No quedó nada, más allá de los gastos insólitos y el inusitado esfuerzo por manejar la agenda pública a través de medios de comunicación cooptados por la extorsión de la pauta publicitaria o la compra directa. Ese es el legado del extinto Ministerio de Cultura y Comunicación que dirigió, con mano de hierro, el ahora diputado provincial Pedro Báez.
El nuevo horizonte que prometía inaugurar el Centro Experimental de Industrias Culturales de Entre Ríos se quedó corto y en puntos suspensivos. Tampoco hubo legado en un gobierno de su mismo signo político para el programa Música entre todos, aunque sí, en cambio, se debe reconocer el trabajo en las orquestas infantojuveniles, una iniciativa que en rigor pertenece a la Nación y se motorizó durante la gestión de Néstor Kirchner.
Lo que sí cambió, desde que Báez no está, fueron tres aspectos positivos: la Sinfónica de Entre Ríos superó los eternos conflictos que padeció a lo largo de su gestión, la provincia volvió a ocupar un espacio en la Feria Internacional del Libro y también recuperó la chance de promover el trabajo de emprendedores culturales a través del apoyo del Consejo Federal de Inversiones (CFI). Báez se había encargado de limitar la tarea de la Orquesta, retirar a Entre Ríos de la Feria y también de la posibilidad de recibir financiamiento del CFI.
Una fuerte pátina de artiguismo, que intentó dotar a Sergio Urribarr de una mirada histórica que no poseía, le costó al ministerio de Báez algunos contratos con Pacho O´Donnell y otros especialistas en Artigas, que le dieron fisonomía y lustre de artiguismo a una gestión desvalida de ideales.
En realidad, más allá de las máscaras, el Ministerio se encargó “engordar al Pato”, como dijo oportunamente Báez. Y para engordar al Pato había que hacer de los medios de comunicación de toda la provincia una propaladora de las acciones de Gobierno, sin cuestionamiento alguno.
Lo que se hizo fue un impactante cerco mediático a fuerza de pauta, censura y extorsión.
El desprecio de Báez por el periodismo es notable. El exministro apuntaba a que toda la información que se publicara en los medios de Entre Ríos naciera de su aparato gestor. Los funcionarios no hablaban, ni contestaban interrogantes. Ni los de primera línea, ni los de segunda. Se hablaba a través del Ministerio y se decía lo que el Ministerio tenía ganas de decir.
Báez censuró al nieto de Estela de Carlotto a través de todos los medios que le respondían, corrió a Mario Alarcón Muñiz de todos los lugares que ocupaba y revisó tapas de diarios, cada día, antes de que fueran publicadas.
Pero el exministro considera que hizo bien, más allá de las explicaciones que deberá ofrecer a la justicia por unas cuentas contrataciones directas, no sólo a la firma del cuñado del gobernador Juan Pablo Aguilera, sino también a la empresa del hijo de Julio De Vido -Nelly Entertainment- por una serie de spots televisivos que costaron casi 30 millones al Estado entrerriano.
Aún así, Báez sigue con su obsesión respecto a medios que ya no maneja y reflota en la Legislatura un proyecto de Sergio Montiel, que apunta a crear una Sociedad Anónima con Participación Estatal Mayoritaria (Sapem), cuya función sería el diseño, administración y la ejecución de políticas gubernamentales en telecomunicaciones, radiodifusión y comunicación audiovisual en Entre Ríos.
Se puede, claro, debatir la idea. Lo que no se puede es dejar pasar la ocasión de recordar, subrayar y apuntar que Pedro Báez fue en Entre Ríos el creador del cerco mediático más potente que se tenga memoria en la vida democrática entrerriana y que desde esa reconocida altura viene a proponer que el Estado cree su propia sociedad de telecomunicaciones y medios, seguramente, para garantizar la pluralidad de voces y el acceso a la información, como no lo hizo Baéz durante su gestión en el Ministerio, que no dejó nada más que recuerdos de censura.
Julián Stoppello
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.