Alfonso Frank es sacerdote. Fue parte del equipo de superiores del Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo en tiempos del cura Justo José Ilarraz y este lunes declaró como testigo en el juicio por los abusos denunciados por siete víctimas. Ahora Frank pertenece a la diócesis de Concordia y, al salir del salón de audiencias, se mostró crítico respecto del proceso que llevó adelante en 1995 el arzobispo de entonces, Estanislao Esteban Karlic, cuando se conocieron los caso de corrupción de menores en el Seminario.

Karlic puso al frente de esa investigación al sacerdote Silvio Fariña, que llevó adelante la investigación que se  cerró en 1996 con la condena de Ilarraz al destierro. Franck participó en la primera parte de ese proceso sumario contra Ilarraz, como notario. Cuando declaró por primera vez en la causa Ilarraz, Frank contó que que tomó conocimiento de los hecho en 1995, cuando tomó el testimonio de una de las siete víctimas que más tarde denunciarían en Tribunales, Hernán Rausch, en la parroquia San Cayetano. Después de eso, no tuvo más intervención. «Rausch refirió que Ilarraz lo hacía desnudar,  que se bañaban juntos, que los hechos sucedían en la habitación de Ilarraz en el Seminario. Que los hechos fueron del año 1990 en adelante».

Eso dijo entonces. Este lunes, fue más enfático, más crítico con Ilarraz; también con el proceso que ordenó realizar Karlic.

Este lunes declaró en el juicio a Ilarraz frente al tribunal conformado por los jueces Alicia Vivian, Carolina Castagno y Gustavo Pimentel. Fue una exposición breve, reiterativa de la que ya había hecho en la etapa de instrucción. Al salir, mantuvo un diálogo con los periodistas y contestó todas las preguntas. Frank explicó que su trabajo se desarrolló en el Seminario Mayor, que nunca tuvo relación con el Seminario Menor, territorio casi exclusivo de Ilarraz. «Mi responsabilidad estuvo ahí, en el Mayor; nunca tuve contacto con el Menor ni con Ilarraz», relató.

Después, se preguntó «cómo es posible que se llega a una situación así. Cómo es posible que alguien, que tiene la guarda, abuse de esa autoridad frente a chicos inermes, inocentes. También me pregunto cómo esto pasa en el entorno familiar, y en otros ámbitos».

-¿Cómo analiza el proceso que realizó la Iglesia con Ilarraz?

-Lamentablemente, creo que hubo un error desde el comienzo de no haber hecho un proceso judicial debido, un proceso diocesano. Eso debió haberse hecho. Yo no sé, no soy especialista en Derecho Canónico. Posiblemente el obispo se atuvo a las normas canónicas. Es muy posible. Pero hubiese sido oportuno o mejor, hacer un proceso canónico en regla, en forma.

-¿Y el camino de la Justicia por qué no se siguió?

-Esa no puedo saber, cuál fue el motivo real.

La jornada de este lunes fue breve, después de la larga inspección que tuvo lugar en el Seminario durante la mañana.

El testigo Raúl Wendler -amigo personal de Ilarraz- también declaró en el juicio y contó de un viaje que hizo, siendo seminarista, con el sacerdote por Europa. El defensor Jorge Muñoz intentó hacer un careo entre Wendler y José Riquelme, una de las víctimas, que había relatado un hecho traumático: cuando Ilarraz sacó un grupo de chicos del Seminario y los llevó a un departamento, donde intentó abusarlos. Riquelme logró escapar de ese departamento al cual los había llevado el cura, y recordó que entre el grupo, estuvo Wendler. Cuando el tribunal le consultó, Wendler dijo recordar el departamento, pero no pudo precisar ese hecho. Muñoz quiso un careo, pero el tribunal entendió que no hubo contradicción, sólo recuerdos borrosos.

El tercer testigo, el canciller de la curia Hernán Quijano Guesalaga, fue, no declaró y se volvió raudo, sin siquiera mantener contacto con los periodistas. «Buenas tardes», fue su insistente respuesta a cada una de las preguntas de los cronistas. Tanto la Fiscalía como la defensa desistieron de su testimonio.

Como contó Entre Ríos Ahora, Quijano supo tener un rol activo en el caso Ilarraz.

uijano se convirtió, cuando el caso Ilarraz estalló en los medios, en 2012, en un férreo defensor del actual arzobispo Juan Alberto Puiggari, y una espada filosa del ala más dura del clero: llegó a publicar en su muro de Facebook que los medios mentían sobre lo que había ocurrido en el Seminario con los abusos.

Nunca aclaró por qué ni en qué aspectos los medios mentían: cuando “El Diario” de Paraná reprodujo su publicación, eliminó lo que había escrito.

“Los medios locales no dicen toda la verdad y están llevan (do adelante) un juicio mediático. Confío en la Justicia, no en los medios”, escribió en la red social Facebook el 6 de noviembre de 2012, pero cuando supo de la repercusión que había tenido su frase, la borró de inmediato. ¿Sabía algo más Quijano?

Quijano fue contemporáneo de Ilarraz y formó parte del equipo de superiores del Seminario.

A la renuncia del arzobispo Estanislao Karlic, en 2003, lo sucedió Mario Maulión.

Maulión asumió el gobierno de la diócesis el 9 de julio de 2003 y se mantuvo en el cargo hasta que alcanzó la edad límite para el servicio activo, los 75 años. El 4 de noviembre de 2010 el papa Benedicto XVI aceptó su dimisión, y designó en su reemplazo al entonces obispo de Mar del Plata, Juan Alberto Puiggari, que tomó posesión de su nueva función el 7 de marzo de 2011.

Cuando ocurrieron los hechos en el Seminario, Puiggari era prefecto de disciplina del Menor-Mayor, los últimos dos años del colegio secundario; Ilarraz, a su vez, era prefecto de disciplina del Menor-Menor, de primero a tercer años, el ciclo básico. Precisamente, los alumnos del Menor-Menor fueron quienes denunciaron los abusos.

La estructura funcional del Seminario, entonces, estaba conformada así: el rector, cabeza máxima y superior del cura Ilarraz, era Luis Alberto Jacob; por debajo, y como directores espirituales, estaban el finado Andrés Emilio Senger, y el arzobispo Puiggari; y como prefecto de estudios, el ahora canciller de la Curia, Hernán Quijano Guesalaga.

En una escala inferior, y como responsable de Teología, César Raúl Molaro, sacerdote agregado de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz del Opus Dei; y como prefecto de disciplina del curso propedéutico, Silvio Fariña Vaccarezza, también designado oficial de justicia, y encargado de llevar adelante, en 1995, la investigación diocesana que encomendó Karlic después de escuchar a las víctimas de los abusos.

Maulión supo de los abusos de Ilarraz por una carta que presentó un grupo de curas en 2010. Quijano también supo ese año de los hechos. Según declaró en la etapa de instrucción de la causa el cura Leonardo Tovar -que firmó aquella carta-, Quijano tuvo una actitud reprochable con él. “Quijano era el secretario del consejo presbiteral de Maulión, y fue quien redactó el acta con la respuesta de Maulión a aquella carta que presentamos. Después de la reunión del consejo presbiteral en la que Maulión nos informa de todo lo que había pasado con el caso Ilarraz, Quijano me salió al cruce cuando bajé a la Librería del Arzobispado. Me puso en un rincón, y me dijo: ´Terminala con Ilarraz. Eso ya pasó. En todo caso, el único responsable es Karlic. Puiggari no tiene nada que ver´”.

Tovar entendió que aquel incidente con Quijano fue una “apretada”.

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.