La cúpula muestra un deterioro asombroso.
Desde lejos, se ve los estragos.
Se la ve distinta.
La Iglesia Catedral de Paraná, vista desde un décimo piso de calle Urquiza, se ve distinta.
Esa iglesia, así, deteriorada, venida a menos, carcomida, ha estado ahí desde siempre.
Desde que la ciudad empezó a habitarse.
Es que la historia de Entre Ríos es, en gran medida, la historia eclesiástica de Entre Ríos. La capital, Paraná, se creó en torno a la fundación de su primera capilla, en honor a Nuestra Señora del Rosario, donde actualmente está el templo mayor, la Iglesia Catedral.
Por decreto del 23 de octubre de 1730, el Cabildo Eclesiástico de Buenos creó el curato “de la otra banda” del Paraná, y para dar ornamentos e imágenes al nuevo templo, se manda traer todo lo que estaba ya en desuso en la capilla del Rincón, en Santa Fe.
Entre lo que se envía, llega la imagen de la Virgen del Rosario, que todavía se conserva: ocurrió el 27 de agosto de 1731.
Todo eso sigue ahí, en ese mismo sitio.
Sólo que a veces el paso del tiempo suele ser indolente.
Pero no logra borrar por complejo la majestuosidad de esa construcción que, aún hoy, sigue dominante el horizonte de la vista desde este décimo piso.

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.