Un grupo de fieles de la parroquia Inmaculado Corazón de María, de Bajada Grande, le pidió con premura al arzobispo Juan Alberto Puiggari que visite el templo e intervenga ante la situación de deterioro en que se encuentra el cura Orlando Mattiassi, que reside en ese lugar desde que llegó, en 1976.

«Algunos miembros de la comunidad de la Parroquia Inmaculado Corazón de María nos dirigimos a Usted para invitarlo a venir a nuestra iglesia y poder así contarle de un tema que nos angustia, nos supera y es la salud del Padre Orlando», dice el texto de la nota que pusieron en manos de Puiggari.

En la curia admiten la situación enojosa con el cura Mattiassi, a quien sin embargo han estado «acompañando», aseguran, con apoyo terapéutico desde la casa sacerdotal El Buen Pastor. «Desde hace un tiempo se lo ha venido acompañando al padre en una situación de salud. No está bien del todo. Su desmejoría o su abandono es porque está rebelde a bañarse, cambiarse o tener arreglado su lugar», contó una fuente.

«Al padre hay que acompañarlo porque es un hombre grande, y con un temperamento fuerte. Físicamente se lo ve bien, pero su mente, no. Esa es la complicación. Hay un grupo de personas que lo quieren, que lo apoyan. No es fácil sacarlo de la parroquia, porque tiene muchos años ahí. Pero hay gente también que necesita el acompañamiento de un sacerdote. Por eso, el arzobispo ha ido cambiando los párrocos», agregó.

La nota de los fieles entregada a Puiggari agrega: «Pedimos como comunidad que un equipo de personas especializadas pueda hacer la contención y cuidados necesarios para que el Padre Orlando no siga deteriorándose, por él y por la comunidad que ve con tristeza el mal trato que tiene con los sacerdotes que han vivido en la casa, el Padre Mario, el Padre Lalo y ahora el Padre Tito», en referencia a los tres párrocos que sucedieron a Mattiassi luego de su retiro, en 2010: Mario Taborda, Eduardo Jacob y Héctor Albornoz, que llegó este año.

A sus 89 años, al parecer el cura tiene modales que escandalizan a los feligreses. «Es una parroquia pequeña, donde somos pocos los comprometidos, estas actitudes alejan a quienes queremos acercar. Los sacerdotes que han pasado por nuestra iglesia han tratado en todo momento de llegar a mas lugares de este barrio que crece cada vez más, todo ese esfuerzo se pierde con estas actitudes que nos dividen y nos separan», dice la carta que recibió Puiggari, hecho que reveló el periodista Mauricio Antematten el Jueves Santo, en su programa Códigos, de Canal Once.

«Sabemos de la obra que ha realizado en nuestra iglesia, queremos ayudarlo, pero el padre
Orlando no permite esa ayuda, solo quiere imponer su voluntad y no de la mejor manera», dice la nota que le llegó al arzobispo.

La fuente consultada admitió que el arzobispo se reunió con un grupo de fieles que le expresó su preocuplación por el estado de salud de Mattiassi. «Desde el HOgar Sacerdotal se le provee de personas que lo asisten: una psiquiatra, un médico y una persona que lo acompaña, un hombre que lo cuida y le controla la medicación», señaló. Pero no abordó aspectos relacionados a supuestas situaciones de acoso de parte del sacerdote.

 

Su historia

Mattiassi nació el 30 de octubre de 1932 en Colonia La Argentina, Federación, en el seno de una familia numerosa: 14 hermanos.

Alguna vez se permitió hablar de su vida, durante un extenso reportaje que concedió a El Diario.

-¿Siempre se portó bien siendo cura?

-Sí, totalmente. Un santo varón.

-¿Nunca tuvo novia?

-No, solamente en la escuela primaria, como todos.

Entró en los claustros de la Iglesia cuando todavía no sabía qué se amasaba al otro lado de su calle, en el mundo. No sabía qué era eso de vivir como un hombre más, sin horarios ni misal, sin reglamentos ni regímenes. Tenía once años cuando se fue con los curas de Don Bosco, los salesianos, y no se iría sino hasta cumplir los 40, el primero y único de sus quiebres con la vocación. Se fue dando un portazo y con una pátina de amargura en el alma que todavía le dura.

-¿Qué pasó, por qué se fue?

-Bueno, es una historia larga para contarla. Tuve que salir, yo pedí salir de la orden de los salesianos. Pasó que me enamoré de una mujer, y entonces dije no, esto no puede funcionar así. En ese momento era demasiado meticuloso como para seguir con las dos cosas. Y ningún sacerdote superior vino a decirme, pará, esto no es para tanto, esto pasa, esto va a pasar. No escuché esa voz. Solamente un solo sacerdote vino a darme un abrazo cuando me fui de Corrientes a Buenos Aires. Todavía siento el abrazo. Era un sacerdote seco, descendiente de ucraniano. Su abrazo fue como un apoyo en la espalda. El único que me despidió. El único afecto que me dieron.

-¿Qué pasó con esa mujer?

-Se perdió en la montonera.

A Bajada Grande llegó en 1976, luego de su exclaustración de los salesianos. Vivió un tiempo en el mundo, y al cabo de un año volvió a calzarse la sotana. Se fue en 1972, volvió en 1973, y al año siguiente ya tenía destino pastoral como cura diocesano: el entonces arzobispo de Paraná, Adolfo Tortolo, lo envió a La Paz, y allá estuvo un tiempo corto. El 3 de abril de 1976 se produjo el desembarco en Bajada Grande.

En 2010 llegó a Bajada Grande para sucederlo el cura Mario Taborda, también, como Mattiassi, muy extrovertido y también con una historia para contar

-Yo tuve momentos de crisis. Viví situaciones que no debe vivir un sacerdote, me enamoré de una mujer, algo que me hizo sufrir mucho. Pero yo no tengo vergüenza de eso. Yo lo digo públicamente, de esa situación aprendí mucho, y ahora es parte de mi felicidad. Me hizo aterrizar. Fue el comienzo de mi aterrizaje en lo humano. Yo pude empezar a trabajar mi condición de persona. Imaginate, ingresé a los 12 años al Seminario. Me desgajé de mi familia antes de tiempo. Si bien nunca dudé, no pude desarrollar la madurez lógica que debe desarrollar alguien que vive la relación humana en el trato con lo femenino, con el mundo. Viví un mundo entre algodones.

Esa relación, reveló, duró tres años.

-¿Te enamoraste? ¿A qué edad te pasó?

-Tendría 37 años. La situación, entiendo yo, fue producto de haber tenido demasiado laburo. Me pasé de vueltas, dormía poco. Empecé a angustiarme, vivía muy tenso. Pero yo nunca busqué a esta persona. Nunca pensé que la situación se daría así, pero bueno, fue lindo, y hoy lo agradezco. Hoy tengo una linda amistad, sana, con esta persona, una relación libre. Pero siempre hay que ser prudente y cuidadoso, porque uno nunca pierde las pulsiones de la humanidad.

 

 

 

 

De la Redacción de Ente Ríos Ahora