Había un ambiente cálido, de recogimiento. La cita había sido hecha para las 19, pero recién media hora después el cura José «Pepe» Di Paola, coordinador de la Comisión Nacional de la Pastoral de Adicciones y Drogadependencia del Episcopado, vestido con un pantalón estilo cargo y una campera con el escudo de Huracán, se paró y les dijo a todos que, más allá del credo que cada uno profesera, quería decir una oración por otro cura, el tucumano Juan Viroche.
La charla tenía un nombre inconfundible: «Al encuentro del hermano dolido», y fue organizada por la ONG Generación Francisco, en el Club Universitario. El padre «Pepe» vino a hablar de drogas, consumo y narcotráfico y de qué modo ese cóctel se mezcla en las barriadas más pobres, en las villas del Gran Buenos Aires. Pero antes se ocupó de recordar al cura Viroche. Y con un dato inquietante: todavía no está claro si el cura tucumano se mató o fue asesinado.
«Este luchador tucumano, que murió por la mafia, y sirviendo a los más pobres, con un compromiso de cada día –dijo el padre «Pepe»–. Nos intersea la autopisia, porque la mafia te puede pegar un tiro o te puede llevar a la muerte de otras formas».
Después, empezó con su disertación sobre el trabajo que la Iglesia lleva adelante en la asistencia y contención de adictos.

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«En Argentina, al problema de la drogadicción y el nartráfico lo mirábamos por televisión, pensando que nunca iba a llegar. Pero llegó y nos invadió. Hay 40 años en los que el narcotráfico se fue instalando en la Argentina. Esto es una realidad no solamente de los grandes centros urbanos, sino también en los pequeños pueblos», dijo.
Desde las parroquias, aseguró, «tenemos dos ejes, uno es la recuperación, y otro es la prevención».
Ese conocimiento parte del desarrollo territorial de la Iglesia, que está presente en todo el país.
«En las reuniones, nos hablan de que el crecimiento del consmo de droga es exponencial en las últimas dos décadas. Y eso hace que el trabajo es más dificil para el cura que está en una situacion de alta vulnerabilidad, sino dificil para la gente que trabaja en barrios de clase media o pequeños pueblos».
Después, hizo un diagnóstico lacerante. «Hay lugares donde hemos llegado tarde en esta invasión de la droga. Estamos con retraso en los grandes centros urbanos. Pero el interior tiene posibildades de oraganiarse, para poder darle una respuesta a los hicos y jovenes en prevencion y recuperacion», apuntó.
Entonces, fustigó a quienes proclaman la legalización de la droga. Y dio sus razones.
«Algunos dicen que la guerra contra las drogas está perdida. Primero, el termino guerra no me gusta», aseveró, y luego apuntó: «Pero hay que decir ue en la Argentina, en 40 años no se hizo nada, entonces no se puede hablar de guerra. Las proincias no tienen lugares donde recuperar chicos», indicó.
«Cuando nos quieren vender ese verso de que ya se hizo todo, ahora no queda más que legalizar. nosotros no entramos en esa. Como curas de las villas, decimos que primero hay que trabajar en serio, donde los chicos puedan crecer sanamente, y aquellos que cayeron en la adiccion, tener la posibilidad cierta de recuperacon, que hasta ahora el país no ha brindado», alertó el padre «Pepe».
En ese orden de ideas, aseveró: «Se habla del respeto a la libertad. muchos dicen que hay que liberar, que cada uno tiene que ser responsable. Pero claro, después le van a caer al chico cuando, después de consumir, vaya a robar y lo agarre la policia. Entonces, el Estado, en vez de atenderlo cuando hacía falta, se va a preocupar en qué penal ubicarlo a ese chico».
Fue más allá en ese plante y fustigó: «Cuando se habla , liviamente de la legalización, se piensa en un chico de clase acomodada, que se fuma un porro en la Universidad. Pero el verdadero progresisata es aquel que piensa con un pie en la Universidad y otro en el barrio, donde el consumo de porr lleva a consumo problemático, como es el consumo del paco, o la mezcla de pastillas con alcohol, que lleva la muerte, sea porque matan, sea porque son muertos en las balaceras».

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.