El encuentro sucedió este viernes, a la mañana.
Cuatro concejales del Frente para la Victoria (FPV) de Paraná acudieron a la curia, y se sentaron a la mesa de reuniones con el arzobispo Juan Alberto Puiggari.
La sala es una sala fría, despojada, y la mesa que domina la sala es larguísima, pesada, de otra época.
Un olor a madera, un color oscuro.
curia1
A la cabeza se sentó Puiggari, quién si no, y los cuatro concejales se repartieron dos por lado. Enrique Ríos y Cristina Sosa, a la derecha; David Cáceres y Sebastián Bértoli, al a izquierda.
Un encuentro distendido, a juzgar por las fotos.
Fueron donde Puiggari los concejales del FPV a hablar de los despedidos de la administración de Cambiemos en Paraná, convirtiendo así al jefe de una facción de la sociedad en una especie de primer ministro sin cartera.
La justicia de las sotanas.
“Nuestra gestión ante los principales actores de la sociedad paranaense, como es el caso del monseñor Puiggari, se enmarca detrás de los proyectos del Papa Francisco por una economía de la no desigualdad, de la no inequidad y por una economía de la no exclusión social, pues como dice el Santo Padre, esta economía es la que mata”, explicó la concejal Sosa, maestra, didáctica, con esa dosis de clericalismo innato que suele exhibir la clase política vernácula.
Convertido, pues, en primer ministro sin cartera, Puiggari había recibido antes de los concejales a un sector de la Asociación Trabajadores del Estad (ATE), la que comanda el municipal Juan Francisco Garcilazo.
curia
Garcilazo había envalentonado a un grupo de despedidos a montar un campamento frente al edificio de la Municipalidad, y les había suministrado toda la logística necesaria para permanecer allí el tiempo que hiciera falta, hasta la reincorporación de todos.
No fue necesario tanto estoicismo: la administración del intendente Sergio Varisco ventiló el prontuario de Garcilazo y encontró su pasado en el kirchnerismo, y en particular su cercanía con el polémico expresidente Amado Boudou.
Las fotos de Garcilazo con Boudou se viralizaron en las redes hasta el cansancio.
Al día siguiente, el campamento se levantó, con solamente 18 reincorporados de los 90 que se denunciaban al principio.
En medio de ese vodevil, Garcilazo pidió lugar en la mesa de Puiggari.
PUIGGARI
Garcilazo se sentó a la mesa con monseñor, y tras ese encuentro, salió sonriente, satisfecho. “Nos fuimos conformes porque vimos a monseñor compenetrado y comprometido con nuestra causa”, contó el dirigente sindical luego de salir de la curia, y reveló que Puiggari “se espantó” cuando supo de los despedidos, y dijo, además, que monseñor dictó una sentencia: “en este país debemos acostumbrarnos a vivir bajo la ley”.
Raro: monseñor no se lleva bien con la ley, ni con la Justicia.
Dos miembros del clero tienen sendas causas judiciales en investigaciones abiertas por abuso de menores, y monseñor no se ha mostrado particularmente colaborativo con la Justicia en ese terreno.
El sacerdote José Dumoulin se reunió con Puiggari en diciembre, y en esa reunión Dumoulin le dijo que no soportaba seguir integrando el clero de Paraná, cruzado por mentiras, doble vida y sospechas de abuso en más de un cura. Dumoulin le dio nombres y situaciones, identificó abusadores, y monseñor se encogió de hombros.
Después, monseñor dijo que había un caso de abuso que él había resuelto según la justicia divina aplicada por los hombres de este lado del mundo: mandó el sacerdote acusado de abuso a un cierto sector impenetrable del noreste argentino, y guardó el asunto bajo siete llaves. Nada le dijo a la Justicia sobre ese caso.
Aunque ahora, al parecer, monseñor anda pontificando sobre lo que debe hacer el mundo con la ley: “En este país debemos acostumbrarnos a vivir bajo la ley”.
¿Qué ley?
La fiscal Nadia Benedetti caminó el camino del Gólgota para conseguir que la curia le enviara la documentación que necesitaba para tramitar la causa contra el cura Marcelino Moya, con dos denuncias por abuso en la Justicia.
La curia jugó a las escondidas durante muchos meses, y retaceó información todo el tiempo que pudo.
“En este país, debemos acostumbrarnos a vivir bajo la ley”.
Estanislao Karlic antes, Juan Alberto Puiggari después, Mario Maulión en medio, ninguno de los tres acudió a la Justicia para denunciar a Justo Ilarraz, ahora procesado en una causa que impulsaron las propias víctimas de abuso.
No lo hizo Puiggari en otro caso que conoce bien.
No lo hace porque no confía en la Justicia, como se lo dijo al excura Gustavo Mendoza cuando le reprochó haber ido a declarar en la causa Ilarraz sin antes pasar por su despacho. “¿Vos confias en esta justicia?”, lo llamó al orden Puiggari, sin sonrisas, sin sonrojarse.
Entonces, monseñor no sonreía.
Ahora sonríe monseñor. Y se fotografía. Y dicta sentencias sentado en su poltrona: “En este país, debemos acostumbrarnos a vivir bajo la ley”.
Ricardo Leguizamón
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.
En Twitter; @ricleguizamon