Maximiliano Hilarza vive en Rancagua, Chile. Buscó tomar distancia de Paraná y de los estragos que causó en su vida haber estado cuando adolescente en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo y haber soportado el acoso del excura Justo José Ilarraz. Leyó los fundamentos de la Corte Suprema que declaró prescriptos los delitos que se le imputaron a Ilarraz, abuso y corrupción de menores, por el paso del tiempo, porque no denunciaron en el momento apropiado y porque dejaron pasar los años.

“Dicen que nosotros pudimos haber denunciado y no lo hicimos. Eso fue lo que más me impactó: en mi caso, desde los 13 años hasta los 18 años, Ilarraz seguía yendo a casa, seguía visitándonos. Hasta cuando yo tuve 25, 26 años más o menos él seguía viniendo a casa, seguía mandando cartas, seguía siendo partícipe de mi familia. Era una cierta forma de manipular el tema para que se mantuviera el silencio. Eso fue lo que más me impactó”, contó en declaraciones al programa Puro Cuento de Radio Plaza 94.7.

Declaró en el juicio, soportó la exposición, se avino a tres sucesivas investigaciones canónicas, una vez ante el Tribunal Eclesiástico de Santa Fe; otra, cuando debió ratificar su denuncia ante el clero por cuanto el sacerdote que tenía le habían descubierto un hijo y dejó el clero; alguna vez también una oscura noche que pretendieron citarlo en el Seminario de Paraná; lo visitaron en Chile. “Vino un sacerdote acá, a Rancagua, Chile. No sé cómo averiguó la dirección. Me entregó una carta y me dijo que estaban haciendo una nueva investigación canónica. Todo siempre fue medio turbio, por eso digo que no es fácil para uno denunciar después de muchos años, porque el proceso que tiene cada víctima es totalmente distinto”, asegura.

-¿Qué edad tenías cuando estaba en el Seminario?

-Estuve un año como interno. Tenía 13 años. Fue en el año 91.

-¿Qué relación tenías con Ilarraz? ¿Era tu guía espiritual?

-Claro: él era guía espiritual, era confesor. Después, se ganó la confianza, terminó siendo prácticamente como una segunda imagen paterna dentro del Seminario. Éramos muy chicos, estábamos como internos ahí, Salíamos una vez cada dos meses, tres meses. Los que no teníamos muchas posibilidades y éramos del campo no teníamos posibilidades, estábamos mucho más tiempo adentro.

-Ilarraz sabía captar a sus víctimas. ¿En tu caso encontró alguna debilidad?

-Sí, sí, por supuesto. El tipo era muy hábil. Pasaron cientos de chicos por el Seminario, y este hombre guardó durante años cartas de los seminaristas involucrados. A mí en el juicio me presentó una carta, que según él yo avalaba y era consciente de lo que hacía. Guardaba cartas de todos. Y era su forma de estar permanentemente durante todos esos años en casa, manipulando a mi familia, tratando de que se ocultara, y lo hacía estando en Roma, porque cuando (el exarzobispo Estanislao) Karlic lo manda a Roma a estudiar, para sacarlo acá de todos los crímenes que ya sabía que había hecho este hombre con los seminaristas, seguía mandando cartas a mi familia, seguía viniendo de visita. En sus cartas pedía que lo perdonara, que era mi amigo, que había cometido un error, y todo era así, una manipulación enorme. Los jueces de la Corte, me parece, no leyeron bien la causa. Dicen que siendo adultos, nosotros tuvimos tiempo suficiente para denunciar y no lo hicimos. Ilarraz no siguió manipulando durante mucho tiempo.

-Además, vos lo pusiste alguna vez como una figura paterna.

-Mirá, yo me pongo a pensar ahora: mi hija tiene actualmente 12 años, casi la misma edad en la que yo fui abusado. Encima, yo no estaba en mi casa, estaba en el Seminario, solo, junto a personas que prometen ser tu guía, que te van a enseñar y te hacen pasar lo que pasó. En mi caso, el fantasma de Ilarraz va a seguir estando, no solo ahora, sino a lo largo de los años. Le voy a tener que explicar a mi hija quién fue Ilarraz en mi vida, Voy a tener 45 o 50 años, 60, y va a ser un fantasma que lo voy a tener que arrastrar de por vida, hasta el último tiempo me voy a acordar.

-Siempre repetís eso: que el fantasma de Ilarraz te persigue.

.Y me persigue hasta el día de hoy, y va a seguir por muchos años más. En 2012, cuando se publicó lo de los abusos de Ilarraz, mi mamá me preguntó si a mí me había pasado. Fueron 25 años que lo mantuve callado, mientras él seguía metido en mi casa, en mi familia, manipulando la situación para que yo no hablara. Por eso para mí el fallo de la Corte es doloroso, y también porque la Iglesia de Paraná nunca hizo nada: ni Karlic ni Puiggari. Nunca se hicieron cargo, fueron encubridores, se hicieron los boludos durante muchos años hasta el día de hoy.

-Decías que en 2012 pudiste contarle a tu mamá. ¿Qué recuerdo tenés de cuando fue la primera vez que vos contaste lo que te pasó en el Seminario?

-Yo estaba trabajando y mi mamá me llama y me dice mirá lo que salió de Ilarraz. Me dice: `por favor, decime si él te hizo algo`. Quedé impactado, la verdad que fue un baldazo de agua fría ese día. Quedé en shock, no sabía qué responderle. Le dije: `Cuando vaya a casa hablamos`. Mi vieja se quería morir, porque Ilarraz era íntimo amigo, el tipo había logrado ganar la confianza de la familia. Mi familia le entregó a su hijo a cargo, prácticamente como si fuera el segundo padre, esa era la confianza que le habían dado a él. Después yo empecé a hablar, empecé a hablar y es increíble, porque a medida que empecé a hablar, me había olvidado un montón de cosas que tenía de muchos años, me explicaba muchas cosas también que no entendía a medida que fui creciendo, de por qué tantas depresiones, por qué tantas pesadillas, por qué no podía dormir bien, un montón de porqués que se fueron abriendo a medida que empezó el juicio también, que fui recordando un montón de cosas que no he recordado, y me fui liberando.

¿Alguna vez la Iglesia te ofreció alguna ayuda psicológica? ¿Tuviste que hacer mucha terapia?

-No, no, nunca tuve apoyo, siempre lo guardé solo, no se lo dije ni a mi familia, ninguno lo sabía, se enteraron después, en 2012, después de 25 años. En mi familia nunca se explicaron por qué yo actuaba como actuaba. Terminé el secundario de noche. Jamás pude contarle que a raíz de todo eso que había pasado en el Seminario reventaba por dentro, porque tenía el abusador dentro de mi casa. Tenía un terror inmenso que le hiciera lo mismo a mis primos y hermanos.

-¿Logró aliviarte el proceso judicial a Ilarraz?

-En gran parte, sí. Digamos que cuando se inició todo no tenía ninguna esperanza de nada. De hecho, muchos cercanos me decían para qué, con qué necesidad ventilar cosas, y bueno, fue doloroso exponerse a todo ese proceso y hasta el día de hoy, porque han pasado muchos años. Creo que no fue en vano, porque la verdad que se lo condenó, él sigue siendo culpable.

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora