Por Silvio Méndez
Para iniciarse en el universo de la ficción, el periodismo, la crónica, “hay que tener valentía”, dice Dolores Reyes en el auditorio Rodolfo Walsh repleto de gente que la escucha atentamente en la Facultad de Ciencias de la Educación. “La escritura no es para cobardes”, plantea la autora de “Cometierra”, porque desde la literatura, desde cierta cobertura informativa se narra una realidad abrumadora.
No es la primera vez que Dolores visita la capital provincial. Ya ha estado en la feria municipal “Paraná Lee”, aunque en esta oportunidad la ha precedido la polémica en la cual quedó envuelta su primera novela, castigada por sectores libertarios y conservadores que no ven con buenos ojos que la lean los adolescentes y se encuentre en las bibliotecas de las escuelas bonaerenses como parte de los materiales para la Educación Sexual Integral (ESI). En este contexto se brindó a una charla este viernes 6 de diciembre, donde contó sobre su nuevo libro, “Miseria”, sus inicios en el taller de Selva Almada, el valor las maestras y profes que animan a crear nuevos lectores, cómo va emergiendo “un corpus enorme” de escritoras que han estado silenciadas y que se agrupa para alentarse en este ejercicio solitario de registrar de modo sensible nuestro tiempo.
El encuentro con Dolores Reyes fue un ejercicio político. Su presencia “es un abrazo colectivo, es una respuesta colectiva al intento de censura, el intento de prohibición de sectores del gobierno nacional”, expresó la decana de Educación, Aixa Boeykens, quien apuntó la necesidad de frenar los mecanismos de odio y evitar que se naturalicen este tipo de recortes de textos, de personajes que pretenden “diseminar el miedo, generar el escándalo fácil”. Y no sólo eso, sino la necesidad desde la Universidad pública de poder también trabajar por los sectores sociales que la están pasando mal, víctimas de las desigualdades en las condiciones de un 50% de pobreza.
Esta Argentina contemporánea, en ese conurbano que desde las provincias se presenta como indescifrable, es el escenario donde transcurre las historias que Dolores escribe. Escenario donde vive y habita, en Pablo Podestá, de donde se nutre su trama narrativa al igual que su personaje, que come tierra para encontrar las chicas desaparecidas. “Yo crecí viendo este tipo de preguntas”, en las paredes, en afiches, en las siluetas en las calles “y en las organizaciones de mujeres que buscan a sus hijos e hijas en la tierra”. Siempre buscando a alguien, saber dónde está. Esta “realidad”, dice, se le coló en la escritura, en una ficción que termina incomodando “porque señala la realidad de una forma muy contundente”, sostiene. “La ficción molesta justamente porque tiene la capacidad deíctica enorme hacia las heridas abiertas de nuestra sociedad”. Y no sólo los femicidios, aclara, si no que todos aquellos episodios donde se da lugar la impunidad. “Nadie buscaría a Cometierra si la Justicia argentina funcionaría como debería funcionar”.
Tramas
“En serio me tienen que preguntar en dónde me inspiro”, suelta con ironía Dolores, para adentrarse a contar en cómo despliega su oficio. Cuenta cómo su escritura se nutre de su experiencia como madre, como maestra. Que escribe donde puede robar un poco el tiempo a sus otras ocupaciones. “No puedo irme tres meses a una residencia a Francia”, dice, porque aquí están esperándola sus siete hijos y sus demandas que, por estos días, entre viajes, entrevistas con los medios y actos de desagravios, le reclama asuntos de la vida cotidiana en el grupo familiar de WhatsApp “Bendiciones Reyes”. No reniega de su maternidad, para nada, asevera, porque en sus escritos “en mucho” habitan sus hijos y sus estudiantes de la escuela donde daba clases, habitan en sus personajes que toman sus rasgos, “homenajes en ausencia” a esos tantos alumnos y alumnas que transitan la educación pública “pese a sus condiciones más adversas”.
“Bienvenidos al universo de la palabra; no es un universo fácil, la escritura no es para cobardes”, lanza Dolores sin estridencias, en el mismo tono coloquial en el que habló a los que llegaron y permanecieron hasta los aplausos del final. Ya sea a través de “la ficción, la crónica, hay que tener valentía y defender los proyectos incluso ante las situaciones más impensadas”. Sus palabras no resuenan como una advertencia, es una invitación con la inflexión de las maestras, esas que invitan a “ese terreno libre de la escritura”.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora