En la cuadra de calle Santa Cruz, la cuadra que está entre a Andrés Pazos y Urquiza, una boca de tormenta está rota, y el pavimento destruido, y ese combo forma un obstáculo riesgoso para cualquier automovilista que cruce la zona, para cualquier motociclista que no esté alerta, para un ciclista que no mire convenientemente adelante. Más, en días de lluvias torrenciales.
Los vecinos han hecho lo que hacen tantos en otras zonas de la ciudad con problemas parecidos: ponen una rama, un pedazo de cartón, una señal de alerta de esas, y un cartelito. El cartelito dice: “Peligro”. Pero hay que acercarse mucho y bien para leerlo. Aunque el peligro está, y se ve de lejos, es parte de la cotidianeidad de Paraná.
En Victoria y San Luis pasa algo parecido. Ahí hay un gran socavón. El agujero se abrió para arreglar algo. Ese algo que se arregló demandó mover tierra, pavimento, y dejar el socavón. Todo quedó así, desde hace semanas: ni siquiera hay señalización mínima, ni conveniente: no hay ninguna señalización que advierte a nadie.
Los sitios con aberturas en la calle, con pozos sin señalizar, con bocas de tormenta que están peligrosamente salidas de su sitio, se repiten. Pero por alguna extraña razón, hay sitios muy próximos con el mismo abandono. Es el caso de la esquina de Salta y Victoria: hay una parada de colectivos con un agujero abierto y sin señalizar: ahí, los automovilistas dejan sus autos, de modo que el pasajero debe ponerse a salvo del pozo, y cuando llega el colectivo, bajar a mitad de la calle para abordar.
Enfrente de esa parada de colectivo, justo en medio de la calle, un gran agujero abierto, montículos de tierra, una trampa para un automovilista que pasa con prisa y no advierta la situación.
Los casos siguen y suman. Y las soluciones que no llegan. Y la ciudad que se parte, se abre, se hunde.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.