Por Luis Fernández (*)

 

 

El anuncio del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) del 23 de noviembre de 2018 sumó un logro o cumplió una nueva etapa en el camino al precipicio de pauperización colectiva.

Ese abismo social insondable que propone el reaccionario modelo socioeconómico reinante, ese que se expresa cada día en las medidas del Gobierno nacional y sus correlatos provinciales. Ese que ha llevado al salario de un maestro,  al final de su carrera, por debajo de la Línea de Pobreza; hoy el anuncio estadístico da cuenta que en el mes de octubre, la Canasta Básica Total para una Familia Tipo 2 (varón de 35 años, mujer de 31 años, hijo de 6 años, hija de 8 años) cuesta $ 24.241,17. En contraposición, un maestro, con 25 años de antigüedad, percibió en octubre, un monto aproximado a los $ 24.014.

Es decir que sobre esta realidad se estructuran los éxitos de la gestión de Estado, aquellos que permiten al Gobierno provincial anunciar, con apoyo de propios y opositores, el logro de dibujar, perdón, elaborar un Presupuesto 2019 con superávit. Un contrasentido en sí mismo, en tanto que el pueblo argentino y entrerriano atraviesa uno de los procesos de empobrecimiento más profundos, de los diversos que cíclicamente lo azotan.

En ese contexto, el Estado anuncia estos “éxitos”.

Para dar una idea de totalidad de este tipo de logros gubernativos, se puede mencionar que un maestro que recién se inicia en la carrera educativa cobra un sueldo aproximado a los $ 14.100. Aproximadamente cobra un 41,5 % de lo que indica la línea de pobreza, menos de la mitad.

Sin embargo esa joven o ese joven, que comienza su camino pedagógico, podría aspirar a que con el 120 % de antigüedad como indica la escala docente, vea compensada su digna labor a lo largo de sus años activos, pero tampoco es así. Si esto se concretara, un maestro con 25 años de antigüedad, con 120 % de antigüedad, tendría que cobrar $ 31.182. Sin embargo apenas llega a los $ 24.000,00. También este recorte de la antigüedad, ha sido fruto de los “éxitos” de otras gestiones.

Si hiciéramos un ejercicio retrospectivo, respecto a cómo evolucionó el sueldo de un maestro en estos últimos años, podríamos decir que un docente con 10 años de  antigüedad, en febrero de 2016 cobraba un sueldo de $ 9.601,95, equivalente a la CBT Flia Tipo 2, que en ese momento trepaba a los $ 9.350,50. En poco más de dos años y medio, se ha provocado el ostensible deterioro salarial que las cifras comparativas reflejan con las estadísticas de hoy en día.

Mientras el Gobierno ofrece su “máximo” esfuerzo económico en cada instancia de conciliación, celebra su superávit presupuestario de ajuste, y las observaciones legislativas solo se circunscriben a los recursos de las cámaras, sin importar lo que ocurre con los recursos de otras áreas. En tanto esto sucede, la licuación salarial sigue su inexorable camino de empobrecimiento, en donde los datos auguran que la caída libre todavía tendrá un largo recorrido. Una muestra de ello son los siguientes parámetros: el dólar, entre octubre 2017 y 2018, se devaluó un 103 %,  la inflación mayorista interanual a fines de octubre es de 76,6 %, por su parte la inflación minorista interanual en el mismo lapso fue del 45,9, y la recomposición salarial a fines de octubre era apenas de un 22 %.

Una lógica consecuencia de esta propuesta de pobreza magistral.

 

 

(*) Luis Fernández es docente. Rector de la Escuela Nº 29 María Agustina Bezzi, de Concepción del Uruguay.