El 6 de marzo comenzarán las clases en la provincia y las escuelas se preparan para recibir a los alumnos, que no sólo concurren a estudiar sino también a recibir un plato de comida. Al igual que otras instituciones educativas de la provincia, la Escuela Nº 76 Maipú, de Santa Elena, en el departamento La Paz, cuenta con un comedor cuyo espacio, conforme pasaron los años, ya no tiene capacidad para la cantidad de chicos que asisten. La institución comenzó a peticionar obras de ampliación en 2007 y aún espera respuestas.
Carlos Genre Bert, director del nivel primario, contó que en 2016 el comedor recibió diariamente cerca de 240 chicos, en un espacio con capacidad para 45. Para poder dar el almuerzo de todos los días, las autoridades educativas distribuyeron a los alumnos en cinco horarios: el primer turno comienza a las 11, 30, y el último, a las 13.
El directivo detalló el sistema de organización: “El secundario come en horario de clases, a las 11,30; las cocineras lavan los platos para atender el turno de las 12, que sale de la primaria, terminan y viene el turno tarde de la primaria, que come a las 12,20, y luego es el turno de otro grupo, que almuerza a las 12,40. Por último, almuerza el otro turno tarde del secundario, cerca de las 13”.
A raíz de la falta de espacio en el comedor, desde la escuela se elevó el 17 de marzo de 2016 una nota a la Coordinación Zonal de Arquitectura de La Paz. En aquel escrito, pronto a cumplir un año sin una respuesta concreta, se solicitó “reevaluar la ampliación del comedor escolar, pedido obrante en el expediente Nº 8-76-426. Grabado: 716474” y especificó que el espacio en el que comen los alumnos mide 4 metros de ancho por 10 de largo.
Entonces, se indicó que los niños comían distribuidos en tres horarios entre las 12 y las 13, “debiendo, a veces, llevarse la fruta en la mano para darle paso al turno siguiente”, escribió Genre Bert hace un año, en busca de conmover al funcionario de turno. Luego, los horarios para comer se ampliaron a cinco. La nota también contenía otros reclamos, como la falta de agua y la inconclusa obra de un playón para deportes.
“Hace un año que estamos esperando soluciones y la situación sigue igual”, afirmó ahora Genre Bert y subrayó que el “expediente por el comedor es de 2007”. Es decir, los directivos que lo antecedieron comenzaron a peticionar la obra hace exactamente 10 años.
En diálogo con Entre Ríos Ahora, el profesor recordó que “el comedor surge por una sociedad de madres, entre 1974 o 1975, cuando vieron la necesidad de tener uno para los chicos carenciados. Entonces armaron el saloncito que no entran más de 45 chicos”.
La refacción de la cocina es otro de los reclamos del directivo. Compuesta por un horno pizzero a centímetros de dos garrafas; una mesada y una estantería con un par de cacerolas y un fuentón donde se guardan las tazas, la cocina tiene el aspecto de un cuarto abandonado. “Estoy pidiendo la refacción de la cocina porque no hay condiciones óptimas laborales. Llega a haber una explosión y mata a la cocinera y a los gurises, porque pegado a la cocina hay un aula. Me preocupa eso”, sostuvo Genre Bert.
Sobre esta solicitud, señaló que las nuevas autoridades de Arquitectura de la zona se comprometieron a trabajar un presupuesto y elevar un “plan de emergencia”. Mientras aguarda noticias sobre el proyecto, el director sólo tiene algo en claro: “si no protestás no les interesás y seguís esperando”, sentenció.
La escuela al hombro
Genre Bert contó además que, ante la falta de recursos, junto a docentes y padres realizaron ventas de empanadas que les permitió juntar fondos para comprar sillas, pintar la escuela y pagar la instalación eléctrica antivándalos. Y dio números: “La pintura costó 14.580 pesos; la instalación eléctrica antivándalos 8.192”. “De donde podemos juntar algo vamos juntando. Lo único que recibo del Estado son 493 pesos para limpieza por mes. No me alcanza para nada”, afirmó. Asimismo, señaló que en 2016 la Fundación Sí donó a la escuela 50 pupitres, 100 sillas y útiles escolares.
Entre Ríos Ahora ha contado otros casos de escuelas entrerrianas en las que faltan recursos, al punto que los directivos, docentes y padres se transforman en el sostén económico de la institución. Pero las historias suelen tomar relevancia pública cuando un hecho desgraciado ocurre, y es cuando se comienza a buscar responsables.
En Paraná, el año pasado, el salón de música de la Escuela N° 3 Bernardino Rivadavia se incendió ante la mirada atónita de quienes mucho antes habían realizado infructuosos reclamos para que se solucionen los problemas edilicios ; otra escuela de la capital, la N° 1 del Centenario, realizó un insólito sorteo entre los alumnos ante la falta de bancos ; también se conoció la historia de la Escuela Nº 114 Octavio de Paoli, de Concepción del Uruguay, que funciona de prestado en unas instalaciones que pertenecen a un frigorífico de una empresa avícola mientras aguarda un edificio propio . A esa lista se suma ahora la Escuela Nº 76 Maipú que hace 10 años espera un comedor nuevo.
Gonzalo Núñez
Especial para Entre Ríos Ahora.
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