Por Monique Deppen (*)
Me da la impresión que las jerarquías de nuestra Iglesia están en una etapa tan decadente que deberíamos empezar a limpiar.
Un obispo actual dirigiendo la Iglesia local que, frente a la confesión de un niño abusado, le dice que es un “boca sucia” y lo manda de penitencia a barrer las galerías, un Vaticano completo guardando sigilosamente la confesión de un psicópata perverso, una carta que, llevada a la Justicia en su momento, seguramente hubiera determinado otros caminos, hubiera al menos puesto a semejante personaje detrás de las rejas, impidiendo que siga haciendo sus maldades.
Pero no: las decisiones de todas las jerarquías fueron dejarlo libre, para que en esa libertad el psicópata abusador siga haciendo de las suyas, porque, hay que decirlo, estas personalidades no cambian.
El psicópata como tal en la carta cuenta las verdades a medias. Me pregunto si esa presentación previa de su vida, de sus estudios, fue el curriculum vitae que lo salvó frente a la dirigencia eclesial de ir a juicio y a la cárcel: qué poco respeto frente a tanto dolor.
Puiggari, si yo fuera vos, prepararía la valija y si te queda un poco de vergüenza, me pondría a disposición de la Justicia y si te queda un poco de valor, empezá a contar la verdad, al menos para demostrar un poquito de humildad y aunque se desnuden tus miserias sería bueno empezar a tomar conciencia y, al menos, salvar tu alma. Porque insisto, hay mucho oculto también de tus actos.
Al clero en general, a los que obsecuentemente “adhieren” al pastor “con olor a oveja” de esta diócesis: muchachos, la locura los está llevando a una locura mayor.
A los que sospechan que algo no está bien pero por miedo a que también sus propios trapitos sucios salgan a la luz, prefieren mantenerse en “sintonía” con su obispo, y miran para otro lado; a los que tienen blogs y escriben maravillas, sería bueno que usaran los medios para solidarizarse con el dolor de las víctimas y dejaran de disimular una “comunión” inexistente: hipócritas.
Al laicado, que tan dormido está, porque les han anestesiado la conciencia, les anestesiaron el valor de defender a los débiles, les anestesiaron la voluntad de dar la vida por el que sufre, les anestesiaron la libertad que da el luchar por la verdad y la justicia.
La manipulación de quien desde el púlpito los convence de que esto es culpa de los medios, de que se hizo todo lo posible, son argumentos que no van más.
Hermanos, es hora de jugarse, es hora de despertar y empezar a actuar con firmeza y, respaldados siempre con la palabra de Dios, por amor a Jesús.
Pero para poder decir que amamos a Jesús, tenemos que amar, primero, a los que están cerca nuestro, y que por más de 27 años han sido olvidados por esta Iglesia envejecida en la mentira y el encubrimiento.
(*) Católica.