“No hay clima”, dice un remisero, que duda entre ir o no ir.
El clima es el clima que rodea cada año a la Fiesta de Disfraces, ese megaespectáculo que tiene cabida en Paraná pero con el que Paraná tiene una relación de histeriqueo permanente.
La Fiesta de Disfraces le ha dado un lugar en el calendario turístico de cada año a la ciudad, pero en la ciudad usualmente todos quieren hacerse la América porque la Fiesta de Disfraces es un espectáculo al que la gente viene a gastar.
Pero estábamos con que no hay clima.
Un remisero me dice esa frase. Y me dice también que duda entre ir o no ir.
Julián Abramor, que es uno de los organizadores de la Fiesta de Disfraces, me dice que cada año es una aventura la Fiesta de Disfraces: que cada año batallan contra todo para que todo se dé tal cual lo programan.
“Siempre desafiamos eso: que los planetas estén alineados”, dice, a modo de explicación de la logística organizativa que está detrás.
Estén alineados o no, este domingo se hará la edición 2016 de la Fiesta de Disfraces. Y se hará en ese predio ubicado en el Acceso Norte donde está todo ya casi montado de forma completa.
¿Gana el interés de Paraná, de los paranaenses?
“No hay estadísticas de una consultora. Pero salta a la vista: a los argentinos nos gusta disfrazarnos. Quizás es por eso que la fiesta de disfraces más grande de Latinoamérica es en Argentina. Precisamente en Paraná, este domingo. Los organizadores y la Municipalidad de esa ciudad esperan más de 50 mil disfrazados de Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Córdoba, Buenos Aires y países limítrofes. El operativo de seguridad pondrá en juego a 1.000 efectivos.”, publicó Clarín, dos días atrás, al dar cuenta del fenómeno.
Por alguna razón –abulia, ninguneo, desinterés, o esa patológica manía de bombardear toda idea que surge y que tiene éxito– la ciudad no acompaña el fenómeno: la Fiesta de Disfraces es eso, un fenómeno, pero primero es un espectáculo grandioso.
Durante la administración de la exintendenta Blanca Osuna se instaló el eslogan “Paraná se disfraza”.
Y, con fórceps, Paraná se disfrazó.
El edificio de la Municipalidad apareció disfrazado, se disfrazaron los dependientes en los comercios, y los escaparates parecían una puesta en escena de algo bueno que sucedería.
¿Y ahora?
Ahora no hay sintonía fina.
Algo extraño sucede.
Es como si Paraná mirase por arriba del hombro a esos señores de treinta y pico a quienes todo el mundo insiste en llamar “los chicos de la Fiesta de Disfraces”.
Esos “chicos”, entonces, desde 1999 regentean un fenómeno que ahora, casi dos décadas después, es un gran negocio, un gran espectáculo, un gran atractivo.
Los organizadores hacen lo de todos los años: un show grandísimo.
Habrá, el domingo, en el predio que se termina de montar en el Acceso Norte, bailarines, fuegos artificiales, bandas, DJ, luces, muchas luces, mucha puesta en escena, una organización prusiana.
Raro: no hay ningún cartel, ningún pasacalle, ninguna lámina que hable de la Fiesta de Disfraces.
Hay sólo carteles de los organizadores, y un pasacalle de otra época colgado en un hotel céntrico, con el eslogan de la edición pasada. En realidad, estaba. Apareció un día, y después ya no estuvo más.
Pero los hoteles tienen capacidad colmada –la capacidad de los hoteles de la ciudad se colma rápido—y la venta de entradas, aunque no tiene el vértigo de años anteriores, deja a los organizadores conformes.
¿Y a Paraná? ¿Qué pasa con Paraná y la Fiesta de Disfraces?

Ricardo Leguizamón
De la Redacción de Entre Ríos Ahora
En Twitter: @ricleguizamon