Lucía Barrera murió de la forma más infame: sola, dieciocho apuñalada aplicadas con saña.
Su cuerpo fue descubierto el jueves, en su casa de calle Ameghino, dos días después de haber sido asesinada.
Era una chica trans que habitaba los bordes de la ciudad, esos bordes donde la discriminación a diario va de la mano del espanto.
«Era una compañera que estaba atravesada por una situación de extrema vulnerabilidad. El Estado no había podido paliar ni siquiera mínimamente su situación», dice Keili González, una activista del colectivo LGBT, militante de la Izquierda, una chica que fue a la ceremonia de promoción en 5° año de su escuela, la Normal Antonio Sagarna, de Nogoyá, vestida de chica cuando aún no existía la Ley de Identidad de Género.
«La visibilización de nuestra problemática es una herramienta política clave. Es la etapa en la que estamos. La visibilización como herramienta, como primer paso para poner en la agenda emocional de la sociedad toda nuestra problemática. A veces vemos que la sociedad parece no querer tener responsabilidad en lo que nos sucede», agrega.
Keili González habló este viernes con el programa Informales de Radio Costa Paraná 88.1 y demandó, con urgencia, respuestas, acompañamiento, sensibilización para el colectivo trava-trans. «Las travestis no podemos acceder a servicios públicos mínimos, llámese salud, vivienda, el mercado laboral o educación. Pero no solamente eso, sino que también hay todo un sistema cultural que nos impide saltar esa barrera, y nos empuja a los márgenes, a la clandestinidad, a la desidia, a la precarizacíon en la cual nos encontramos. Yo soy una de las travas que está en una situación de privilegio, y desde ese posicionamiento lo que hago es volcarlo a la militancia y al activismos. Todo el mundo sabe: soy una militante de hace muchos años, y sé lo que viví en la extrema vulnerabilidad, en la pobreza absoluta, muchas veces sin encontrar horizonte», asegura.
Entonces, Keili González traza un escenario desolador: dice que el 95% de la comunidad tavesti-trans en la provincia ejerce la prostitución. «Ahora, en Paraná, se ha dado el cupo laboral. Hay seis compañeras trabajando en el Municipio, y eso lo podemos celebrar y abrazarlas por esa conquista. Logramos adquirir este derecho del cupo laboral como una herramienta de inclusión en el sistema. Estamos luchando en Nogoyá y en Victoria para que también se dé el cupo laboral, y para que eso sea una realidad. Pero esta situación -el travesticidio de Lucía Barrera, NdelR- pone nuevamente en el tapete la problemática por la cual estamos atravesadas. Y acá tiene gran responsabilidad la Justicia. Hay denuncias en el Poder Judicial por la violencia que padecemos. Pero no hay respuesta. Por eso digo que hay responsabilidad de parte del Estado, en este caso del Poder Judicial que no toma nuestra problemática como una problemática de interés», indica.
En su visión, «el Estado ha omitido históricamente nuestras problemáticas. El Estado no genera puentes para que podamos acceder al sistema laboral formal. No es casualidad que tengamos un promedio de vida de 32 años y una expectativa de 35 años. Hay cosas que hay que revertir. Esto tiene que ver con la empatía y la sensibilidad. Las travas no podemos estar solamente para decorar las rutas, en el sentido de la prostitución como único generador de recursos. Somos capaces de generar otras cosas. Pero pedimos trato igualitario. A nosotros se nos sobreexige, y no tengo dudas de que cuando por fin accedan las compañeras a un trabajo formal, se les va a exigir el doble para que permanezcan. Las travas en un 95% ejercen la prostitución y viven en un estado anarco absoluto. Por eso, decimos que insertarse en un mercado laboral formal es todo un desafío para compañeras que lo único que pueden hacer ahora es estar en situación de prostitución hasta las 6 de la mañana, dormir hasta las 4 de la tarde, y aprontarse para salir nuevamente a la noche».
Saltar el cerco, entiende Keili, también tiene sus costos. «Nos quieren moldear, nos quieren a su forma, y sin gritar, y nosotras lo que queremos es que nuestra problemática entre en la agenda social y creemos que eso es posible», entiende.
Pero no es la única batalla para dar. También las travas buscan su lugar en el feminismo, y también ahí encuentran ciertas resistencia. «Queremos combatir ese feminismo elitista -dice Keili González-, ese feminismo ovárico, que creemos que se puede revertir. Queremos un movimiento transfeminista, que sea de barrio, que sea orillero, que contemple la realidad de las negras, la realidad de las travas, de quienes venimos de los sectores más vulnerables. Eso es posible dejando de lado las egolatrías».
Después, también fustiga lo que entiende como rol descolorido del Área Provincial de Políticas de Identidad de Género y Diversidad Sexual de Entre Ríos, a cargo de Alejandra Elcura, organismo de reciente creación en el ámbito del Ministerio de Gobierno. «No han llevado adelante política públicas de inclusión. Si han intentado tareas de sensibilización, esas tareas han sido un fracaso -asegura-. Desde que asumió la funcionaria, ya tenemos dos muertas. No puede ser que esto pase. Hay una omisión total y absoluta del Estado. Bien que para los actos las compañeras engrosan las filas de manifestantes, pero después omiten la responsabilidad en darles atención».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.