Gustavo Horisberger, párroco de San Miguel, se alarma por dos hechos que lo tocan a diario: la asistencia a 80 personas en situación de calle que acuden al único comedor que funciona en la ciudad a mediodía, y los constantes casos de intentos de suicidio que llegan a la Guardia del Hospital San Martín, donde es capellán.

«A mí me duele en el corazón tener que decir que me alegro por tener un comedor. Cuando uno lo piensa mas fríamente, es un dolor tener que alimentar a una persona en un comedor, una persona que podría tener un lugar en su familia, con sus hermanos, con los hijos. Es dolorosísimo tener que pensar que uno se alegra por dar un plato de comida a 80 personas casi diariamente», dice el sacerdote.

Luego, plantea un pensamiento en voz alta: la posibilidad de que los cristianos se asuman en una posición de ayuda a los necesitados.

«Nos acostumbramos a ver fácilmente esa pobreza. Gracias a Dios, la gente nos ayuda. Pero hay carencias a nuestro alrededor -observa-. Hay gente que camina a las 7 de la mañana por la ciudad pero que ni siquiera puede mirar a la persona que pasa al lado. Va con la cabeza puesta en el trabajo, y no se da cuenta de la presencia del otro. Eso nos va empobreciendo, una pobreza que va más allá de lo material».

Luego, profundiza: «Nos acostumbramos a vivir tanto para nosotros mismos que no vemos caminar al que viene. Si nos fijamos, lo que hacemos es desviar inmediatamente la mirada. Hemos asumido ese estilo y cuando se vive así uno se empieza a empobrecer humanamente».

Entonces, habla de «vacío», esa experiencia por la que transitan muchos jóvenes, los más jóvenes.

Entonces, suma otra realidad. «Me impresiona la cantidad de jóvenes que semanalmente entran a la Guardia del Hospital San Martín por haber atentado contra su vida», señala. «Los casos empiezan a los 16 años, que  es la edad en la que deben ir al hospital, y llega a los 35 años. De 40 años no he encontrado ningún caso. Yo a los 35 años me quería devorar la vida, tenía muchos proyectos, y ver esa realidad, esa pobreza que tiene el corazón de esa personas, que tienen que tomar esa decisión, eso es una gran pobreza», sostiene.

Puiggari nombró al cura de San Miguel como nuevo capellán del Hospital San Martín

 

Tiene una mirada esperanzada del mundo y de las personas. «Siempre uno quiere mirar con esperanza la vida», completa. Y rechaza las visiones «cortoplacistas».

Pero da números que impactan: a diario acuden al comedor comunitario de la parroquia San Miguel 80 personas en situación de calle. Y esa asistencia se nutre de la solidaridad de personas que aportan para servir la comida cada día.

«Mi familia, en la parroquia, me obliga a tener que alimentar 80 hijos, a los  que hay que darles de comer, yeso  nos pesa en el bolsillo. Casi todos los días 80 personas», plantea.

De gastar de $30 mil a $35 mil por día ahora gastan un promedio de $75 mil para elaborar un plato de comida.

«Todo nos cuesta. Gracias a Dios la gente es muy generosa, y ayuda», concluye.

 

 

 

De la Redacción de Entre Ríos Ahora