La Escuela N° 82 Estanislao López está en un punto del mapa de Entre Ríos que hay que encontrar con mucho esfuerzo: el centro geográfico que ocupa está en la Colonia 21 del Distrito Chiqueros, a 17 kilómetros de Maciá. Esos 17 kilómetros se dividen así: 12 son de ripio, algo estropeado, y los 5 kilómetros restantes son de tierra, de modo que cuando llueve –en 2016 hubo lluvias durante todo abril—no hay forma de llegar.

En días de lluvia, no hay clases. En 2016, dice Mabel Fabro, única docente de la Escuela Estanislao López,  “salí el 30 de marzo y recién pude volver a entrar para estar con mis alumnos el 2 de mayo”. En medio, aplican recuperatorios de un modo ingenioso: en sitios donde las señales de celular llegan con cuentagotas, el whatsapp se convierte en la herramienta a la que los docentes echan mano para mantener a sus alumnos activos, con tarea en la casa. Todo llega por mensaje de whastapp, y así se aprende, así se enseña cuando los caminos resultan intransitables para llegar al aula.

Mabel Fabro tiene 25 años de docente, y más de una década en escuelas rurales. En el departamento Nogoyá, enumera, el 80% de las escuelas primarias son del ámbito rural, y de ese 80%, el 50% están localizadas en sitios de difícil acceso, donde las lluvias hacen estragos en los caminos y obligan a la suspensión de las clases. Un día de esos, cuando llueve, y las rutas son un lodazal, los docentes de la jurisdicción hacen base en la escuela más próxima al camino de ripio, aunque aun así deben andar 1 kilómetro por camino de tierra: así, arremangándose los pantalones, poniéndose botas, o directamente en patas, llegan hasta la Escuela N° 84 Cristóbal Colón.

Los docentes hacen trámite por una cuestión burocrática: para cumplir con el horario. Los alumnos de sus escuelas, en esos días, se quedan sin clase, y a veces, con tareas vía whatsapp.

Mabel Fabro ha llegado a caballo, arriba de un tractor y hasta en moto cuando los caminos resultan imposibles para los autos. Sabe que los chicos en el campo pierden más días por lluvia que por paro, y por eso cuando hay paros docentes, no siempre se suma.

Tiene una mirada crítica hacia los gobernantes y los dirigentes sindicales. Hizo paro la primera semana de clases, pero después decidió volver a la escuela. “Generalmente, no hacemos los paros porque en este tipo de escuelas se pierden muchísimos días por el mal estado de los caminos y el clima. El año pasado perdimos un mes de clases, y entonces los docentes debemos implementar nuestros propios mecanismos de recuperatorios, con el teléfono, o con la ayuda de los padres, que no siempre está.  Armamos cuadernillos y los llenamos de actividades para los días de lluvia –dice–. Además, en estas escuelas el docente tiene que hacer muchas otras cosas. El mandado a los vecinos, llevar a un chico al médico, encargarse de organizar la forma de que el chico no pierdas días por lluvias”.

Después, habla de los olvidos.

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“La situación que atravesamos nosotros no le importa mucho a la dirigencia, ni a los gobernantes ni a la dirigencia sindical. ¿Vio esa foto? –dice, y señala de un modo peculiar una foto posteada en Facebook–. Bueno, los tres que aparecemos somos maestros de escuelas de personal único, de escuelas muy chiquitas del departamento Nogoyá. Cuando llueve, y hay barro, cumplimos nuestro horario en la escuela más próxima al ripio, en este caso la que está a un kilómetro. Para llegar a mi escuela, tengo 12 kilómetros de ripio y 5 de tierra. Esos kilómetros de tierra, cada vez que hay barro, los hago a caballo, en tractor, caminando. He utilizado todos los medios de transporte. Hasta en moto he entrado a la escuela”.

Hay una docente cuya escuela está a 10 kilómetro por camino de tierra desde el ripio. Es un lugar casi inaccesible. Los arroyos crecen y cortan el camino. Los vecinos quedan aislados. Otra colega tiene 20 kilómetros de camino de tierra, detalla Mabel. Aunque si los caminos de tierra están malos, los de ripio, pomposamente denominados “de la producción”, están en problemas también. “El camino de ripio que une Maciá con Viale tiene carencia de mantenimiento absoluta. Especialmente, el tramo que va de Maciá a Crucesitas Octava, unos 20 kilómetros. Tiene un estado de abandono terrible. Han rellenado sectores con broza, pero se han hecho pantanos en el ripio. A tal punto que nosotros hemos quedado empantanados en el ripio a bordo de una Ranger de tracción simple”, resalta.

Los caminos son un tema –el arroyo Durazno suele aguar cualquier intento de cruzarlo en vehículo: en días de lluvia se desborda—pero también hay un asunto serio con los edificios escolares. “Es mucho el abandono que sufrimos en el centro de la provincia. Además de los caminos, están las condiciones edilicias de las escuelas –resalta–. Desde 2012 estoy gestionando mejoras. Y la escuela se me cae en la cabeza. Está todo deteriorado. A tal punto es así que por una puerta que tenía un agujero he tenido visitantes: iguanas, zorrinos, y hasta una yarará en el aula. No es solo el abandono en los caminos sino un abandono absoluto en lo que es la parte edilicia”.

En medio de todo eso, seguirá dando clases, a pesar de los paros.

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.