El hambre, claro, no sabe de cuarentenas obligatorias. Y por eso el comedor comunitario de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, del barrio La Floresta, sigue trabajando: entrega 160 viandas, de lunes a viernes.
La continuidad es consecuencia de la necesidad: el comedor está enclavado en una de las zonas más pobres de la ciudad. A sus espaldas está el Volcadero, y un puñado de barrios donde hay familias en situación de mucha vulnerabilidad.
El cura Ricardo López, párroco de Guadalupe, lo cuenta así:»Nosotros seguimos igual, pero le pedimos a la gente que tome distancia cuando viene a buscar sus viandas».
El trabajo de asistencia social no se reduce solamente a entregar aquellas 160 viandas de comida cada día. También, dice el sacerdote, «estamos conteniendo a unos 29 familias con chicos desnutridos y damos bolsones a 20 madres embarazadas».
La distribución de la ayuda alimentaria se da «según la necesidad», y con la prioridad de evitar que la gente se desplace por el barrio.
Y en el marco de una estrechez que los asfixia: el comedor y la ayuda social funcionan en base, primordialmente, a las donaciones de particulares; el Estado colabora también, pero en menor proporción.
«Por ahora -dice el cura López- tenemos mercadería, pero se va poner difícil si la gente no sale. El 70 % de la ayuda viene de la gente que dona. El 30%, viene de la Dirección de Comedores de la Provincia. Tenemos un aporte de $54.000 por mes. Pero nuestro gasto asciende a $230.000 por mes».
Ahora, el sacerdote de Guadalupe reza. Reza para que la ayuda no se corte, y el comedor comunitario pueda continuar. «Estoy rezando para que no se corten las donaciones, porque no só cómo vamos a hacer para seguir si esa ayuda no está», dice.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.