En las crónicas policiales se habla de ella como Lucía Berrera, la mujer trans asesinada a puñaladas, cuyo cuerpo fue encontrado el jueves 18 en su casa de calle Ameghino, un caso que la Justicia busca desentrañar y determinar quiénes fueron los autores de ese crimen.
Pero Lucía también era una poeta. Editó su primer libro, «Rota», en 2018, como Lucía Torres Mansilla, con el sello editorial Caballo Verde. Es un pequeño libro de 15 páginas que ella editó, ella vendió, ella presentó.
Marita Balla, que su editora, dice que jamás usó computadora. «Escribía a papel y lápiz», la describe. «Era muy inteligente, gran lectora de grandes autores como Santo Tomás o Santa Teresa. Se educó en una escuela católica, el Colegio La Salle», cuenta.
La conoció en la Biblioteca Pedro Lemebel, y enseguida iniciaron una relación mediada por la literatura, los libros. La conoció como «La Loba», como se hacía llamar, pero enseguida acordaron que para su primer libro de poesía tendría seudónimo. Ella misma quiso llamarse así como se llamó finalmente: Lucía Torres Mansilla.
Era paciente, puntillosa, dedicada. Estuvo a punto de presentarse al Premio Fray Mocho de Poesía, pero al final desistió porque pensó que no llegaría con la cantidad de texto que necesitaba. Quedaron algunos textos suyos sin publicar.
«Le encantaba la literatura. Siempre decía que quería ser escritora», recuerda Marita Balla.
Acá, cinco de sus textos:
«Rota»
Ella no siente,
se desmorona
necesita
un amor.
Busca
en la noche,
en el firmamento,
en la calle,
un amor.
Desespera,
no encuentra
se olvida
de amar.
Busca hombres
que la amen
de a pedazos.
Y quiere ser feliz
en un abrazo.
Una contención.
Halla cuerpos,
inertes,
que abusan
de su aflicción.
Ella quiere un amor
lo desea,
lo sueña
y no pasa
nada.
En su corsé
ajustó sus miserias,
y en una minifalda
que traslucía
sus penas,
sostenía el marco
de sus delgadas
piernas.
Maquilló su cara
ocultó las lágrimas.
Pestañas amargas
que no dejaban ver.
Salió a una esquina
su esquina,
su oficina.
Ella vendía ilusiones
momentos vacíos,
quejas y pasiones
debajo de su piel.
En la esquina
de las noches
ella vendía
un poco amor.
Su corsé ajustaba
sus miserias
que aladas
y a contra luz,
escapaban
y se volvían
reales.
Ella
ven-día
ilusiones,
noches vacías.
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«La tarde sin dios»
Te quiero.
Te amo.
Te deseo.
Te te
Odio.
Veo tus ojos
y mi corazón late
¡Me has hecho feliz!
Busco en tus brazos
aquello que perdí.
y quiero tenerte
pero el miedo gana.
Busco tu mirada.
Busco tus palabras
y sólo encuentro
nada.
Algunas tardes
la soledad
me susurra,
me condena,
me aborrece,
me odia.
**********
«Partida»
Aún no lloré,
no floreció
la primavera.
Y busco en el viento
aquella verdad
que no dijiste.
Quiero que vengas
me tomes la mano,
estés devuelta.
La primavera
no floreció.
Mi pena revive
en cada espacio
de mi ser.
Te extraño,
te siento,
te busco,
no te encuentro.
Cuando te fuiste
te olvidaste
de que aún,
yo estoy aquí.
Sola.
Rota.
Partida.
**********
«Sola»
Ella camina,
sola,
rota,
partida,
invisible.
Con trozos
de seda,
papel,
dolor.
Quiere todos
a todos,
y a ninguno.
Y rota sigue,
despacio,
llorando,
muriendo.
Con nadie.
**********
«Huérfana»
Mis palomitas ya no están,
Volaron a otros cielos.
Ya no están.
Miro al cielo, buscando su cielo.
Quiero llegar arriba, estar cerca.
Las palomas no están.
Tengo que ser fuerte,
ya sé que tengo que aprender,
a caminar.
Pisar.
Sonreír.
Vivir.
Pero tengo el alma rota
y dos alas recosidas,
voy a volar, un poco más.
Llegaré a ese cielo,
se los prometo: palomas.
Habrá felicidad.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.