La segunda jornada del juicio oral al cura Justo José Ilarraz por los abusos denunciados en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo contó con el testimonio de tres de las cuatro víctimas previstas para este martes. DC, el cuarto, pidió aplazar su asistencia a Tribunales para el próximo martes.
El primero que declaró, Maximiliano Hilarza –a la salida concedió entrevistas a los medios y contó qué declaró- resultó uno de los dos más afectados durante su permanencia en el salón Nº 1 de Tribunales, donde se desarrollan lo debates, a puertas cerradas. A mitad de su declaración, debió ser asistido por el médico forense Luis Moyano por un ataque de asma; después pudo continuar, aunque reconoció que la comparencia fue no sin mucho esfuerzo. Afuera, su madre esperó, estoica, el final de su declaración.
Hilarza cargó contra el encubrimiento de los arzobispos Estanislao Esteban Karlic y Juan Alberto Puiggari, y el trato destemplado que recibió de parte de las autoridades del Tribunal Interdiocesano de Buenos Aires, que recién en 2018 comenzaron a tramitar una denuncia canónica contra Ilarraz presentada en 2013 en el Tribunal Eclesiástico de Santa Fe, que nunca prosperó.
Las autoridades del Tribunal Interdiocesano pretendían que declarase en esa investigación canónica el domingo, a las 20, en una edificación contigua al Seminario, donde soportó los abusos que denunció.
El tribunal que ahora juzga a Ilarraz –integrado por Alicia Vivian, Carolina Castagno y Gustavo Pimentel- decidió tomar la determinación de pedir a las autoridades eclesiásticas que ese proceso se aplace hasta que concluyan los debates, a mediados de mayo próximo.
Durante el testimonio de Hilarza, el defensor de Ilarraz, Jorge Muñoz, pidió someter a pericias unas cartas que se le adjudican a la víctima, enviadas al cura. Hilarza dijo que no las había escrito, y el entredicho fue resuelto con la intervención del perito calígrafo Oscar Orzuza, que en los próximos días elevará un informe pericial.
Además, el tribunal acogió favorablemente un pedido del querellante Marcos Rodríguez Allende, que tras las testimoniales del lunes, pidió la citación de un nuevo testigo al juicio, GG; que podría convertirse en la octava víctima.
Después de Hilarza fue el turno de José Riquelme –su nombre fue revelado por sus hijas, que lo aguardaban afuera, y que decidieron ponerle voz al calvario de su padre-: contó los abusos que soportó de Ilarraz, y un incidente tétrico. Fue sacado del Seminario y llevado, engañado, a un departamento del que no pudo dar mayores precisiones por ser menor y no conocer demasiado la ciudad entonces. En ese departamento, Ilarraz pretendió abusarlo, y lloró tanto, y golpeó con tanta decisión la puerta, que el cura lo dejó ir.
El último testimonio, IV, corroboró la tesis de la acusación: los abusos existieron, y el modus operandi de Ilarraz se replicaba con una precisión de relojería: escogía a los más vulnerables, provenientes de familias desintegradas, y generalmente, chicos rubios, o bien parecidos.
“El juego de seducción empezaba después de identificar a su víctima. Es como un calco de los abusos que ahora se investigan en el Club Independiente. El gancho era el fútbol, llevarlos a ver jugar a Patronato. Se presentaban ante los chicos desnudo, después de bañarse, y la excusa que les daba era siempre la misma: ´En Patronato yo lo hago con los chicos también´”, según reveló una fuente.
Dos de las tres víctimas que declararon en la segunda jornada del juicio oral apuntaron por el encubrimiento que hubo a Puiggari y a Karlic.
Puiggari fue rector del Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo; Karlic, el mentor de Ilarraz: el cura primero fue su chofer personal, y después el ahora cardenal lo nombró prefecto de disciplina en el Seminario.
El querellante Marcos Rodríguez Allende delineó las claves del caso Ilarraz:
1) todos coinciden en la personalidad de Ilarraz: entradora, se hacía querer, era expansivo;
2) sus víctimas eran adolescentes de 12 a 13 años, extremadamente vulnerables; la mayoría de ellos con familias con padres violentos o alcohólicos;
3) Ilarraz buscaba el favor de las familias de los chicos, se hacía querer con todos, visitaba a esas familias;
4) Ilarraz, después de abusar de cada uno de ellos, pretendía sellar una suerte de amistada y hermandad para que no cuenten nada de lo que sucedía en el Seminario;
5) las víctimas, cuando rechazaban esos abusos o le ponían límites, después eran rechazadas por el cura, y los relegaba a los que no formaban parte de su círculo;
6) todos se quebraron emocionalmente al brindar su testimonio; han llorado; muchos de ellos están en terapia, y todo esto demuestra que no se trata de situaciones que no han sido armados, hay espontaneidad, hay objetividad, no hay fisuras en ellos.
“Este debate podría haber terminado hoy, tranquilamente, y podríamos hacer los alegato y pedir condena para Ilarraz”, resumió Rodríguez Allende al cabo del segundo día del juicio, cuyos debates se retomarán recién el próximo lunes 23.
Pero enseguida marcó un punto de inflexión: el juicio permite establecer que hubo encubrimiento de parte de las autoridades de la Iglesia Católica, que supieron de los abusos de Ilarraz y nunca los denunciaron en la Justicia. “Esto yo ya lo advertí en 2012: hablé entonces del encubrimiento. Con el devenir del debate del juicio, ahora, se viene a confirmar mi teoría. Puiggari, que vivía en el Seminario, sabía; Karlic también sabía perfectamente lo que pasaba. Pero nada hicieron, ya sea para comunicarle a los familiares de lo ocurrido, o para ir a la Justicia”, señaló el abogado.
Citó entonces la investigación diocesana que llevó adelante Karlic, en 1995, que concluyó al año siguiente, 1996, con la sanción del destierro para Ilarraz, después de haber probado los abusos en el Seminario.
“Más allá de la responsabilidad enorme que le cabe a Ilarraz, vamos a profundizar las responsabilidades de las autoridades. Acá se avizora el encubrimiento por parte de los máximos referentes de la Iglesia”, apuntó Rodríguez Allende.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.