Milka se marchó de monja a los 22 años. Estanislao, a los 21 se fue a estudiar para cura.

Milka Mavrik, la madre del cardenal, ya había muerto, y ninguno de los dos hermanos encontró la inmediata aprobación paterna hacia sus vocaciones.

La temprana muerte de la madre y la elección de la hermana mayor, más la ira paterna, hicieron zozobrar al joven Estanislao. Aquella firme vocación se enfrentaba a los primeros tropiezos. No pudo iniciar el Seminario en Córdoba apenas terminó la secundaria.

Catalina, la otra hermana, contó que, como su madre había fallecido y su hermana mayor vivía en Buenos Aires, Estanislao no quería dejarla sola con su padre y comenzó a estudiar Abogacía.

«Estaba haciendo tiempo. Después, cuando yo me casé, comenzó el Seminario», recordó. a.

Milka había hecho antes el camino. Nació en Oliva el 23 de marzo de 1922, cuatro años antes que su hermano Estanislao, y a los 22 ya había ingresado a la vida religiosa.

Profesora en Filosofía y en Letras, la vida como monja la llevó, primero, a Villa Giardino, en Córdoba, y durante 16 años, a España, de donde regresó para establecerse en la localidad bonaerense de San Miguel, para por fin pasar sus últimos años, muy enferma, en Villa del Parque.

La Congregación de la Virgen Niña, a la que se consagró la hermana del cardenal, surgió en 1832 en el norte de Italia como Instituto de las Hermanas de la Caridad.

La casa de los Karlic, en Oliva, pronto quedó demasiado grande.

Catalina Karlic, la hermana del medio, se vio un día sola, al frente de la casa familiar, al cuidado de su padre.

Aunque “Cata” no quedaría para vestir santos: se casó, formó familia, tuvo hija, nietos, enviudó, la hija se marchó de Oliva, los nietos también, y aquel día que la visité en su casa estaba como al principio, sola, y quejándose de los achaques de la edad y la lejanía de los parientes.

Pero antes de que ocurriera todo eso, que Estanislao ingresara al Seminario de Córdoba, que “Cata” contrajera matrimonio, que papá Juan muriera, mucho antes de eso, siendo todavía jóvenes, los dos hermanos, menos Milka, que ya se había metido a monja, llegaron de visita a Entre Ríos.

Antes de ingresar al Seminario de Córdoba, Estanislao, junto a su hermana Catalina visitaron, en el verano de 1946, a los Baretic, en la casa que entonces tenían en la ciudad de Basavilbaso.

La foto, tomada un día de aquellas vacaciones, lo muestra al “Tano” con la misma estampa que tendría siempre: mirada lúgubre, sonrisa apenas, el pelo cortado al ras, un muchacho longilíneo.

Aquel verano del 46 en Basavilbaso el “Tano” se entregaba a las largas charlas sobre política, religión y guerras con el doctor Martín Stetler, un vecino del pueblo, y con el dueño de casa, Slavko Baretic, y algunas noches, solía ir a los bailes que se organizaban en el Club Atlético Basavilbaso, aunque condicionaba su permanencia más allá de medianoche con una imposición inapelable: no bebía nada a partir de las 12 de la noche.

Y al regresar a la casa, después del baile y la diversión, había que entregarse, ya al amanecer, al rezo del Rosario antes de ir a dormir.

Un año antes, en 1945, los Baretic habían visitado a los Karlic en Oliva. Ya para entonces Milka Mavric, la mamá del cardenal, había fallecido.

Eduardo Baretic, sin embargo, tiene todavía vivo el recuerdo de la visita de “Tano” y de su hermana “Cata” a Basavilbaso durante todo un mes en el verano de 46, cuando el futuro cardenal contaba ya con 20 años, y cuando todavía la vocación sacerdotal no se había concretado.

Basavilbaso fue la ciudad que eligieron los Baretic, emigrados croatas, para instalarse antes de mudarse a Gualeguaychú de modo definitivo.

Eduardo Baretic nació en 1936 –era diez años menor que Karlic–, creció en un pueblo de calles de tierra, jugando a la pelota en la calle y cazando pájaros con la honda, aunque su estancia allí fue corta: cuando cumplió los diez años se mudaron a Gualeguaychú porque en Basavilbaso ninguno de los hijos de los Baretic tenía asegurada la escuela secundaria.

No sólo pudo cursar la secundaria, sino también la Universidad, Medicina, aunque en La Plata. Se casó con una mujer de apellido muy ligado a Gualeguaychú, Stella Mary Garbino, quien fuera la primera reina del carnaval que con los años se conocería cada verano como “el carnaval del país”.

 

Ricardo Leguizamón

Extracto del libro “Karlic, las dos vidas del cardenal”, Editorial La Hendija

De la Redacción de Entre Ríos Ahora