Por Tatiana de la Cruz (*)

 

Esta semana pudimos, después de un largo tiempo de virtualidad, volver a las aulas. El lugar donde me siento plena y feliz. Sabía que esa vuelta implicaba un riesgo, decidí tomarlo asumiendo que los protocolos eran seguros, asumiendo que del lado de las familias se exigía la presencialidad, por lo tanto, la estarían cuidando tanto como yo.

El viernes a la noche me avisaron que debía aislarme por posible sospechoso de un alumno.

Sinceramente lo tomé con tranquilidad, sabía que era uno de los posibles riesgos que debo asumir al estar en contacto constante con 18 burbujas en diferentes escuelas (además ya me había aislado dos veces por la misma situación).

La tristeza profunda vino después, al enterarme de que ese alumno fue a la escuela teniendo a ambos padres en su casa con hisopados positivos. No lo podía creer.

Y ahí aparecieron los «quizá». Quizá fui demasiado ilusa, quizá no pensé en que todavía hay inconsciencia y falta de empatía social. Quizá confié demasiado en la responsabilidad individual… Quizá la sociedad que exige las escuelas abiertas, sigue sin comprender que el protocolo dentro de las escuelas no sirve de nada cuando afuera cada uno sigue con su vida «normal». Quizá los números de la UTI no alarmen a nadie.

Quizá…

Este posteo no es para «victimizarme», ni mucho menos, sino para que de verdad seamos responsables de nuestros actos, que cuidemos y valoremos realmente la presencialidad que tanto extrañamos el año pasado. Nuestros actos no son individuales, repercuten en todos los que tratamos a duras penas de continuar con la escolaridad.

Escuelas abiertas sí, pero con responsabilidad.  En caso contrario, aunque me duela en el alma, prefiero seguir educando desde casa.

 

 

(*) Tatiana de la Cruz es Profesora de Lengua y Literatura en cinco escuelas de Gualeguaychú. El posteo lo realizó en Facebook el doming0 20 del actual.