La Iglesia de Paraná no supo poner en práctica aquello que predicó antes del comienzo del juicio oral al cura Justo José Ilarraz, el lunes 16 de abril.
El jueves 12, con un oportunismo llamativo, la curia dio a conocer un comunicado con el título «La Iglesia: por la verdad, la justicia y la prevención», en el que planteó: «El abuso sexual es un hecho aberrante que genera nuestro absoluto y total repudio. En tal sentido, rechazamos de manera terminante este delito cometido contra menores, el cual debe ser juzgado tanto por la justicia estatal como por la justicia canónica, en la búsqueda del completo conocimiento de la verdad y la aplicación de justicia».
Se olvidó que Ilarraz fue juzgado mediante un proceso sumarísimo por la Iglesia en 1995, y al año siguiente, condenado al destierro, luego de escuchar el relato de cuatro víctimas. Ese juzgamiento, muy peculiar, fue hecho con Ilarraz en Roma, lugar al que se había mudado en 1993 por autorización del arzobispo de entonces, Estanislao Karlic.
«Durante todo este tiempo, transitamos un camino que se inició con la sorpresa, el desconcierto y el dolor, al tomar conocimiento de la situación planteada. No estábamos preparados. No supimos cómo abordar el problema y actuar de una manera completa, o lo que hicimos resultó insuficiente. Por esto, pedimos perdón, por no saber cómo». dice el documento, dos párrafos después de haber admitido que es un delito.
«Siempre colaboramos con la justicia», planteo el documento, aunque uno de los testigos clave del juicio a Ilarraz, el actual sacerdote Pedro Barzán,residente en Italia, comenzó a ser buscado por los propios denunciantes ante la desidia de las autoridades de la Iglesia de Paraná. Ante la petición de colaboración de la Justicia para poder hallarlo, desde la curia sólo se limitaron a enviar una dirección de correo electrónico.
Barzán -nacido en Villaguay en 1970, ordenado sacerdote por Karlic en 1994- fue «bedel» en tiempos de Ilarraz y el primero que supo oficialmente de los abusos. No bien lo supo de boca de dos víctimas, Hernán Rausch y DC, se lo comunicó al rector del Seminario, Juan Alberto Puiggari, y éste, a Karlic.
Actualmente, está incardinado en la diócesis de Sabina-Poggio Mirteto. Y ejerce como párroco en la parroquia Santa María Magdalena.
Los datos respecto de cómo ubicar a Barzán (su teléfono) ya fueron entregados al fiscal de la causa Ilarraz, Juan Francisco Ramírez Montrull, por parte de un integrante de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico.
Barzán ya testimonió en la etapa de instrucción. Fue el 31 de octubre de 2012, ante el fiscal Ramírez Montrull.
Desde 2008 está a préstamo en la diócesis de Sabina-Poggio Mirteto (Italia). y en 2012, cuando aceptó declarar estaba de visita en Villaguay.
Contactado por el fiscal de la causa, Juan Francisco Ramírez Montrull, Barzán aceptó testimoniar en Tribunales en el marco de la causa que investiga los abusos de menores cometidos por el cura Ilarraz.
Barzán fue, mientras Ilarraz era prefecto de disciplina del Seminario Menor, responsable de los seminaristas, como estudiante avanzado que era. Allí, se los conocía como bedeles. Fue bedel desde 1990 a 1992. Dos años después, en 1994, se ordenó como sacerdote.
En 1995, cuando el arzobispo del momento, el hoy cardenal Estanislao Esteban Karlic ordenó realizar una investigación diocesana a partir de las denuncias hechas contra Ilarraz, Barzán declaró como testigo, y le preguntaron sobre una víctima: que si era creíble, que si era “normal afectivamente”.
Barzán dio un dato, que era “de su grupo de allegados”, en referencia a Ilarraz. Le preguntaron entonces si era “normal” ese grupo de allegados, la cercanía de seminaristas y formador, o si “llamaban la atención en algo”, le inquirireron. “Era un grupo bastante cerrado -contestó entonces Barzán-, muchas veces difícil de manejar a sus integrantes para mí, que era su bedel. Además, amparados por el mismo padre Ilarraz, gozaban de ciertos privilegios que no eran extensivos al resto de los muchachos. Esto hacía que fueran marcados por el resto, muy puntualmente, sus integrantes”.
En su primera declaración fue “reticente”, según la calificación de una fuente judicial. Dijo que en una oportunidad una víctima le refirió algunos hechos, que no pudo precisar, y que él le recomendó que hablara con su superior, el actual arzobispo, entonces rector del Seminario, Juan Alberto Puiggari.
No aportó demasiados datos de relevancia, aunque se supone en la Justicia que calló más de lo que dijo.
de la Redacción de Entre Ríos Ahora.