Por José Dumoulin (*)

pepe

La causa del cura Justo José Ilarraz y los abusos en el Seminario de Paraná es, sin dudas, una causa sin precedentes en nuestra sociedad, tanto a nivel de la justicia civil como eclesial.
Va a marcar un antes y un después.
Ya es importante el hecho de que se pueda llegar a la instancia de juicio oral en esta causa, que ha atravesado todos los vericuetos posibles en la Justicia, porque la defensa lo ha llevado a esas instancias utilizando “todas” las chicanas posibles para dilatar o apagar el deseo de justicia de quienes llevaron valientemente la causa adelante.
Los que han impulsado y llevado adelante esta causa son los sobrevivientes, quienes tienen que luchar día a día con esta realidad que, sin dudas, ha marcado sus vidas para siempre.
Pero la valentía de ellos es un camino de esperanza y sanación, y una puerta abierta para que otros se animen a recorrer ese camino, sin dudas doloroso pero que a la vez es necesario recorrer.
Esos mismos obstáculos que se presentaron en la justicia han aparecido en el plano eclesial, debiendo transitar las víctimas los mismos escollos.
A nivel diocesano, no se aportó mucho con una “investigación” que nunca cerró ni clarificó nada y con los distintos tribunales eclesiásticos que han intervenido, con una metodología donde se los sigue revictimizando.
¿Por qué nuevamente tienen que hacer sus declaraciones ante un nuevo tribunal de la Iglesia, como ocurrió recientemente en Santa Fe?
¿No vale o no alcanza lo expuesto en las extensas declaraciones en sede judicial?
En algunos casos, también ya lo habían declarado en lo eclesial. Con todos los elementos que hubo y que se siguieron sumando aún no hay una determinación y una sanción. Me pregunto ¿tanto tiempo para tomar una resolución por parte de la Iglesia?
Sin dudas llegar a la etapa de juicio es muy importante.
Si se quiere, es la etapa esperada porque es lo que hará ver la verdad y marcará un camino a seguir para futuros casos que puedan surgir.
Creo que será una motivación para otras posibles víctimas de este mismo caso, que no se han animado a poner en palabras lo sucedido con ellos y que quizá siguen escondiendo o disimulando su dolor.
O bien por diversas situaciones de vida no se animaron a formalizar la denuncia.
El juicio abrirá un camino.

(*) Expárroco de Santa Rosa de Lima, en Villaguay, y uno de los impulsores de la investigación judicial del caso Ilarraz.