El caso del testigo Sergio Romero, convertido en la octava víctima de los abusos y la corrupción de menores que se reprochan al cura Justo José Ilarraz, dará lugar a la apertura de un nuevo juicio contra el sacerdote, según adelantó a Entre Ríos Ahora el fiscal Juan Francisco Ramírez Montrull.
Romero declaró como testigo el miércoles 9 de mayo. En principio, no figuraba en la lista de testigos de la Fiscalía ni de los querellantes ni del defensor de ilarraz, Jorge Muñoz. Su nombre apareció luego de que testificara el sacerdote Leandro Bonnin, el 23 de abril. Bonnin integró el grupo de sacerdotes que en 2010 impulsó la redacción de una carta que finalmente se presentó al obispo de entonces, Mario Maulión. En ese texto, denunciaban los abusos de Ilarraz y pedían a la Iglesia que llevara el caso a la Justicia.
Bonnin ratificó ese hecho y también contó que el ex cura Carlos Gimeno le contó del caso de una víctima de los abusos de Ilarraz. Gimeno había escuchado a Romero, y se había guardado el duro relato de los abusos de Ilarraz. De todo eso recién se supo en las audiencias públicas del juicio a Ilarraz, y lo que siguió fue la búsqueda de ese testigo, octava víctima de Ilarraz.
Sergio Romero viajó del Sur, desde General Roca, Río Negro, a Paraná, para testificar el miércoles 9 de mayo ante el tribunal conformado por Alicia Vivian, Carolina Castagno y Gustavo Pimentel. Contó que estuvo en el Seminario Nuestra Señora del Cenáculo desde 1991 hasta 2003, y que en los primeros años, siendo un niño, fue abusado por Ilarraz.
Maximiliano Hilarza, Fabián Schunk, Sergio Romero, Hernán Rausch: sobrevivientes de los abusos de Ilarraz.
Siguió su vocación. Se ordenó cura en 2004, pero en 2005 renunció. Fue a contar al obispo Mario Maulión. Le contó por qué se iba, le habló de los abusos de Ilarraz. Maulión no le prestó atención. Antes se lo había contado al rector del Seminario, Juan Alberto Puiggari, y lo mismo. Aconsejado por su director espiritual, el sacerdote Néstor Kranevitter, decidió dejar Paraná, y mudarse bien lejos de su ciudad natal, María Grande.
Una semana después de haber testificado en el juicio a Ilarraz, de vuelta en Río Negro, ve todo lo que pasó con un poco más de calma. «Contar es sanador, es liberador. Obviamente que el miedo sigue estando, la bronca también. Uno no buscó nada de todo esto. Ir a Paraná no fue fácil. Dejar a mi mujer y mis hijos no fue una decisión fácil. Me motivó evitar que esto le pueda pasar a mis hijos. Todo eso me animó a contar esto. Pero es algo que me sigue dando miedo. No es que ya no pasa nada. El miedo sigue estando. Estoy en el Sur por Ilarraz. Fui parte de una historia que nunca me imaginé vivir. Los 41 años que voy a cumplir este año no han sido fáciles de sobrellevar. Volver a Río Negro era volver con recuerdos, con amargura, pero con una mochila más liviana, pero con el miedo que sigue estando, que no sabe a veces uno cómo vencerlo. Pero lo que quiere es que la verdad salga a la luz», dice, en diálogo con Entre Ríos Ahora. «Ir a Paraná no fue fácil. Volver fue liberador. Pero el peso sigue estando. Es como que necesita más tiempo», agrega.
En el viaje, aquel que lo depositó en 2005 en el Sur, Sergio Romero dice que ha ido perdiendo. «Siempre me tocó perder. Tener que viajar a Paraná para declarar en el juicio implicó que perdiera horas de clases. Pero perdí cuando tuve que dejar mi ciudad y venirme al Sur», dice. «Fui a pintar rejas a Córdoba, y con eso pude pagar el pasaje al Sur. Pero ahí perdí: tuve que salir de Entre Ríos. En 2012, cuando se dio el caso Ilarraz, empezaron a aparecer ciertas emociones, y eso llevó a la separación de mi primera mujer. Y ahora, cuando me tocó ir al juicio, tuve que justificar las ausencias, y empezaron los problemas en una de las escuelas en las que trabajaba. Lo que tuve que hacer fue renunciar a las horas que tenía ahí. Siempre este caso me hizo perder. Y eso es lo que te da rabia. Siempre por dar la cara, terminas perdiendo. Ilarraz, Puigari, Maulión no tienen idea de la vida que nos tocó», recuerda.
El juicio a Ilarraz, que lo enfrentó a roles totalmente ajenos a su cotidianeidad -jueces, fiscales, querellantes-, le dará también el empuje necesario para seguir con su proceso de sanación. «Todo lo que sea para sacarse de encima un peso es válido», acuerda.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.