Oculta detrás de un cañaveral, la mansión de Quirós ofrece la última resistencia a la destrucción total. Ya no queda casi nada. Apenas algunas de las paredes derruidas por el moho, el pozo del viejo aljibe y escombros. Muchos escombros. El pintor de la Patria pretendía otro destino para el lugar donde se conectó profundamente con su tierra y la naturaleza.
La residencia está protegida por decreto municipal.
Es apenas un túnel entre las cañas. Hay que bajar la cabeza y esquivar los obstáculos del ramaje. Una vez adentro, en una suerte de bóveda natural conformada por decenas de árboles y en especial por un ombú añoso, las viejas ruinas se presentan como una escenografía cinematográfica.
Un rayo de luz se filtra entre el espeso follaje y destapa el centro de lo que queda: paredes carcomidas por la humedad, ladrillos, tejas y escombros diseminados por el suelo. No mucho más. Está la estructura saqueada de la casa, ya sin techo ni escaleras. Se ve que tuvo un segundo piso, vigas de madera, un patio con adornos de material y un baño con azulejos claros. En el patio existió un aljibe, del que ahora queda un pozo de unos 30 metros, que alberga una buena cantidad de ratas. En el fondo también hay una abertura que comunica a un sótano por demás tenebroso en este contexto.
Todo lo que se pudieron llevar, ya se lo llevaron, incluso picando cuidadosamente las paredes para sacar los caños.
La imagen parece mentira. Es una mansión destruida y abandonada detrás de un cañaveral. Pero no es sólo eso: es la mansión de Cesáreo Bernaldo de Quirós, el pintor de la patria. Y, en efecto, fue arrasada.
DESTINO . La casa está a unos mil metros del Centro Mariápolis, frente a una granja y rodeada de trigales. Cesáreo Bernaldo de Quirós la compró en 1938, algún tiempo después de instalarse en la ciudad, más precisamente en la casona de Puerto Viejo. Quirós compró, concretamente, un predio de 260 hectáreas, con un amplio parque sobre el río donde “encuentra la tranquilidad de conectarse con la naturaleza que tanto anhelaba”, revela Ignacio Gutiérrez Saldivar en el libro Quirós.
En El Mojón, como nombró a su estancia, el pintor emprendió una nueva etapa de su vida y de su forma de vincularse con el arte y con el mundo. Así lo afirma Gutiérrez Saldivar y recuerda las frecuentes tertulias donde acudían, entre otros, el padre Dobler, Oscar Reula, los Nux y los Aranguren.
En ese rincón alejado, Quirós planeó además un espacio definitivo para sus obras, ya como legado para las generaciones siguientes, para su pueblo.
“Si el gran pintor realiza su aspiración, como lo deseamos íntimamente, Paraná tendrá un nuevo parque y un museo que lo honrará como su artista eximo honra el país”, se publicó en EL DIARIO.
El destino de la residencia de Quirós, sin embargo, fue el olvido a secas.
PROTEGIDA . La familia del pintor vendió la propiedad con todas sus hectáreas y si bien desde la Municipalidad hubo una intención de adquirir el predio para realizar un homenaje al artista, nunca se llegó a concretar.
El 11 de abril de 1995 la residencia de Cesáreo Bernaldo de Quirós fue declarada de interés municipal entre otros 49 edificios de Paraná. De esta manera quedaba sujeto al programa de Preservación Cultural, Histórico, Monumental, Arquitectónico y Urbanístico de la ciudad y debía ser preservado en su totalidad. La casa, claro, ya está completamente destruida.
“Lo que tuvimos y no supimos conservar” se llamó la muestra de pasteles producida por Augusto Nux, tal vez una de las mejores maneras de aproximarse a lo que fue El Mojón. Se trata de más de media docena de obras que reflejan nítidamente el lugar que deslumbró, entre otros, al pintor Guillermo Roux, quien la definió como “un especie de lugar encantado”.
Yolanda Darrieux recuerda la casa como un lugar “más bien modesto, con algunas pretensiones” y en especial se queda con la amistad que unía a los Nux con el artista gualeyo. “En muchas ocasiones se ocupaban de dar una vuelta por la casa para ver como estaba, es más en una oportunidad Augusto y sus hermanos techaron el atelier de la casa de Quirós”.
Aún en la actualidad, cualquier visitante puede reconocer el lugar exacto donde el artista concebía sus obras detectando una abertura extraña, por lo angosta y larga. Quirós había pergeñado esa hendidura vertical justamente para sacar las obras que no cabían por la puerta.
La ventana todavía sigue allí, a pesar de todo.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora