Vengo de participar de un encuentro sobre una experiencia de reverdecer o restauración del monte-bosque nativo en el borde del desierto africano de Niger.

Resulta ser una aventura maravillosa que está posibilitando la recuperación del monte y bosque nativo en una superficie de millones de hectáreas, con la potencialidad de expandirse como una cultura de respeto a los tiempos de la naturaleza, sus semillas nativas y sus raíces vivas, creatividad nacida desde las comunidades locales, de una luminosidad y esperanza fantástica.

Existen bosques subterráneos que ignoramos. Persiste y resiste un vivero de flora nativa a muy poca profundidad de la superficie de la tierra que está viva y que aún puede volver a ser, a  tener entidad de sabia, flor y madera, de sauce, algarrobo, espinillo, ceibo, curupí, palma carandai,  de todo nuestro monte nativo en la Mesopotamia Argentina, por ejemplo.

Es el vivero más fantástico y natural de la existencia, está allí y se llama madre tierra.

Solo necesitamos dejarla ser, no regarla con venenos, en particular los bordes generosos de los arroyos, riachos, ríos. Lograr liberar a los bosques subterráneos en sus corredores biológicos básicos y esenciales para los reinos de vida, para su propia restauración, para su renacimiento, y porque no, para su resurrección, así tener mas claro aún, que estamos ya matando todo lo que no sea soja, maíz, algodón, etc, transgénico. Y esto es un ecocidio.

Debemos convencer a la autoridad política de que podemos reconstruir los bosques subterráneos ( http://www.agriculturesnetwork.org/magazines/global/scaling-up-and-sustaining-the-gains/regreening-the-sahel-the-success-of-natural-tree ) abrazando nuevamente el ciclo del agua con sus ríos voladores (http://alianzasistema.org/2013/?p=2573 ), dos conceptos científicos cargados de poesía, y que para aplicarlos se necesita la Ley y las convicciones de la política que construye para las mayorías y a su único y exclusivo servicio, ni mas, ni menos. (Artículos 83. 85 de la Constitución de Entre Ríos, entre otros).

No se necesita casi recursos monetarios, se necesita determinar, consensuar los territorios a delimitar para  dejar que la vida vuelva desde los bosques subterráneos a ser posibilitada, a ser liberada.

Debemos escuchar los gritos de la tierra, sus bosques hoy quemados, barridos de la faz de este mundo que se dice  «civilizado». Están latentes, en sus venas, en sus semillas, desde el fondo profundo de la vida, desde nuestros viejos y las generaciones por venir, esperando su liberación. De esta generación depende.

 

Jorge Daneri

Abogado

Fundación M´Biguá, Ciudadanía y Justicia Ambiental

Paraná, Argentina.