volvió a tener agua. Pero queda un 13%. En ese 13% está la casa de la periodista Paola Robles Duarte. Esto escribió a propósito de eso:
Por Paola Robles Duarte (*)
El garrón de formar parte de ese 13% que todavía no tiene agua en la ciudad: porque somos sólo un 13 %, ¿no?
La solidaridad de la comunidad y las instituciones siempre merece un punto aparte. Pero me quiero permitir rezongar de mi mala suerte por ser parte del 13 % sin agua. Eso es lo que nos dice la Municipalidad a través de sus comunicados de prensa, incluso desde hoy temprano: «Se restablece el servicio y un 87 % de la ciudad ya tiene agua».
Yo estoy en el 13 %. Ni una gota de bienaventuranza.
Decir la verdad después de 6 días no agrava el malestar, es un gesto de respeto. Escuchar la verdad no calma la sed, no me permite darme un baño tranquila, pero es reconfortante en varios aspectos.
No es cierto que está restablecido el servicio. Incluso con suerte el caño se arregla de manera definitiva la semana que viene. Pero hoy un funcionario me dijo: «Se decretó la emergencia hídrica aunque el problema está resuelto». ¿En serio?
La verdad es que o estamos todos los habitantes de la ciudad pagando una especie de condena cósmica por nuestras vidas pasadas (sic) O se hicieron las cosas muy mal durante mucho tiempo, y esas obras que no se ven y que costituyen el andamiaje destartalado que llora miseria debajo de la ciudad, no puede esperar más hace 20, 15, 10, 5 años… Pero nadie se había dado cuenta.
La pregunta es: ¿se van a hacer las cosas de manera diferente ahora? Porque estos días pasados escuchamos a muchos de los mismos funcionarios en puestos políticos diferentes, en gestiones que suscriben a las mismas ideas del mismo partido purgando históricamente su interna incluso en la gestión actual, hablar preocupados del inefable caño. Y creo que es una obviedad aclarar que no hablo de los laburantes de Obras Sanitarias. Hablo de los que gobiernan, gestionan, otorgan y sobre todo CERTIFICAN las obras que pagamos los contribuyentes.
Entonces, digan la posta al menos, aunque sea algo sencillito y fundamental como eso, que no cuesta un peso. Así no nos sentimos tan boludeados los del 13 por ciento (que número yeta, para seguir con la cosa kármica de la cual dependen los servicios públicos de la ciudad).
Digan todavía no lo logramos, todavía no podemos, y bueno… ya volveremos a preguntarnos por qué lo imprevisible es tan imprevisible cuando no debería serlo.
Disputen el terreno de la construcción simbólica también con verdades, ese sería un desafío honesto.
Y me permito también estar en desacuerdo con aquellas opiniones que sostienen que debemos resaltar y agradecer el trabajo de los funcionarios ante este «imponderable» considerando que es una actitud excepcional ante una situación excepcional que merece un reconocimiento exagerado. Esto debería ser normal y no lo otro. Eso es lo que sinceramente creo. Lo excepcional debería ser aquello a lo que nos acostumbramos renunciando al derecho de ser gobernados por individuos que hacen lo que deben hacer y para lo cual fueron elegidos por la mayoría de los ciudadanos.
Digan la verdad. Que nada va a empeorar con decir la verdad. Eso.
(*) Periodista.