Un auto rodea el terreno central que forma una rotonda en el medio del Camping Toma Vieja.

Se llega por Avenida Blas Parera. Al final de Blas Parera hay una calle encajonada por una gigantesca construcción en ciernes: donde estuvieron los miradores que permitían observar el río, la inmensidad del río, hay una especie de obrador. Ahora hay un cerco perimetral que impide acercarse al borde de la barranca.

Al final de Blas Parera está la garita de control -no hay control-, y adentro del Camping, mucha gente. Tres hombres suben desde la ribera del río con cañas de pesar. Cuatro adolescentes toman mates sentadas en el verde que ahora es espacio público pero que antes fue parte del predio del boliche Budha, ese negocio que utilizó por un tiempo las instalaciones de la vieja planta de agua de la ciudad.

Budha ya no existe. Ni el restó Sr Anderson. Lo que queda son instalaciones desvencijadas, vandalizadas, rotas.

Más adelante, hay autos estacionados. Algunos, no se detienen en el Camping. Siguen hasta el final de la calle: la calle termina de forma estrepitosa frente a un portón corredizo. Dos automovilistas pasan por ese portón que se abre para unos pocos. Los habitantes del barrio privado Puerto Barrancas. Los vecinos privilegiados se evitan la polvorienta López Jordán y acceden a sus viviendas resguardadas de los fisgones por Blas Parera, atraviesan la Toma Vieja, abren el portón, y siguen su camino.

El resto de los paranaenses no pueden hacer lo mismo. El portón corredizo no se abre para todos. Una cámara de seguridad control quién entra, quién sale.

La apertura de esa aduana seca ocurrió en 2017. Primero hubo una tranquera de madera, como las de  campo. 

Después, en 2017, ya se instaló el portón corredizo, y se impidió el paso a todos. Sólo los habitantes del barrio Puerto Barrancas tienen permitido el paso por allí.

Del otro lado de la frontera seca, está la calle Pintor Augusto Nux. Pero esa calle está privatizada: es la calle de un barrio, no de la ciudad.

Esa calle la transitan los que tienen acceso a la apertura del portón automatizado. Ese portón automatizado se abre con una clave.

Casi nadie de los que están esta tarde de sábado en la Toma Vieja tienen esa clave, de modo que nadie podrá pasar del otro lado de la calle. Los que pueden atravesar la frontera son pocos. Poquísimos.

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.