Hace cuatro meses que el agua está firme, dentro de media docena de casas que parecen haber quedado plantadas en medio de una laguna que ocupa la parte de una calle Bravard, frente al Camping del Thompson de Paraná. Una está habitada: los moradores tuvieron que mudarse a la planta alta con muebles y enseres del negocio que tenían en el sector de abajo. Salen de la casa a través de un sendero armado por ellos con pallets y bolsas de arena. Y haciendo equilibrio, con el agua a los costados, caminan hasta pisar suelo firme, en una de las calles internas del camping.
Se respira, por momentos, un olor similar al de los líquidos cloacales y atrás de las casas, el arroyo Las Viejas aparece con agua hasta el tope. En el lugar, tantas veces poblado por visitantes en tiempos normales, permanece vacío, en medio de un silencio extremo y la humedad está impregnada en todas partes. Son apenas las cinco de la tarde de este miércoles, y el cielo encapotado vuelve más gris el panorama, más oscuro. Enfrente, un sector de parrillas está bajo agua y el edificio del camping parece haber sido alcanzado por el borde, al igual que un tractor que aparenta haber quedado listo para salir cuando avanzó la creciente.
Una ventana abierta con la cortina corrida, un sofá color naranja desvencijado en la entrada de un garage, planteras sobre una mesa de jardín darían cuenta de que el avance del agua sorprendió a los ocupantes de las viviendas, ubicadas a metros de una de las zonas considerada residencial. Gladis Muñoz es una de las vecinas que debió abandonar la casa de apuro, el 23 de diciembre pasado. Dice que pudieron salvar las heladeras con la ayuda de los bomberos, ya que tenían un pequeño quiosco, y el resto quedó a merced del agua y de los robos.
“El ropero se desarmó, se hizo pedazos, por el agua y la semana pasada, tuve que meterme al arroyo para rescatar el inodoro que me lo estaban llevando”, detalla Gladis, al dar cuenta del nivel de las pérdidas sufridas en su hogar. La vecina junto a su esposo y su cuñada se mudaron a una casa aledaña, que se mantiene a salvo del agua. Gladis agradece porque el dueño de esa propiedad, donde funcionaba un comedor, les prestó la vivienda hasta que todo vuelva a la normalidad. El problema es que no saben cuándo va a suceder eso y tampoco, cómo van a hacer para reinstalarse siendo que han perdido gran parte de sus cosas. Hasta los platos, los cubiertos y el baño, describe Gladis, quien comenta que hace unos días fue a su casa a buscar una parrilla y vio que el agua se movía y, enseguida, salió una persona corriendo. “No nos dejan nada: el agua rompe todo y el resto, se lo llevan. Hasta nos estaban desarmando el baño”, afirma, entristecida. Ella trabaja unas pocas horas como empleada doméstica y el esposo es sereno y dice, que viven de eso, más las ventas producidas en un quiosco modesto. Pero el movimiento en el Thompson cayó estrepitosamente a partir de semejante inundación y, como ejemplo, cuenta que durante este miércoles lleva vendida sólo una cerveza.
El tramo de la calle Bravard que linda con las viviendas inundadas permanece cortada casi al llegar al agua, señalizada sólo con un montículo de ramas. Por eso, es habitual que lleguen los autos hasta ahí y que deban dar la vuelta o cortar camino subiéndose a la traza paralela. Los vecinos de ese sector no tienen luz porque el servicio domiciliario fue interrumpido para evitar riesgos, al igual que el alumbrado público. Según explican, las dos casas habitadas de esa línea acceden a energía eléctrica gracias a que les prestan vecinos de la zona. “De noche, es todo oscuridad”, ilustra Gladis, quien describe que hace once años que vive en ese lugar, en la casa ocupada por el agua, y que también es de prestado. De acuerdo a los vecinos, hay casas que se habitaban los fines de semana y otras donde había moradores permanentes. Falta luz y sobran bichos: aseveran que hay víboras en el agua, y entre las casas, peces y tortugas.
Por último, Gladis se anima y dice que necesita ayuda, que no sabe cómo va a volver a armar su casa, con qué muebles, cómo comprar lo que les falta. En definitiva, expresa la incertidumbre y la angustia de no saber cómo volver a empezar. Se trata de un sentimiento que por estas horas atormenta a tantos cientos de personas en Paraná, la provincia y el país, víctimas del temporal, la creciente y la pobreza.
Marta Marozzini.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.