• Por Rodolfo Miguel Parente (*)

La peste y «la cuarentena» despiertan en nosotros los más variados sentimientos, desde lo solidario hasta lo mezquino.

Por un lado, las contribuciones solidarias que se organizan sin distinción de credos, y por el otro, los viajes en avión (me recuerdan inexorablemente a otros) llevando valijas con «medicamentos» a un animador recluído en su palacete austral.

Sin embargo y sin perjuicio de la comunicación que integrantes del Ejecutivo Nacional brindan a la población, la situación dista y en mucho de estar compartida como corresponde entre los pilares de la democracia «representativa republicana federal», artículo 1 de la Constitución Nacional.

El Congreso no existe, está reducido a conversaciones telefónicas del Dr. Fernández con el titular de la coalición parlamentaria más importante o la convocatoria virtual a los gobernadores para que opinen; mientras tanto, la vida sigue impertérrita en las barriadas sumergidas del llamado «conurbano»  y no hay posibilidad cercana alguna – o por lo menos no se la vislumbra- que la Cámara de Diputados realice aunque más no sea una reunión de la Comisión de Labor Parlamentaria (que recordemos es la que organiza y planifica las sesiones y que está integrada por todos los titulares de los bloques políticos) a las que se podrían agregar los titulares de las Comisiones de Salud, Legislación Penal y Seguridad.

Y no existe posibilidad, o por lo menos tampoco se la vislumbra, que el Sr. Jefe de Gabinete de Ministros brinde el informe al que está obligado el que podría hacerlo a la Comisión que he indicado antes.

Nadie me convencerá (por lo que estoy viendo) que por las mejores intenciones que se tengan, la tentación de jugar en cancha chica y si es de fútbol 5 mejor, ronda por las cabezas de algunos funcionarios. Que yo sepa la Constitución Nacional no ha sido ni derogada ni suspendida y tampoco la Comisión parlamentaria que debe revisar los decretos de necesidad y urgencia dictados a la fecha.

Ni los países que alguna vez se vieron tremendamente complicados esquivaron al Parlamento; Churchill lo hacía mientras las bombas nazis caían una y otra vez sobre Londres y Franklin D. Roosevelt, por supuesto en otras circunstancias, pero aquejado de una cruel enfermedad que lo obligaba a trasladarse en sillón de ruedas no ignoró al parlamento. Contra lo que me digan y aún critiquen, creo que hay modos para que la democracia republicana funcione como debe ser y lo puede hacer en plenitud  mediante los mecanismos sugeridos.

Si no se hace, cada «toldería» -no lo digo yo sino que lo dijo Juan Manuel de Rosas refiriéndose a las provincias- hará lo que quiera y un país resquebrajado después de la emergencia, deberá asumir, con mayor dolor y menos solidaridad, los costos del desastre.

(*) Rodolfo Miguel Parente es diputado nacional radical mandato cumplido y exconvencional constituyente.