El mural está ahí, a un costado del edificio del Consejo de Educación, sobre calle Laprida. Pero Julio López no está. El 18 de septiembre se cumplieron diez años de su segunda desaparición, ahora en democracia. Desde entonces, nada se sabe de su paradero. Fue testigo clave en el juicio contra el genocida Miguel Etchecolatz. «López sobrevivió a los campos de exterminio, aguantó silenciar sus recuerdos por años a pesar de que lo atormentaban, hasta que tomó coraje para enfrentar a sus verdugos junto a los demás sobrevivientes, que lo fueron rodeando de la contención necesaria para armar el rompecabezas de datos y detalles que había en su cabeza –escribió Adriana Meyer en La Izquierda Diario–. Sin embargo, las bandas de sicarios del terrorismo de Estado aún activas quisieron demostraron su poder, marcar la cancha y, para eso, lo eligieron como blanco, allí en las afueras de La Plata, vulnerable, a pocas horas de la primera sentencia por genocidio en un juicio de lesa humanidad».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.