Es diputada provincial por el departamento Federación.  Fue concejal en su pueblo, Chajarí,  y, desde antes aún, una voz activa del radicalismo entrerriano. Gabriela Lena divide la semana entre sus obligaciones en la cámara baja, en Paraná, y la escribanía en su lugar de origen.  Dice que sostener la actividad privada coopera en dos sentidos, le ofrece una distancia del micromundo que rodea Casa de Gobierno y le permite independencia en términos  económicos: “Yo quiero vivir de mí profesión. Me da la posibilidad de decir lo que pienso, yo pago la olla”.

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Lena tiene un hijo de 18 años que estudia ingeniería en Santa Fe y su ex marido también se dedica a la política. Es, actualmente, secretario de Obras Públicas en Chajarí. Si bien Santiago está enfocado en driblear con éxito su ingreso universitario, ella sospecha que en algún momento se va a interesar por la militancia. Un stiker verde, con la leyenda es legal o clandestino, entre sus cosas, dejó flotando una idea sensible respecto a los asuntos del debate público. Quizá, en algún momento, piensa ella, transite ese andarivel de militancia que en su familia viene de larga data.

El padre de Gabriela fue dos veces senador por el departamento Federación. También era escribano y radical. Su madre fue docente, militante gremial, concejal y vocal del CGE durante el segundo gobierno de Sergio Montiel. Pero la política ya impregnaba el decir y el hacer de generaciones anteriores y con diferentes matices.

La abuela paterna  era socialista, atesoraba un atado con cartas que había intercambiado con Alicia Moro de Justo y le hacía a escuchar a los nietos las grabaciones de los discursos de Alfredo Palacio. La abuela materna, en cambio, era “fanática radical”, de Leandro Alem. Había, también, una pata peronista en la mesa familiar, pero el radicalismo era mayoría.

Gabriela empezó a militar en la secundaria, en la conformación del centro de estudiantes de la Escuela de Comercio, durante los últimos años de la dictadura.  Sin embargo hay muchos recuerdos políticos previos a su participación formal en una agrupación. A veces  lo seguía a su padre a las reuniones de Renovación y Cambio en distintos lugares de la provincia, entre ellos, en la casa de Chacho Jaroslavsky, en Victoria.

En su casa también había reuniones y actividad política aún en plena dictadura, por lo menos hasta que se llevaron a su padre. Estuvo desparecido por unos 20 días. Entonces también allanaron su casa y se llevaron los libros. Gabriela recuerda a los militares rebuscando en la biblioteca y recuerda la intervención de un familiar vinculado a las fuerzas que pudo incidir para que su padre pasara a disposición del  Poder Ejecutivo. Para que volviera del pozo donde acometía la muerte.

“Mi papá estuvo desaparecido y recién nos enteramos de todo lo que le había pasado un día antes de su fallecimiento, jamás había contado nada. Tenía cáncer, estaba internado y un día antes de morir, muy lúcido, empezó a contar lo que había pasado, como lo habían picaneado y donde había estado preso. Siempre fue muy reservado, nunca le gustó ponerse en ese lugar de víctima, no reclamó la indemnización.  Hay muchas cosas que me enteré de mi viejo luego de su muerte”,  dice Lena y se le entrecorta la voz.

Esos días, revividos ahora, se remontan también con una sensación de soledad y abandono. “Nadie se quería juntar con mi hermano y conmigo, los vecinos ni si quiera querían traernos de la escuela, nos esquivaban hasta el saludo”.

Lena elige y se queda con el recuerdo de su padre. Ella y su hermano tenían que saber el preámbulo de la constitución de memoria y debían, además, poder explicar su sentido. Si resultaba bien, satisfactorio, podían acceder a un regalo, a una salida, a un premio.

Su primer referente político fue en efecto José Luis Lena, su padre. Después lo conoció a Raúl Alfonsín. “Lo vi de chica en una de esas reuniones y era distinto, distinto a los demás. Cuando él recitaba el preámbulo en la campaña del 83 la energía que generaba era increíble”.

Estudió abogacía en la Universidad Nacional del Litoral y escribanía en Buenos Aires. También hizo una licenciatura en Sociología, de la que tiene pendiente cuatro materias para sumar otro título de grado.

Su participación política, durante mucho tiempo, estuvo contenida en la vida interna del partido. El primer cargo electivo llegó en la gestión anterior cuando fue concejal de Chajarí.

“Yo soy radical, me gusta pertenecer a una organización. Uno tiene que estar donde es necesario y participar en donde le toque con las mismas ganas y eso hice siempre. Yo soy una militante, el cargo es un accesorio”, asegura Lena.

La legisladora considera que más allá de los avances de las mujeres en territorio político, la provincia de Entre Ríos sigue siendo “muy conservadora”.

“Las legisladoras que estamos son las que exige el cupo, hay una cada cuatro y tenemos el cuatro, no encabezamos ninguna lista.  Esta provincia sigue siendo muy conservadora, también hay muy pocas intendentas. La mujer cuando es candidata es más propensa a que se la agreda o que saquen cuestiones personales. Lo sufrimos todas las mujeres con actividad política, si llegamos es porque nos acostamos con alguien o porque somos  la esposa de o la amate de y la mujer que llega, generalmente, es porque se lo merece, porque es militante, porque ha trabajado”.

Lena reivindica las raíces y la historia del radicalismo, pero considera que “si uno no se va modernizando te vas quedando en el tiempo, tenemos una rica historia, pero no podemos vivir de los muertos y de los cuadros. En este contexto, lo acompañé a Ernesto Sanz con la conformación de Cambiemos, me pareció que era importante crear un espacio común para evitar el populismo que no nos estaba haciendo bien”.

A pocos meses de que se largue la campaña rumbo a 2019, no manifiesta ambición por la postulación a algún cargo específico, aunque aclara que le interesa la labor legislativa.

“Quiero ser parte de un grupo y donde sea necesaria estoy. A uno le gustaría ir creciendo, estar, vas aprendiendo, pero uno es parte de un equipo y tiene que estar donde se lo necesite, no donde uno quiera. Y continuamente capacitarse y no perder contacto con la gente”.

De niña se dedicó especialmente a la natación, pero ahora encuentra un cable a tierra en el deporte colectivo. En sus redes se la puede ver jugando al hockey con la camiseta de Curiyú, de Chajarí.

En casa, Lena mantiene el hábito de lectura que adquirió de niña con la colección Robin Hood y un poco después, con los libros de política, pero ahora intercala volúmenes sobre neurociencia, novelas y poesía. Algo de eso tiene por estos días en su mesa de luz, donde generalmente se acomodan las lecturas, activas o pendientes, junto algún retrato que conserva tibieza en la mirada y una noción del horizonte.

 

De las Redacción de Entre Ríos Ahora