El cura Justo José Ilarraz y la Iglesia Católica de Paraná deberán enfrentar una demanda civil en la Justicia, motorizada por tres de las siete víctimas que llevaron a juicio al sacerdote y consiguieron que fuera condenado, en 2018, a 25 años de cárcel por abuso y corrupción de menores en el marco de un proceso penal.

Concluida la etapa penal -fue condenado por un tribunal y esa decisión fue confirmada por dos instancias superiores y ahora el caso está en la Suprema Corte de Justicia de la Nación-, tres víctimas decidieron acudir a la Justicia ahora por un resarcimiento económico. Previo a entablar la demanda, debieron someterse a una mediación que, luego de cuatro audiencias, se dio por fracasada este jueves 4.

Ilarraz fue prefecto de disciplina en el Seminario Nuestra Señora del Cenáculo, de Paraná, entre 1985 y 1993, y tuvo a su cargo la formación de un grupo de adolescentes que cursaban el ciclo básico de la escuela secundaria como internados en el denominado Seminario Menor. Bajo la tutela del cura, a quien las familias entregaban a sus hijos para que los formara en el sacerdote, los menores fueron abusados dentro de las instalaciones del Seminario.

El tribunal que condenó a Ilarraz en 2018 a 25 años de cárcel -de momento, está con prisión preventivo, bajo la modalidad de arresto domiciliario, en un departamento de calle Corrientes al 300, en Paraná- planteó en sus fundamentos, contenidos en 327 páginas, que “coadyuvó como elemento facilitador del plan de Ilarraz, la posición asumida por sus superiores y pares actuantes al tiempo de los hechos; ya que sin su omisión el acusado no hubiera podido cumplir sus designios delictivos con la libertad e impunidad con que lo hizo”.

Por eso ahora la demanda civil de las víctimas por los estragos ocurridos en sus vidas siendo adolescentes no sólo apunta a Ilarraz sino también a la cúpula de la Iglesia de Paraná: el cardenal Estanislao Esteban Karlic, que fue arzobispo mientras el cura ejerció como prefecto de disciplina en el Seminario; y el actual arzobispo, Juan Alberto Puiggari, que fue rector en la casa de formación del clero. Pero como uno y otro arguyeron escasez de recursos para hacer frente a la demanda, la abogada Evangelina Bártoli, que representa a las tres víctimas, pidió que también respondiera como demandado el Estado vaticano.

Este jueves, en la cuarta audiencia de mediación a cargo del mediador Iván Pesuto, se aguardaba la participación del nuncio apostólico en Argentina, Miroslaw Adamczyk, formalmente convocado. Pero sin ningún aviso faltó a la cita. Tampoco acudió a la audiencia de mediación el abogado de Ilarraz, Jorge Muñoz -ya había faltado en las dos primeras-, de modo que la abogada Bártoli hizo lo que juzgó lo más acertado: pidió que se dé por fracasada la instancia de mediación y ahora lo que viene es la presentación de la demanda civil con un reclamo de resarcimiento económico a las víctimas.

Karlic estuvo representado por el abogado Marciano Martínez; Puiggari, por Mario Martínez. Los dos máximos jerarcas de la Iglesia de Paraná se han mostrado preocupados por la ventilación en los medios de la demanda civil, aunque nada han podido verbalizar respecto a cómo harán para responder a las demandas de las víctimas. Además, en la demanda están involucrados los curas Mario Gervasoni y Gabriel Battello.

El abecé de la causa

Karlic indicó en la Justicia que tomó conocimiento de los abusos por intermedio del actual arzobispo de Paraná y exrector del Seminario, Juan Alberto Puiggari. Aseguró que fue Puiggari “quien me lo dijo. Confío plenamente en su palabra”. Una de las respuestas da cuenta por qué actuó como actuó: “Tomé conocimiento de los hechos denunciados y encomendé al vicario de Justicia que procediera conforme al espíritu de la Iglesia y la normativa propia del Derecho Canónico”. Karlic respondió a preguntas de los querellantes, el fiscal y los defensores de Ilarraz.

“¿Por qué no se denunciaron antes los abusos, y recién se conocieron públicamente en 2012 habiéndolos investigado la Iglesia en 1995?”, le preguntaron. Karlic contestó que los hechos “fueron callados por los menores. Cuando los comunicaron, manifestaron vergüenza. Se respetó la voluntad de ellos y se les manifestó que dieran noticia a sus padres. Se consideró que era fundamental respetar el interés de ellos”.

También contestó que sólo recordaba “haberme encontrado con él (Ilarraz) en Roma, mientras él vivía allí. Después de su regreso a la Argentina (y habiendo sido sancionado por el propio Karlic, NdelR), el cardenal dijo que “no podría precisar (pero se reunió) posiblemente en Buenos Aires”.

El dato relevante de su testimonio está en la respuesta a la pregunta 26. Dijo Karlic: “No recuerdo en detalle. En principio, los negaba absolutamente (a los abusos). Más tarde, admitió su responsabilidad y pidió perdón”.

“El padre Ilarraz manifestó ante mí su reconocimiento de los hechos, y pidió perdón”, reveló.

Puiggari dijo que se enteró de los abusos de Ilarraz “meses antes del comienzo de la investigación dispuesta por el Arzobispado de Paraná, en 1995”, y cita, con nombre y apellido, a tres víctimas: los únicos casos que conoció. Y vuelca todas las responsabilidades sobre las espaldas de Karlic: “No conozco cómo se llevó a cabo el procedimiento, ni las conclusiones ni las sanciones adoptadas sino hasta que tomé conocimiento de las actuaciones a mi llegada a Paraná (en 2011)”, dice su declaración.

Dijo que al tomar conocimiento de los hechos, no se comunicó la situación a los padres de las víctimas “porque ya tenían 18 años y era un delito de instancia privada”. Y luego abunda sobre lo mismo: “El delito investigado es de instancia privada y no podía hacer la denuncia en forma personal. Tomado conocimiento de los hechos, comuniqué enseguida al arzobispo de Paraná (Karlic) como es el proceder normal y ordinario dentro de la Iglesia Católica”.

¿Sabía el difunto arzobispo emérito Mario Maulión de todo lo que sucedía con Ilarraz? Puiggari aseguró en la Justicia que en el momento que asumió como arzobispo, en 2003, “le comuniqué que en el Archivo de la Curia obraba un proceso investigativo sobre el Padre Justo Ilarraz”.

Justo José Ilarraz.

Ni Karlic, ni Maulión ni Puiggari acudieron al ordenamiento jurídico de la Iglesia para aplicar una sanción a Ilarraz. En su declaración judicial, Puiggari relata que el Código de Dercho Canónjico, en el canon 1.395, señala “que debe ser castigado con penas justas, sin excluir, cuando el caso lo requiera, la expulsión del estado clerical”.

Mario Gervasoni también supo de los abusos de Ilarraz, pero en su caso declaró en la Justicia que no sabía nada, y por eso fue condenado en 2019 por falso testimonio. Le aplicaron una pena de un año de prisión condicional.

El cura Gabriel Battello supo de primera mano de los abusos que soportó una de las siete víctimas que llevaron a Ilarraz al banquillo, y se calló.

La víctima que le contó los abusos del cura Ilarraz es José Riquelme. Cuando los abogados querellantes Walter Rolandelli y Marcos Rodríguez Allende le preguntaron a Battello por qué no denunció esos hechos cuando tomó conocimiento, el sacerdote no supo qué contestar. “Lo dejó en libertad de acción al chico, para que él hiciera lo que mejor creyera”, comentó Rolandelli durante el juicio a Ilarraz, en 2018.

Battello ya había declarado en el juicio a Ilarraz en la etapa de instrucción, pero entonces nada reveló de esa confesión de una víctima. Misteriosamente, en el juicio oral recobró la memoria y recordó aquel hecho. Cuando declaró la primera vez, aseguró no saber nada de los abusos en el Seminario, que se reprochan a Ilarraz; este martes, en cambio, recordó que una víctima le había contado de los abusos.

En la instancia penal, Ilarraz fue condenado en mayo de 2018 a 25 años de cárcel por abuso y corrupción de menores -sentencia confirmada en 2019 por la Cámara de Casación Penal, y en 2020 por la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia (STJ)-, aunque ahora el caso llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para que se expida.

El propio Ilarraz reconoció los abusos en una carta que escribió el 18 de enero de 1997 y dirigida al Vicariato de Roma, que lo investigó: «La historia no comenzó desde el momento de mi llegada al mismo. Tampoco este tipo de situación morbosa puede ser localizada como la aparición concreta de un hecho que yo pueda señalar. Sin lugar a dudas que fue la concatenación de pequeños hechos de afectos desordenados que fueron dando a lugar a una familiaridad que no condice con la condición del hombre, ni menos de un cristiano y ni qué decir de la condición de sacerdote. Esta actitud descalificante que realicé con varios seminaristas, se centra alrededor de los años 1990-1991-1992. Fueron tres años o algo más, que reconozco como los peores años de mi vida».

Para la Justicia no se trató de simples desórdenes, sino de la comisión de delitos y por eso lo condenó. Ahora, Ilarraz deberá enfrentar, además, una demanda civil.

«Estamos preparando la instancia de mediación y buscando la jurisprudencia que respalde el reclamo antes de qué esté firme la sentencia penal. Creemos que la dilación del proceso penal frustra los derechos de las victimas a ser indemnizados, ya que estamos a casi 10 años de la denuncia», dice a Entre Ríos Ahora la abogada Evangelina Bartoli, representante legal de D. S. La mediación es un paso previo, antes de la demanda civil. E involucrará no sólo a Ilarraz sino a la cúpula de la Iglesia. «También creemos que tienen responsabilidad (el arzobispo Juan Alberto) Puiggari y (el cardenal Estanislao) Karlic por encubrir el delito. En una instancia previa a la judicial y obligatoria. En caso de que fracase la mediación, interpondremos una demanda civil. Entiendo que es el primer reclamo, hubo uno anteriormente pero llegó sólo hasta la instancia de medicación», añadió.

El tribunal que condenó a Ilarraz en 2018 a 25 años de cárcel -de momento, está con prisión preventivo, bajo la modalidad de arresto domiciliario, en un departamento de calle Corrientes al 300, en Paraná- planteó en sus fundamentos, contenidos en 327 páginas, que “coadyuvó como elemento facilitador del plan de Ilarraz, la posición asumida por sus superiores y pares actuantes al tiempo de los hechos; ya que sin su omisión el acusado no hubiera podido cumplir sus designios delictivos con la libertad e impunidad con que lo hizo”.

En 2019, la Cámara de Casación Penal, al confirmar la condena, le asestó un duro golpe a la Iglesia de Paraná por haber encubierto los abusos del cura Ilarraz en el Seminario. En su voto, el juez Alejandro Cánepa explicó que las víctimas vivieron una verdadera defraudación de su confianza y de sus expectativas, por parte de las autoridades del Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo, adonde habían ido a formarse para el sacerdocio, y también de la Iglesia, al verse desprotegidos de los abusos de Ilarraz, “ya que no es cierto que las víctimas de autos no denunciaron a Ilarraz en tiempo oportuno, o que no hayan dado cuenta a otras personas de lo que Ilarraz les estaba haciendo, sino que aquellas ante quienes lo hicieron o quienes pudieron tomar conocimiento de tales situaciones, se preocuparon por mantenerlas en secreto, reserva y sigilo, lo que llevó a que tales hechos nunca salieran a la luz, nunca traspasen la órbita burocrática de la Iglesia Católica local, y no llegaran a oídos de la Justicia, o de cualquier autoridad administrativa estatal y/o educacional, o incluso de los propios padres de las víctimas”.

También el fallo de Casación fustigó la investigación interna que ordenó el entonces arzobispo Estanislao Karlic en 1995 y que derivó en la sanción del destierro para Ilarraz tras probarse los abusos cometidos. “Las personas a quienes les fue confiado el ´secreto´ se ocuparon durante más de una década de ocultarlo, permitiendo así la impunidad de Ilarraz y mandando al olvido los graves delitos de los que aquellos niños a su cargo fueron víctimas”. Y agrega: «Ese mantener en secreto lo sucedido a las víctimas de autos, no es una cuestión casual, sino que  fue sin lugar a dudas un acto de ejercicio de poder de parte de quienes detentaban las jerarquías eclesiásticas que he señalado (Karlic y el arzobispo actual Juan Alberto Puiggari), más preocupados por una situación de prestigio institucional, que de lo sucedido a los niños”.

El caso tuvo una tercera resolución, de la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia (STJ), que en marzo de este año confirmó lo resuelto por los tribunales inferiores, aunque con voto del juez Bernardo Salduna el alto cuerpo receptó un recurso extraordinaria de la defensa de Ilarraz y mandó el caso a la Corte Suprema de Justicia de la Nación para que resuelva el planteo de prescripción.

De la Redacción de Entre Ríos Ahora