Nickson Pierre-Louis tiene 29 años y hace tres que vive en las cercanías a la capital entrerriana. Llegó al país en 2019 y fiel a sus convicciones dice que su estadía es un tiempo de aprendizaje y fortalecimiento “para volver a luchar a Haití” donde participó por la reforma universitaria.

Haití, como otros países de América Latina y el Caribe, es testigo del avance de las lógicas mercantiles en el campo educativo que no sólo se limita al nivel secundario, sino también y sobre todo, al desarrollo e ingreso de sectores ligados a la promoción de la privatización de la educación en su nivel superior. Una realidad que se ha implementado en múltiples facetas. En su país de origen, “el exámen de ingreso es eliminatorio y la inscripción es paga”, afirma Nickson. Estas modalidades mixtas entre el sector privado y el público conjugan una suerte de transferencia de responsabilidad que debe brindar el Estado para garantizar una educación inclusiva, privilegiando en cambio, aspectos como la meritocracia, las competencias individuales y los privilegios de clase.

Nickson es oriundo del departamento haitiano Artibonito, a dos horas y media de Puerto Príncipe. En la capital del país caribeño fue donde estudió Sociología y, más tarde, por las mismas razones que lo impulsaron a venir a Argentina, migró a República Dominicana, donde además cursó la carrera de Agronomía.

—¿Qué te impulsó a migrar?
—En Haití participé en la lucha por la reforma universitaria. En cada facultad de la universidad pública hay entre 4 mil  y 5 mil inscriptos pero solo entran cien o doscientos estudiantes. Dicen que no hay espacio, que faltan profesores. Con lo recaudado en eso se puede mejorar. Cuando entré a la facultad me uní al grupo llamado ‘De Gramsci’—alude a Antonio Gramsci, filósofo marxista— que luchaba por un país mejor, por mejoras salariales para los obreros y que no esté bajo el control de Estados Unidos. Pasamos por la vía legal, hablamos con el decano, con el rector y fuimos al Ministerio de Educación pero no tuvimos respuesta. Nos manifestamos e hicimos bloqueos pero el gobierno semi-colonial nos echó y cerraron las facultades de Ciencias Humanas, de Enfermería y de Derecho. Cerca de veinte estudiantes quedamos afuera de la universidad y algunos tuvimos que dejar Haití. Ahora estamos todos estudiando (en el exterior), algunos en Canadá, otros en Venezuela y yo acá.

—¿Cómo fue el proceso de migración hacia Argentina?
—Para venir como estudiante primero me inscribí en la universidad y después la Dirección Nacional de Migraciones me dio un permiso de ingreso. Este proceso duró ocho meses. Después empecé los trámites en la Embajada de Haití. En octubre de 2019 perdí mi pasaporte con la visa y recién en enero de 2020 pude rehacerlo. Finalmente, llegó en agosto de ese año. En 2021 me dieron tres residencias precarias —refiere a la que otorga la Dirección Nacional de Migraciones durante tres meses mientras se tramita la residencia, temporal o permanente— y en abril de 2022, me entregaron el DNI por un año, de forma temporaria.

—¿Qué significa ser migrante?
—Es un derecho. Una persona debe poder elegir dónde vivir.  Es una situación difícil dejar tu país, tu familia, tu cultura pero a la vez es un derecho. Ser migrante es para contribuir a reconstruir o construir algo en el país, no solo aprovechar la educación. El mundo es para nosotros. Nadie debería tener límites para viajar. Lucho por los derechos de los migrantes para que podamos vivir en los países en que queramos.

—¿Por qué Argentina?
—Es un país que te da la bienvenida. En la Constitución lo dice, si venís tenés derecho a estudiar, a la salud, a vivir como un argentino más. Es un país que está disponible para darte protección como migrante. Además tiene una lucha en la idea que yo defendía, algo en cuanto a los movimientos sociales. Tenía la oportunidad de irme a Estados Unidos o a Canadá pero fui víctima por culpa de las políticas de esos países. La Embajada de Canadá en Haití me llamó, me ofreció ir allá y yo dije que no. Migrar no fue una decisión que quería tomar. Mi mamá estaba muy preocupada. Yo quería seguir estudiando. Mi familia, la organización social en la que trabajaba y compañeros de Haití y de Argentina me apoyaron. Llegué a Entre Ríos porque una de las monjas que trabajaba en la organización era de Paraná y me ayudó a venir.

 

—¿Cómo vivís las cuestiones sociopolíticas de tu país al estar lejos de él?
—Me afecta todo lo que pasa, me quema adentro. No estar presente en nuestra lucha para ayudar a los compañeros, a mi pueblo que está en una situación difícil. Siento que me falta la lucha. Me afectan las situaciones económicas y sociales porque mi familia trabaja allá y mis compañeros no pueden ir a la universidad por los casos de secuestros e inseguridad. También tuve un compañero de la organización que fue víctima del terremoto. Todo eso me afecta desde afuera del país.

—¿Cómo vinculás tu activismo en Haití con la vida en Argentina?
—Lo primero que hice cuando llegué acá fue buscar una organización para luchar. Tenía buena relación con Frente Patria Grande y también me encontré con los chicos del Movimiento Socialista de los Trabajadores. Participo en algunas actividades con cada uno pero puedo decir que estoy más con MST que con Patria Grande.

Nickson refiere que en la ciudad entrerriana en la que vive la gente es muy amable. Incluso durante la pandemia se sintió muy acompañado. “La gente estaba muy preocupada por mí”. Decían “tenemos al haitiano acá que está lejos de su familia” y por eso, “me preguntaban si necesitaba algo”, recuerda. Sin embargo, también reconoce que la xenofobia es una cuestión transversal:

—Pero como en todos lados, sí hay casos de racismo y discriminación. Trabajé con extranjeros en Haití que también eran víctimas de algunas cosas—afirma.

En cambio, en cuanto a las tradiciones y prácticas, tiene otra perspectiva.

—¿Cómo se conjugan las tradiciones nativas con las locales?
—Comparto la cultura haitiana pero quiero aprender más de la cultura argentina, cómo viven las personas, la lengua, la danza, la música, ver algo diferente a mi país. Quiero aprender en vez de exponer sobre mi cultura, que la quiero mucho pero también se trata de respetar la de los pueblos.

—¿Qué implicancias tienen tus planes futuros con la migración?
—Quiero volver a Haití. Automáticamente a que termine mis estudios quiero volver para seguir la lucha. También hay ciertas decisiones con las que hay que ser flexible. Me peleé mucho con mi novia porque me decía que vaya a vivir a Estados Unidos y yo no quería. Muchos me dicen que Argentina está pasando por una situación socioeconómica difícil, pero quiero quedarme acá. Es un país que tiene personas y la capacidad profesional suficiente como agrónomos, médicos, científicos, hay de todo. Argentina es un país que tiene un nivel de producción muy alto y Haití me necesita más que Argentina. Le voy a servir más a mi comunidad allá, que acá.

 

 

 

Publicado en la revista Riberas. El texto completo, en el siguiente enlace