La imagen se convirtió en viral rápidamente: la Virgen de los Dolores lloró sangre en la Parroquia Santa Teresita, de Paraná. El fenómeno se dio este miércoles por la noche, cuando en la capilla se encontraba orando un grupo de feligreses. Uno de ellos vio una extraña marca en el rostro de la virgen  y avisó a los demás, que no eran más de 20. Todos se acercaron y coincidieron en que se trataba de sangre.

La primera autoridad religiosa que se enteró del hecho fue el Padre Diego Rausch, de la Parroquia, quien a su vez dio aviso a otros fieles a través de las redes sociales y un grupo de WhatsApp.

En el audio enviado a los fieles, el Padre Rausch explica el acontecimiento que conmueve a la comunidad: «Muy buenos días queridos hermanos, movimiento, instituciones parroquiales. Me comunico con ustedes debido a lo que se está haciendo público de lo que ha sucedido anoche en nuestra Parroquia, un fenómeno extraordinario: la Virgen Dolorosa, que está al los pies del otro lado de la Virgen pero del lado de atrás en el templo, lloró sangre anoche, tiempo en que estaba el grupo de oración de la Renovación Carismática y otro grupo que estaba rezando en la Capilla del Santísimo. Es un fenómeno extraordinario como pasó otras veces, como pasó en la Parroquia Santo Domingo Savio».

Y prosigue el cura: «les pido la serenidad y la tranquilidad, la imagen la colocamos en estos momentos en la Capilla del Santísimo, en la esquina opuesta a donde está la Virgen del Rosario, y está siendo en estos momentos visitada. Esto no es un hecho extraordinario, algo no solamente para admirarlo sino para preguntarnos qué es lo que nos está pidiendo la Virgen a todos».

Y agrega que a su entender «el pedido de la Virgen puntualmente es conversión, conversión del corazón, rezo del Santo Rosario, ayuno y oración; y que la gente crea con el corazón realmente en Jesús y María. Creo que así podría sintetizar lo que ha pedido la Virgen, lo mismo que ha pedido la Virgen de Fátima que se cumplieron 100 años de su aparición hace unos días -el 13 de mayo- y esto a nosotros como comunidad nos tiene que hacer pensar muchísimo y pensar sobre todo personalmente el cambio que cada uno tiene que realizar. Volcarnos a la fe, a la oración, a la adoración y saber que Jesús es el centro de nuestra vida y que María siempre nos lleva a él».

«Que este signo extraordinario, que es una bendición, una gracia, un regalo, como me dice la gente, es también un llamado profundo a vivir nuestra fe con mucha seriedad y a seguir caminando juntos. Los invito a todos a que podamos unirnos en oración en estos momentos», finaliza el Padre Rausch.