Ahora es instructor de payamédicos.
Pero antes, Eduardo «Mano de Acero» Schneider fue boxeador, y antes de ser boxeador, fue futbolista, y antes de ser todo eso, carnicero: trabajaba en la carnicería de su familia.
En el 90 fue arquero de la cuarta división de San Lorenzo de Almagro y actuó en 22 oportunidades en la Reserva.
Y en 2000, con 28 años, se probó en el boxeo, con una rutina de monje de clausura: a las 7 empezaba a trabajar en la carnicería junto con su padre en la calle Racedo y Pascual Palma. Pero su día empezaba antes, a las 5, con trote y carrera. Después de la carnicería, a la siesta, seguía el entrenamiento, y a las 20, cuando cerraba el negocio, vuelta al gimnasio.
Hasta 1999, fue titular en Sportivo Urquiza, y llegó a jugar en el Torneo Argentino B. Ese año descubrió por accidente que era bueno para el boxeo.
Ahora está retirado de todo eso.
Eduardo Schneider es payamédico y también instructor de payamédicos.
-Payamédico es una persona que está preparada para abordar las emociones. Nosotros intentamos llegar a la persona, acercarnos, y con una terapia complementaria intentamos ser un puente emocional para llegar a esa persona que está detenida en un lugar al cual no está acostumbrada.
-¿Desde cuándo payamédico?
-Yo soy uno de los payamédicos fundacionales. Desde 2011 estoy en esto. Además, soy formador de payamédicos. Con Cristian Yeri, formamos en toda la provincia y fuimos los primeros en Entre Ríos. La primera etapa fue poder hacer ver, hacer notar a la gente de los hospitales qué éramos, qué hacíamos, que no éramos payasos que íbamos a hacer reír, sino personas con una base filosófica y una ética profesional. Nuestra tarea es encontrar en el otro que está en un hospital esa parte que está sana, y tratamos de potenciarla.
Victoria Salomón, es psicóloga y payamédica.
-Mi búsqueda fue por ese lado, a partir de mi profesión. Estudiando psicología, me interesé por algo más que la terapia en el diván, la clásica imagen en el consultorio. Siempre estuve buscando por el lado del psicodrama, criticando el modelo médico hegemónico. Finalmente, este año me di la oportunidad de incorporarme a payamédicos. Y cambió mi perspectiva. Una cosa es lo que uno piensa que es payamédico y otra cosa es entrar adentro.
Eduardo Schneider, fundador y formador de payamédicos en Entre Ríos, sostiene: «Nosotros tenemos la capacidad de ser agentes de sorpresa. Y esa sorpresa genera amplitud».
Y que su objetivo en cada hospital al que van es que la persona encuentre ese lado sano. «Hay una parte que está sana, que no es reconocida, porque la persona está envuelta en todo el padecer. Y cuando el paya le pide que mueva esa otra parte, aparece una emoción diferente. Eso hace que todo el ambiente se vista de una situación diferente», asegura.
-¿Cómo es incorporarse a payamédicos?
-Nosotros con Cristian somos formadores a nivel provincial. Generamos una convocatoria en todas las ciudades. Los requisitos que pedimos es que la persona sea mayor de edad, que tenga el secundario terminado, y venir con ímpetu de querer dar algo al otro. Nosotros canalizamos esa búsqueda en los parámetros que rige nuestra ONG. El curso consta de dos etapas. Primero, «paya teatralidad». Con Cristian, nos encargamos de sacar todas las estructuras, y empezamos a darle todo lo que es el material lúdico, del teatro, y esto de poder encontrarse con su lado más puro, inocente. Y desde ahí permitirse salir del ridículo, eliminar el ridículo. Cuando entienden que son capaces de hacer cosas copadas, y que otro lo recibe, está hecho el trabajo.
Victoria Salomón dice que «ser payamédica es una filosofía de vida, y eso te atraviesa».
Actualmente, en la provincia hay más de 500 payamédicos distribuidos en las distintas ciudades, y en Paraná, alrededor de 150, cifra que va fluctuando. Jueves y viernes, concurren al Hospital San Roque; los sábados, al Hospital San Martín, y casi siempre en domingo, visitan los geriátricos.
«No solamente formamos payamédicos -dice Schneider-, sino que le damos a la persona una mirada diferente de la vida. Algunos se incorporan a payamédicos, y otros no. Pero después de venir al curso, tu vida cambia igual, tu perspectiva es diferente. Reconoces que sos un ser completo y que tenes más de lo que crees de sano».
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.