La Caja de Jubilaciones y Pensiones de Entre Ríos otorgó el beneficio de la pensión a una mujer que por varios años convivió con el cura Carlos Emilio Barón, muerto en 2014.
Barón, además de sacerdote, fue empleado del Estado, por su doble función de docente y ademásn capellá del Hospital Fidanza, de Colonia Ensayo.
El titular de la Caja, Daniel Elías, dijo que el Estado actuó siguiendo la normativa vigente, sin considerar el credo del fallecido, ni juzgar la relación de pareja que mantuvo con la mujer que resultó la beneficiaria de la pensión.
“Nosotros lo que hicimos fue aplicar la ley. La persona cumplió con lo que establece la ley para acceder a una pensión, y esa pensión se le fue otorgada. Lo demás es un tema que escapa al Estado”, subrayó Elías.
La historia se conoció a través del sitio www.elentrerios.com

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El cura Carlos Emilio Barón murió el domingo 22 de junio de 2014.
A su misa exequial fueron el arzobispo Juan Alberto Puiggari y el cardenal Estanislao Karlic. Pero además, muchos fieles que formaron parte de los grupos juveniles que Barón cobijó mientras estuvo en la Parroquia Sagrado Corazón.
En la primera fila durante el sepelio de sus restos, estaba la mujer que convivió con el sacerdote en los últimos años, y que lo hizo con “espíritu marital”, tal el requisito que exige la Caja de Jubilaciones para otorgar el beneficio de la pensión.
A la muerte del sacerdote, la mujer inició los trámites en la Caja de Jubilaciones y Pensiones de Entre Ríos para acceder a la pensión.
Barón fue empleado del Estado, y aportante a la Caja por su labor como docente y como capellán del Hospital Fidanza.

Casi todos los hospitales públicos de Entre Ríos cuentan con la figura de capellán, que forma parte de su plantilla de empleados. En el Hospital San Martín, por ejemplo, está Luis Anaya, quien fuera decano de la Facultad Teresa de Ávila de la Universidad Católica Argentina (UCA). También cuentan con capellanes las cárceles que dependen del Servicio Penitenciario de Entre Ríos; y la Policía. En esta última fuerza, el cargo de jefe de la División Capellanía Policial, lo ejerce, con el rango de comisario mayor, el canciller de la curia, el sacerdote Hernán Quijano.

A través de la resolución N° 4.558, del 27 de noviembre de 2014, la Caja de Jubilaciones y Pensiones de Entre Ríos reconoció el beneficio de pensión para SSR, la mujer que convivió con el cura Barón hasta la muerte de éste, en junio de 2014.

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En vida, y como empleado del Estado, el cura aportó a la Caja, por lo que a su muerte sobrevino el pago de la pensión a quien demostró “convivencia marital”, según la reglamentación interna del organismo.

SSR demostró el vínculo de convivencia con Barón mediante diversas pruebas. Entre ellas testimoniales y documentales, como por ejemplo bienes adquiridos en común, como vehículos. Según fuentes de la Caja de Jubilaciones, la prueba acumulada demostraba el vínculo de convivencia de modo indubitable.
Desde luego que el organismo previsional aplicó, para otorgar el beneficio el derecho público local que rige en materia de jubilaciones y pensiones, esto es el texto de la Ley 8.732, en particular artículo 52°, inciso b) que otorga derechos al conviviente siempre que se acredite que la convivencia haya sido por un término mínimo de cinco años.

La pensión, dice la ley, le corresponde a la persona “con quien el causante hubiese vivido públicamente en aparente matrimonio”.

La ley, además, no hace distinción de sexo, con lo cual la pensión podría ser reclamada en caso de convivientes de distinto sexo o del mismo sexo. De hecho, en la Caja de Jubilaciones y Pensiones ya han otorgado pensiones al sobreviviente de parejas de un mismo sexo, aunque en este caso no se trata de miembros del clero.

“Aún antes de la Ley de Matrimonio Igualitario, nuestra legislación ya lo permitía, porque no hace de distinción sexo en el caso del conviviente”, dicen en el organismo previsional.

¿Pero qué tipo de convivencia marca la ley?

La convivencia debe ser con “espíritu marital”, esa es la interpretación que el área legal de la Caja de Jubilaciones hace de ese apartado de la legislación.

¿Por qué esta convivencia marital?

“Sin involucrarnos en la intimidad de las personas, y el Estado no tiene por qué involucrarse en eso, en averiguar la vida sexual de nadie, sí se ha fijado como criterio jurídico que esa convivencia tiene que tener espíritu marital, en el sentido de ser fundadora de un núcleo familiar –dicen desde la Caja, sin distinguir si la pareja es de distinto sexo o de igual sexo—. Esta convivencia debe generar la codependencia de los componentes. Ahí nace el derecho de pensión. La pensión no es para una relación de amistad, por más que hayan convivido, aunque sea por una necesidad terapéutica de alguno de los dos. La ley habla de convivencia de cinco años, y le agregamos, nosotros, al interpretar la ley, que esa convivencia debe tener espíritu marital, fundacional de un núcleo familiar”.

Pero antes de otorgar la pensión a un conviviente, la ley exige “pruebas”. ¿Qué pruebas debió presentar la mujer que convivió con el cura Barón?

“Las pruebas que se necesitan para probar la convivencia marital no están taxativamente establecidas en la ley. Pero la ley nos deja indicios –explican en la Caja de Jubilaciones y Pensiones-. El primero, pruebas por escrito, esto es documentación que acredite una convivencia y que descarte que no se trate de una sociedad comercial, que no sea sociedad de hecho o que no sean simplemente amigos. Debe ser una convivencia con espíritu marital, sin interesarnos si la relación es sexuada o asexuada, con fines procreativos o no. Y entre esa documentación que se exige, es la compra de bienes en común, también la existencia de deudas en común, de actividades recreativas en común, que uno enfrente gastos de enfermedad del otro, que los domicilios son coincidentes. Eso es prueba de convivencia. Y todas esas pruebas fueron presentadas en este caso y por eso se otorgó el beneficio de la pensión”.

Barón había nacido el 1º de julio de 1952 en Crespo, y era el cuarto de cuatro hermanos entre los cuales fue el único que abrazó la vocación religiosa.

Antes de recalar como capellán del Hospital Fidanza, párroco de la capilla San Javier, en Colonia Ensayo, doce años atrás, había conocido distintos destinos pastorales: las parroquias Sagrado Corazón, Fátima, Santa Lucía, San Miguel, todas en Paraná.

En 2002, en una entrevista publicada por El Diario, Barón, un sacerdote muy relevante en Paraná, contó de sus primeros años de formación en el Seminario y de las divisiones que entonces empezaron a asomar en la Iglesia Católica.

“Fueron momentos muy bravos. En ese tiempo y frente a esos cambios que se vivían, el Seminario de Paraná se volvió muy cerrado, lindando con el lefevrismo (N de la R: alude a Marcel Lefevre, el arzobispo francés que pretendió establecer un cisma en la Iglesia Católica, disconforme con los cambios que introdujo el Concilio Vaticano II). Y otros conformaron la congregación del Verbo Encarnado, y se trasladaron a Mendoza”, recordó.

Y contó de sus diferencias con uno de los formadores del ala derecha del Seminario, el exTacuara Alberto Ezcurra Uriburu. “Teníamos diferencias abismales con él. Pero a nivel intelectual siempre me respetó, y yo siempre le dije lo que pensaba y no por eso me persiguió. En cambio, otros sí me persiguieron, como (el jesuita Alfredo) Saenz, como el mismo rector (del Seminario Silvestre) Paul. Nosotros queríamos hacer un sacerdocio de pueblo, de promoción del hombre, y en eso nos diferenciábamos bastante de ellos”, contó.

Pero luego de un largo trabajo pastoral, terminó sus días en el exleprosario de Fidanza, distanciado del cardenal Estanislao Karlic, y sin mucho trato con el arzobispo Juan Alberto Puiggari.

Hay quienes dicen, además, que concluyó sus días sin el acompañamiento de buena parte del clero.

Ricardo Leguizamón
Publicado en El Entre Ríos.