Por Luis Fernández (*)
Cuando el día jueves 21 de febrero los titulares en los medios de comunicación anunciaron que el costo de la Canasta Básica Total trepaba a los $ 26.442,92, una vez más se trazaba en el plano estadístico la Línea de la Pobreza en nuestro país. Ese límite referencial que no abarca suficientemente la condición de la carencia, ese que tampoco transforma automáticamente en estado de bienestar los ingresos que trepan un poco por encima de esa cifra. Por otro lado, la Línea de Indigencia, aquella que marca el costo mínimo de una alimentación adecuada, se establecía en $ 12.721,23. La “novedad” en la coyuntura de enero es que lo básico para no ser pobre ni indigente aumentó por encima del nivel inflacionario: un 3,7%, contra un 2,9 % del IPC, medición esta que considera rubros impensables de ser consumido por los sectores de menores ingresos. Simplemente el proyecto político – económico siguió profundizando el empobrecimiento social.
Esas cifras estadísticas que brindan los informes se acumulan mes tras mes, naturalizando una realidad que se agrava inexorablemente. En donde obviamente detrás de ellas hay personas, aquellas que cuando se expresan en cortes de calles y marchas molestan sus formas , aquellas que en su silencio de carencia ocupan el espacio público, aquellas que, pauperizadas, habitan la geografía de los lugares de más riesgo ambiental de las ciudades, aquellas que en el discurso mediático oficialista se denigra, estigmatiza y descalifica cotidianamente. Es decir, ambos, tanto la realidad social descripta, como el discurso estigmatizador y crítico de muchos medios, son los claros indicios de la ruptura del tejido social que propone un modelo económico neoliberal, excluyente, fragmentador e individualista. En un país cuya pobreza estructural abarca un tercio de su población, la realidad y el discurso público mayoritariamente trata de construir un sentido común que critique, expulse, sancione a los empobrecidos y no a sus empobrecedores, en el cual la usura y ganancia se priorice a las necesidades, en donde el escape y éxito individual se sobrevalora en detrimento del trabajo y el aporte a lo colectivo.
En un contexto en el cual la especulación financiera y la apertura económica destruyen sistemáticamente el aparato productivo argentino, sus consecuencias se desencadenan mediante una continua caída del poder adquisitivo de los ingresos. Sueldos, jubilaciones, pensiones y asignaciones sufren los efectos de una grave devaluación relativa del ingreso, respecto de los precios, particularmente aquellos que atienden los segmentos etarios más vulnerables; los adultos mayores y los niños. Estos dos extremos de la vida, que por sus condicionamientos naturales deben recibir el cuidado y la protección expresa del conjunto social en el que se integran, en nuestro país son los más afectados. Esto último, se aprecia casi cotidianamente en el caso de los adultos mayores, recortes de prestaciones sociales, actualización a la baja de jubilaciones y pensiones, quita de devolución del IVA, son los perjuicios que el modelo económico propone para ellos. Tal vez esta realidad se encuentra más presente en la agenda de los medios de comunicación, es decir es más visible que aquella que involucra a los niños, en cuanto al ingreso que ellos perciben a partir de la AUH, la Asignación Universal por Hijo. Ante ello es muy importante que como sociedad, es decir como colectivo humano con intereses en común, reconozcamos que es lo que pasa con la infancia que la integra, principalmente cuando diversas estadísticas dan cuenta que la Pobreza Infantil en la Argentina afecta a casi la mitad de nuestros niños. Pobreza, que de acuerdo a las consideraciones de Unicef es multidimensional involucrando; ingresos, servicios, vivienda, educación, etc.
Para referirnos a la AUH, debemos recordar que su origen como demanda se inicia en la crisis del año 2001, momento en el cual el Frenapo, Frente Nacional contra la Pobreza lanza una consulta popular para generar un Seguro de Empleo y Formación y una Asignación Universal para cada menor. Esta demanda logra su concreción en el año 2009 a través del Decreto 1602/09, por el cual se crea la Asignación Universal por Hijo, la que se fijó en $ 180,00 entonces. En la actualidad la AUH, después de casi 10 años, alcanza en la suma nominal mensual de $ 1816,00, de los cuales $ 1452,80 se cobran mensualmente y $ 363,20 se depositan en una caja de ahorro, cobrándose una vez al año cuando se acrediten los requisitos de escolaridad, sanitarios y de vacunación.
Haciendo un análisis de la significación de la AUH como ingreso, se puede decir que los $ 1.452,80, equivalen a $ 48,43 por día. Si a su vez se distribuyese en 4 comidas diarias, representaría $ 12,11 por cada una de ellas. A su vez, si deseáramos establecer, que porcentaje de necesidades económicas cubre la AUH, tendríamos que determinar cuál es el costo mensual de la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica Total para un niño. Para concretar esto tomaremos las equivalencias correspondientes a un niño y una niña de 10 años, respecto de la referencia estadística establecida por el Indec y que es un hombre adulto entre 30 y 60 años (Adulto Equivalente). En este sentido un niño de 10 años equivale al 79 % del costo de las canastas que corresponde al Adulto Equivalente y una niña al 70 % de la misma. Esta referencia nos permite determinar, que:
- La CBT para un niño de 10 años cuesta a Enero 2019: $ 6.760,48
- La CBT para una niña de 10 años cuesta a Enero 2019: $ 5.990,30
- La CBA para un niño de 10 años cuesta a Enero 2019: $ 2.704,35
- La CBA para una niña de 10 años cuesta a Enero 2019: $ 2.396,12
A su vez con estos datos, podemos determinar los requerimientos diarios de dinero para cubrir el costo de las CBA y la CBT y compararlos con el ingreso diario que proporciona la AUH, lo cual se visualiza en el siguiente cuadro:
Necesidad diaria en $ de un niño o niña para cubrir la CBA y la CBT
Claramente del cuadro se desprende que la AUH no cubre los costos de las canastas, es decir un niño o niña no puede garantizar con su ingreso una adecuada alimentación, requerimiento mínimo y necesario para tener una niñez saludable y una perspectiva optimista de futuro. Y esto se puede precisar más claramente cuando calculamos que porcentualidad de las canastas cubre la AUH. En este sentido podemos decir:
- Que la AUH de un niño de 10 años equivale a un 21,50% de la CBT.
- Que la AUH de una niña de 10 años equivale a un 24,25 %de la CBT.
- Que la AUH de un niño de 10 años equivale a un 53,72 % de la CBA.
- Que la AUH de una niña de 10 años equivale a un 60,63 % de la CBA.
El análisis comparativo, nos indica que en un país con pavorosos índices de pobreza infantil, el ingreso garantizado para que un niño cubra sus necesidades, apenas le permite adquirir la mitad o un poco más de los alimentos que necesita. Y sobre este tema, la alimentación, los nutricionistas refieren que, cuando un niño no recibe la alimentación suficiente y adecuada, el organismo prioriza el desarrollo muscular y óseo por encima del desarrollo neuromotor. Traduciéndose esto en dificultades de desempeño intelectual, propensión a enfermedades, y finalmente en limitaciones para imaginar y elaborar proyectos de vida superadores de su contexto de pobreza. Ante esta realidad, y como integrantes de la sociedad en la que lo observado se desarrolla, se revela como importante asumir un una actitud de demanda que exija al estado, que garantice que el ingreso de la niñez cubra el costo una adecuada alimentación. Es decir proteja el desarrollo de una infancia saludable, digna y esperanzadora.
Por último una salvedad, este artículo no tiene el fin de exhibir algún grado de sapiencia, pues los datos que lo componen rondan permanentemente nuestra realidad cotidiana. Más bien es una invitación a hacer una breve pausa, tal vez solo cinco minutos de reflexión, solamente los necesarios para plantearnos como sociedad ¿qué futuro le proponemos a gran parte de nuestros niños?, ¿cómo superamos el prejuicio y la estigmatización de la pobreza, en un país rico, pero apropiado por unos pocos?, ¿cómo zafamos esos nudos que nos atan al individualismo, para asumir un destino de conjunto?, ¿cómo… Bueno, solo eso, 5 minutos para repensarnos.
(*) Docente.