Sergio Decuyper es paranaense pero hace veinte años emigró: ahora vive en España. El viaje, de algún modo, fue una excusa para exorcizar el horror: fue abusado cuando tenía 6 años por su tío paterno, el cura José Francisco Decuyper, un hombre que ahora tiene 85 años, padece Alzheimer, y está alojado en el Hogar Sacerdotal Jesús Buen Pastor, ubicado en calle Italia al 400.
«Fui consciente de mi abuso recién el año pasado. El psiquiatra me dijo que el trauma estaba encapsulado y se despertó. Tuve que medicarme. Fue horrible», dice ahora, mientras transita el largo camino hacia la sanación después del espanto. «Mi abusador es el sacerdote José Decuyper, tiene más de 80 años, es mi tío, tiene Alzheimer….está en una residencia ahí en Paraná…es mayor, fui a verlo el año pasado. No me reconoció: fue muy duro», cuenta.
El bloque de silencio que fue construyendo a su alrededor ahora se rompió y en ese quiebre está ahora Sergio Decuyper. Fue a plantear su caso en forma personal a la Iglesia, en Roma, y allí soportó un desdén frío y profundo. Su próximo paso es ir a la Justicia: ya tiene resuelto hacer la denuncia penal. Será en horas. Denunciará a su tío sacerdote por abusador.
Tiene el apoyo de su exesposa y de sus dos hijos, aunque el encono de una parte de su familia, que cree que mejor no: que mejor dejar todo en el olvido. Silenciado.
-Lo tenías olvidado. ¿Cómo ocurrió que tomaste conciencia de todo lo que pasaste?
-Fue un día que estuve en una casa de retiro espiritual: sentí el mismo olor a humedad que había en la casa de campo de mis abuelos donde mi tío abusó de mí, en la zona de Puiggari. Fue como un sueño. Llegaba hasta la puerta del baño donde me abusó. El año pasado esa puerta se abrió.

Corrió ese velo y todo lo que fue encontrando le puso su mundo patas arriba y a él, en sesiones de terapia, con ayuda psiquiátrica: un rompecabezas al que fue preciso armar por partes.
Por estos días está lidiando con el enojo de otros que no comprenden lo profundo del dolor que arrastra.
Y por eso escribió una carta. Esa carta tiene destinatarios precisos, y un objetivo: contar lo que vivió siendo un niño.
«Queridos papá y mamá, lo que me hizo el tío José no es culpa de ustedes. Entiendo que les cueste este paso de denuncia que hago porque la sociedad en la que ustedes viven ahí los va a juzgar. Pero esta denuncia nos hace nobles, fuertes y nos llena de salud. Esa sociedad marcadamente religiosa y católica ve en mi denuncia el escándalo, mi denuncia pone en manifiesto la tragedia del Amor mal explicado, de la sexualidad mal orientada, del miedo absurdo en el que nos han enseñado a vivir allí. No es tu culpa papá, no es tu culpa mamá. El tío José, mi abusador, escondió su enfermedad dentro de esa forma de religión mal estructurada y vivida. El tío José también es víctima de esa religión, y forma de vida, del barrio Gazzano, de Paraná en los años 80 y 90…¿y de ahora?», dice el texto que Sergio Decuyper compartió con Entre Ríos Ahora.
La carta es el primer paso para hacer visible el abuso. Y es previa a la presentación de la denuncia en la Justicia.
«Denuncio a mi abusador que está viejo y enfermo. Mi primer gran error fue pensar que al perdonarlo de corazón debía callar. Ese fue mi primer gran error. Mi segundo gran error fue acudir al Papa Francisco dándole ese poder sobrenatural que pensamos que él tiene y darme cuenta ahora que es como yo, una persona limitada y que comete errores», escribió.
«Perdonar es reparar el daño. Y si ahora mi abusador está enfermo, tendrá que responder la institución a la pertenece -plantea-. Mi único objetivo es que se repare el daño y busquemos a otras posibles víctimas. Y que esas victimas no tengan miedo a ser discriminadas».
La foja de servicios del cura José Francisco Decuyper dice que nació en Béligica el 26 de abril de 1935 y que se ordenó sacerdote en Paraná el 5 de marzo de 1966. Aquí fue párroco de Santa Ana, delegado episcopal de Educación; integrante de la Comisión Episcopal de las Misiones; asesor espiritual de la Policía Federal; asesor del Movimiento de Encuentro Matrimonial; integró el consejo presbiteral -una especie de gabinete del obispo-; fue asesor de la Renovación Carismática Católica; y administrador del Seminario Nuestra Señora del Cenáculo entre 1968 y 1976.
Fue, además, abusador de su sobrino,Sergio Decuyper.
Ahora Sergio Decuyper se pregunta por qué no lo denunció, por qué eligió perdonar, callar el abuso. Quizá quiso evitar lo que irremediablemente iba a suceder: que no le crean, que le pidan que mejor no, que está viejo, y ahora para qué, ya no va a abusar de nadie, y para qué el escándalo.
«El escándalo es que te hayan pedido que calles», dice en su carta.
En esa carta dice muchas otras cosas. Como esto: «Siempre hay que denunciar penalmente. Siempre. Es lo primero que hay que hacer. No debería existir el derecho canónico en temas de abuso sexual. Y si un obispo se entera, debería denunciar siempre. Ahora esa responsabilidad recae solo en la víctima, la victima debe decidir si denuncia. La victima pasa momentos malos de salud, la victima muchas veces no tiene fuerzas y salud. Se cuida al abusador, su presunción de inocencia, su salud y se deja a la victima sola. Es un error».
La Iglesia ya tiene tres curas condenados por abuso y corrupción menores: Juan Diego Escobar Gaviria, en 2017; Justo José Ilarraz, en 2018; y Marcelino Ricardo Moya, en 2019.
Ahora, un nuevo miembro del cura quedará envuelto en una denuncia penal por corrupción de menores: José Francisco Decuyper.
Te Pregunto by
Ricardo Leguizamón
De la Redacción de Entre Ríos Ahora