Kosaka Kumiko, la monja acusada como encubridora de los abusos sexuales a niños hipoacúsicos en el Instituto Próvolo de Mendoza, tiene 42 años, nació en Japón, llegó a la Argentina en 1977 con el resto de su familia y se ordenó religiosa en la congregación Hijas de María del Huerto en el año 2000.
Desde que tomó los hábitos, recorrió varios institutos religiosos de su congregación, y entre otros destinos, estuvo en Paraná, en el Colegio Nuestra Señora del Huerto, según cuentan a Entre Ríos Ahora dos fuentes: un exsacerdote y un exalumno de la escuela. Allí estuvo en 2001, y su función fue la de catequista, la misma que siguió cumpliendo en distintos colegios de la congregación del Huerto, hasta que fue detenida.
Kosaka Kumiko llegó a Mendoza el jueves 3, después de permanecer un mes prófuga, y llevada a los tribunales, donde el fiscal Flavio D’amore la imputó por “comisión por omisión del delito de abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal, con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor encargado de la guarda, y por ser cometido contra un menor de 18 años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo”.
Aquí en Paraná, Kosaka Kumiko dio clases de catecismo. Eso hacía, dar clases de catecismo en distintos colegios religiosos después de haber estado en el terrorífico Instituto Próvolo, entre 2007 y 2013. Claro que no bien se dio a conocer el pedido de captura en su contra, tras permanecer prófuga un mes, fue expulsada de los últimos empleos que tenía: era catequista en el Instituto Santa Ethnea, y en el Jesús María, ambas de Bella Vista, en la provincia de Buenos Aires.
Quizá porque aquí estuvo a comienzos de la década es que la Justicia, cuando lanzó el pedido de captura, la buscó también en Entre Ríos.
La monja Kosaka Kumiko (42) se declaró inocente y quedó imputada como partícipe en los abusos a menores hipoacúsicos denunciados en el Instituto Antonio Próvolo de Luján, en Mendoza.
Después de dar testimonio durante casi diez horas fue enviada a la unidad penitenciaria de Agua de las Avispas.
Entre los hechos que se le imputan a la religiosa, está el haber entregado a una menor para ser violada y colocarle pañales a una víctima para que no se le noten las hemorragias que le ocasionaron los abusos sexuales. También por filmar a niños mientras se bañaban, hacerlos ver pornografía e incitarlos a que se manoseen entre ellos.
“Soy una persona buena que he entregado mi vida a Dios”, dijo cuando llegó a los tribunales de Mendoza.
El Instituto Provolo de Mendoza fue noticia en Argentina en diciembre del año pasado, cuando la Justicia detuvo a los sacerdotes Nicolás Corradi, de 82 años, y Horacio Corbacho, de 56, imputados por «abuso sexual agravado con acceso carnal y sexo oral» contra al menos una veintena de niños hipoacúsicos de entre 10 y 12 años. Los alumnos eran forzados a practicar sexo oral en presencia de los curas y algunos fueron violados y golpeados, según sus propios relatos.
La cabeza del infierno era Corradi, llegado a la Argentina en la década del 60 desde el Instituto Antonio Provolo de Verona. Desde allí lo envió la Iglesia para protegerlo de decenas de denuncias de violación de menores. No le quitó los hábitos, sino que lo alejó lo más posible del escándalo, bien al sur, en Argentina. Los abusos y las golpizas de Corradi se reanudaron en el país sudamericano, primero en La Plata y después en la Mendoza, 1.000 km al oeste de Buenos Aires. Durante los últimos años, Corradi encontró en Kumiko a un cómplice de peso, una mujer con carisma entre los niños e inmune a la culpa.
La monja forma parte de la congregación Nuestra Señora del Huerto y, desde su llegada al Provolo, tuvo a su cargo el cuidado de los 43 niños que en 2007 dormían en el instituto. Desde ese puesto ejerció, según los testigos, un papel determinante en la trama de abusos. Las víctimas son ahora adolescentes que, poco a poco, se han animado a hablar. En el expediente figuran la denuncia de la joven que contó cómo la monja ocultaba el sangrado de los vejámenes con pañales, la de otra menor que relata que era enviada por Kumiko a la habitación de Corbacho para ser abusada y testimonios “que dicen que la religiosa participó en tocamientos a nenas, les pidió que se toquen entre ellas y vio pornografía junto al celador Jorge Bordón (otro detenido) en un televisor”, relató el abogado Sergio Salinas, de la ONG Xumek, a cargo de la querella.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.