Por Andrés Barbagelata (*)
Vivimos una profunda crisis, tanto a nivel individual como colectivo, local y global. Y nuestras respuestas a ese malestar individual es lo que acontece, se expande y se manifiesta a nivel colectivo. Y como bien dice Hugo Mujica (1), una crisis es también una posibilidad. Es la posibilidad de un paso adelante. Es una “posibilidad de ser”. En el plano urbano, Paraná transita una crisis, pero es al mismo tiempo la posibilidad de plantearnos lo que queremos ser como ciudad. Cómo queremos desarrollarnos. Con qué parámetros. Con qué modelo.
Está claro que al no haber una planificación en el crecimiento, se genera una situación anárquica dando lugar, entre otras cosas, a la especulación privada: “A río revuelto, ganancia de pescadores”, dice el dicho.
En urbanismo hoy en día se habla que estamos en la transmodernidad, donde se insta a revisar las teorías existentes urbanísticas (sobre todo en Latinoamérica) observando las tendencias globales de homogeneización, pérdidas de identidades que dominan la praxis arquitectónica, urbana y territorial. Donde se alerta sobre la tendencia hacia un proceso de reproducción de tipologías referidas entre sí globalmente pero con pocos referentes que las asocien a una cultura o un territorio local especifico, a una actitud regionalista, los cuales plantean la posibilidad de una modernidad “propia” o “apropiada”, esto es, diferentes “modernidades”.
También para apelar a propuestas innovadoras y democráticas que apunten a la igualdad y la solidaridad.
Una revisión del concepto de “naturaleza” occidental (donde la naturaleza es siempre pasiva, exterior a los humanos y un medio para un fin) con todas las consecuencias nefastas para el medio ambiente donde se descartan otras formas de entender el medio ambiente y la ecología (donde las personas son parte de la ecología y la naturaleza es un fin en sí mismo)
Un plan de habitabilidad
Un modelo a tener como referencia sin duda, pionera a nivel mundial en planificación urbana basada en el desarrollo sostenible sin sacrificar su patrimonio natural ni su acervo cultural es Curitiba, una ciudad de 2 millones de habitantes, justamente capital del estado de Paraná en Brasil, también conocida como la “ciudad sonrisa” y “ciudad ecológica”.
El plan ecológico de Curitiba tuvo como objetivo diseñar una ciudad para sus habitantes, no para las máquinas. Tiene una extensísima red de carriles para bicicletas y esto posibilita que 7 de cada 10 ciudadanos se movilicen en bicicleta.
Se basó en desarrollar un sistema de parques distribuidos estratégicamente que ayudan a descontaminar la atmósfera de la ciudad, promoviendo la conservación de las plantas. Los nuevos parques se crearon en antiguas canteras y recintos industriales recuperando esos espacios para el uso de la ciudadanía.
En Curitiba los edificios rodean la naturaleza y no al revés como suele ser. Se promueve que los edificios tengan fachadas y terrazas verdes. Lo que diferencia a Curitiba es que basa sus sostenibilidad por medio del poder público en colaboración directa con la propia sociedad. Tiene unos muy interesantes programas de reciclaje de la basura, como el Cambio Verde, donde las personas con bajos ingresos pueden intercambiar basura reciclable por frutas y verduras o el Eco Ciudadano donde los recolectores de material reciclable tienen la oportunidad de convertirse en trabajadores formales.
También es importante que la cultura ciudadana hace la diferencia en Curitiba, volviendo al tema de las crisis y las posibilidades, si damos un paso o nos quedamos en el antiguo modelo, esperando las soluciones desde afuera. Considero que como sociedad estamos ante una posibilidad, tenía que llegar el momento de preguntarnos, de cuestionarnos a fondo qué ciudad queremos, como y de qué manera queremos crecer, que modelo de ciudad queremos desarrollar.
Una oportunidad
A nivel de naturaleza, Paraná sigue siendo un diamante en bruto que deberíamos cuidar, preservar, revalorizar. Sigue siendo posibilidad de ser. Posibilidad que no podemos desaprovechar. «Ciudad paisaje» es nuestra marca, y tiene que ser más que nunca nuestra identidad. Eso es lo que diferencia a Paraná, su hecho natural, su valor paisajístico e histórico, sus antiguas construcciones portuarias , las barrancas, el río y sus islas: eso es lo que nos ofrece, eso es lo que tenemos que agradecer, y sobre todo lo que tenemos para ofrecer, algo cada vez más buscado a lo largo y ancho del mundo. Algo cada vez más difícil de encontrar. Ciudad y naturaleza, naturaleza y ciudad. Solo eso tenemos que hacer, cuidar su naturaleza, crecer en relación a la naturaleza, respetando la naturaleza, eso nos va a potenciar y nos va a asegurar un buen vivir, en el presente y en el futuro. Este es nuestro tesoro. Esta es nuestra fortuna.
Considero que todavía tenemos varios puntos de la ciudad por desarrollar y hacerlos parte de la ciudad. Con un plan de ordenamiento e integrador, hay mucho para hacer, hay mucha posibilidad de ser y potenciar exponencialmente la ciudad. Pero también debemos tener mucho cuidado con ese concepto antiguo y caduco de creer que hacer ciudad y convertirnos en una “gran” ciudad es hacer edificios en altura en todos lados y por cualquier lado.
Bajada Grande y el Parque Nuevo son unos de los puntos más desatendidos y que más debemos prestar atención, por su potencial, por su posibilidad, por su belleza.
La sombra de las torres
Ahora, volviendo a la realización de las torres en altura sobre avenida Estrada, considero, como ya expresé, que de esa manera de desarrollarse la ciudad, no se está respetando la naturaleza de la ciudad, no se está teniendo en cuenta que no se está integrando el parque ni las barrancas, que se le está dando la espalda, no solo teniendo en cuenta el río sino también el sol.
Es una noción básica del “diseño” urbano o, mejor dicho, un gran e irremediable error. Es como si en la fila de la escuela pusieran a los niños más altos primero, tan simple como eso, pero lo que quedaría atrás y abajo es el habitar de la gente, las barrancas, el parque, la ciudad, la historia, Bajada Grande.
Y para no quedarme solo en la crítica, a mi criterio, para desarrollar esa zona sería mucho más beneficioso para la ciudad y para el Parque Nuevo que los edificios en alturas se desarrollen sobre avenida Larramendi, eso abriría la ciudad al Parque Nuevo. Sería un propuesta más integradora a nivel social, potenciaría el uso del Parque Nuevo, y al ser la parte más elevada ofrece para los edificios en alturas hermosas vistas en todas las direcciones. Así se mantendrá también el perfil urbano. Es de muy fácil acceso al centro y a la costa, y responde a un nuevo concepto también que son las ciudades caminables que se están pensando en post pandemia.
Hemos visto cómo en la pandemia aumentó considerablemente el uso de la bicicleta por lo que me da una esperanza, una posibilidad de soñar, soñar una ciudad con una calle que sea solamente peatonal y para ciclistas (que es lo hermoso de Curitiba), con árboles, que recorra la ciudad, que una los parque y plazas, el centro, se conecte con Oro Verde, con San Benito, con Colonia Avellaneda.
Que esta crisis nos haga pensar y cambiar desde lo individual y así se expanda a lo colectivo, que es el verdadero cambio. De abajo hacia arriba.
(1) “El fruto de toda crisis, su insoslayable don, es una nueva mirada, sobre lo viejo y lo nuevo.
Una nueva mirada, una nueva medida, un nuevo valor.
Cada crisis nos manifiesta, nos revela, que lo mismo deja de ser igual a lo que era. La crisis nos advierte que la vida, nuestra vida, no cabe más en el pasado, que algo nuevo no acaba de entrar en él, que algo nuevo inaugura una nueva medida.
Un nuevo comienzo. Una altura nueva. Una nueva diafanidad.
La vida, ella misma, en cada paso, es trance, crisis: lo que está en juego, lo que se acrisola en cada paso, somos nosotros. En nosotros separa el miedo de la esperanza, lo mezquino de lo generoso, lo vil de lo noble.
Cada uno de nosotros somos el resultado de la cobardía o la osadía, la apertura o el repliegue, el paso adelante o el retroceso con que respondimos a cada crisis…
Lo que entregamos o lo que retuvimos, lo que nacimos o lo que nunca llegaremos a ser.
Cada uno de nosotros somos lo que en cada crisis dejamos fecundar, lo que en cada una dejamos nacer.”
Una crisis
-crítica y crisoly como todas ellas, ruptura.
Crisis entonces es la vida cuando abre espacio: irrumpe, rompe
y brota.
Fragmento de “Crisis y Fecundidad”, del poeta y pensador Hugo Mujica
(*) Arquitecto.