“Juli no está más. Te amo amiga, tengo el alma en pedazos”.

Florencia Geminiani posteó en las redes sociales la impotencia, la bronca y la tristeza que le produjo el femicidio de su amiga, María Julieta Riera, la madrugada del último 30 de abril.

Para la Fiscalía, la pareja de Riera, Jorge Julián Christe, fue su asesino, y por eso le imputó una calificación legal gravísima:  Homicidio triplemente agravado por el vínculo, alevosía y violencia de género.

Christe está ahora en la cárcel. Cumple prisión preventiva por 60 días que le dictó el juez de Garantías Mauricio Mayer.

El fiscal Ignacio Aramberry aseveró que “Jorge Julian Christe le dio muerte a su pareja María Julieta Riera, con quien convivía en un vínculo caracterizado por la violencia de género, habiéndola sometido a maltrato físico, agresiones sexuales, daños a la propiedad y agresiones psicológicas. Para producir su muerte, Christe agredió físicamente a Riera y le comprimió manualmente el cuello hasta dejarla en estado de inconsciencia. Aprovechando ese estado, y sin ningún riesgo para sí, la arrojó con vida desde el balcón del departamento 5to., del 8vo. piso, del edificio de calle San Martín Nº  918 de esta ciudad, desde 19,38 metros de altura, produciéndose la muerte de María Julieta  producto de las graves lesiones sufridas al impactar su cuerpo sobre el techo de una habitación ubicada en la planta baja de la edificación lindante”.

Pero Florencia Geminiani no sabe nada de todo eso. Está en la puerta de Tribunales este sábado soleado de otoño-el asilamiento por la pandemia de coronavirus y las restricciones que hay en Tribunales impidieron que pasara ella y el grupo de amigos que está en las inmediaciones del Centro Cívico- y busca entender qué pasó, cómo pasó, por qué no pudo darse cuenta de la violencia.

«Era supercariñosa, superamiguera, superbuena, supersensible, también. Fue una persona supersensible, y una persona que tuvo una vida medio difícil», dice ahora Florencia Geminiani, mientras atrás se oyen aplausos a modo de reclamo, de protesta, de enojo, de perplejidad.

María Julieta Riera era mamá.

Florencia se tropieza con las palabras: cómo hablar en pasado de alguien que siente en presente. «Juli era mamá. Tenía, tiene un nene. Tenía: me cuesta saber que se fue. No lo puedo entender. No puedo tomar dimensión de que ya no esta. Era una buena mamá. Y era una buenísima amiga», dice.

No puede creer que haya sido asesinada. No puede entender cómo pudo haberle pasado lo que le pasó a su amiga. «No lo entiendo -piensa-. Sabía que era una persona vulnerable, pero no dimensionaba que ella pudiera llegar a pasar por esto».

Dice ahora que Julieta nunca le contó de la relación violenta con su pareja. Le contó que la trataba bien. Pero Florencia Geminiani empezó a preguntar con la certeza de lo que sepa ya no sabrá mucho: su amiga está muerta. «Todos me dicen que era una persona violenta. Gente que lo conocía me dijo que esto era de esperarse. Y eso me asustó. Que en algún momento, tarde o temprano, iba a pasar. Si yo lo hubiese sabido, no hubiera actuado como actué, en forma pasiva. Me confié de la palabra de Juli».

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.