Por Silvio Méndez (*)

 

A propósito del episodio que involucra al presidente Javier Milei en una estafa virtual con una pseudo criptomoneda, sus repercusiones y tratamiento mediático, algunas precisiones imprescindibles sobre el periodismo, un oficio en repliegue.

La promoción del presidente Javier Milei, a través de su perfil oficial en la red social “X” de un esquema Ponzi de estafa piramidal virtual denominado $Libra –una criptomoneda es otra cosa–, lo ha llevado a involucrarse en un hecho institucional grave. La Cámara de Senadores de Nación, por el requisito que demanda una mayoría especial, decidió no investigar el caso. Este último episodio se ha sumado a una serie de hechos de carácter escandaloso y vergonzante por el tratamiento del suceso que tienen al primer mandatario como protagonista. Los medios de comunicación, a través de redes sociales, foros de conversación y programas periodísticos, son escenarios donde se conversa y se comenta lo sucedido. Usualmente un “tema” de esta relevancia amerita un tratamiento periodístico, con los procedimientos y convenciones conocidas e instaladas para la búsqueda de conocer cómo se sucedieron los hechos fehacientemente. Pero no, todo parece haberse ido a la banquina.

El periodismo como oficio, como un trabajo, con ciertas reglas de estilo y sus prácticas profesionales es una actividad en retirada por diversas razones. Los cambios de los modelos de producción de la información, su circulación y consumo, la incorporación de tecnologías vinculadas a internet, la metamorfosis en las audiencias que asumen protagonismo como generadoras de información, los nuevos modelos de negocios y un largo etcétera. Por estas –y otras complejas transformaciones–, se puede sostener que este ámbito se ha contraído. Por un lado, concentrándose, en el caso de las empresas y, por otro, precarizándose, como sucede en pymes y cuenta propistas. En fin, estas son las condiciones. El error sería que este escenario cambiante nos lleve a pensar que los esperpentos que estamos viendo por estos días en medios de alcance nacional nos hagan pensar por un momento que forman parte del ecosistema periodístico.

El caso $Libra y sus distintas derivaciones son fenómenos paradigmáticos de cómo se nos presenta narrada la realidad como un esperpento, grotesca y deformada a la vez, enlodando el terrenal oficio. Asistimos así al episodio de la visita a Casa Rosada de un equipo de TN, uno de los canales de TV por cable con mayor alcance en el país, en el que un conductor vestido de traje y corbata, en pose de periodista, pacta una entrevista con el Presidente. De esta escena se filtra en un momento que el principal asesor presidencial corta la grabación cuando hay algo que entiende puede perjudicar a su jefe, y ordena continuar, pero ya sin ese fragmento. Trasciende esto por el “crudo”, el material sin editar que se publica en el canal de YouTube del medio, quedando en evidencia que se trataba de un intercambio condicionado y negociado. La secuencia continúa, cuando, al quedar al desnudo la puesta en escena, el “entrevistador” hace su descargo acusando a tres ex colegas que lo criticaron (no da nombres) de recibir “sobres” con dinero de forma subrepticia para apoyar a un candidato a presidente. Esto es esperpéntico; periodismo es otra cosa.

En otra de las líneas narrativas del Caso $Libra, una conductora de un programa de una de las radios que supo ser de las más prestigiosas, pareja del ministro de Defensa de la Nación, cuenta que tres fuentes de las terrazas del poder le aseguraron que en el entorno presidencial se reciben coimas para poder llegar a los oídos de Milei, tal como sostienen una de las hipótesis sobre el origen de la estafa con $Libra. Lo dice a sabiendas que maneja información privilegiada, en una maniobra de alguien con intereses explícitos; periodismo es otra cosa. En continuidad con este capítulo, el conductor de un importante canal de streaming, un mimado por la gestión del Ejecutivo nacional, le responde a esta señora que habló por radio. El ex cronista deportivo y ahora empresario, alude que la pareja de la conductora podría estar involucrada con retornos por la compra millonaria de aviones de combate de segunda mano que realizó el Estado argentino, según él desprende tras consultar a tres ministros de la Nación. Eso acá, como en la más remota provincia de la China se conoce como “operación” de desprestigio con tráfico de información; periodismo es otra cosa.

 

En la intemperie

De acuerdo a la investigación “Situación del periodismo local en la Argentina” realizada por el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) al 2023, un 25% de las empresas periodísticas relevadas en Entre Ríos contaban con empleados en relación de dependencia, frente a la media del 33,4% en el país. Lo que prima, se “exteriorizó”, es que un 28% tiene “periodistas monotributistas”; un 17,9%, “cuentapropistas” y el 16,4% “admitió que las retribuciones son ‘pagadas’ mediante comisiones publicitarias o venta de espacios (por ejemplo, minutos de aire en la radio o bloques en programas de televisión). Estas modalidades frecuentes de vinculación laboral, que están emparentadas con el pluriempleo y ponen en duda la posibilidad de mantener voces críticas, contrastan con las respuestas que lograron las pasantías y los contratos por tiempo limitado. El 3,8% de los medios expresaron que incorporan pasantes y el 9,3%, que hacen contrataciones por períodos fijos”.

Según se desprende del trabajo del Foro, “los periodistas que no logran acceder al régimen de asalariados registrados permanecen en limbos difíciles de descifrar”. En su encuesta de empresas y emprendimientos, Fopea también dio cuenta que “los vínculos laborales entre periodistas y medios refleja que escasean las seguridades en general. El modelo de dependencia de una empresa o institución comienza a volverse inaccesible, y en su lugar emerge el paradigma del periodista emprendedor, que se abraza a las nuevas tecnologías para crear medios ‘unipersonales’, donde el dueño se ocupa en simultáneo de la administración y del periodismo”.

A este panorama nacional se puede agregar que en Entre Ríos, la agremiación o sindicalización del trabajo está desarticulada. Mientras el Sindicato de Prensa con personería jurídica está en manos de personas que no ejercen el oficio y se dedican a usufructuar el sello institucional de forma poco clara, el otro gremio que se encuentra bajo la órbita de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (Fatpren) no cuenta con el reconocimiento oficial pese a ser solicitado a las autoridades nacionales desde hace al menos siete años y carece de asociados con relación de dependencia, tal como lo exige el vetusto estatuto de la entidad sindical madre. Así las cosas, y a duras penas, el periodismo subsiste, como un oficio, un trabajo, una chamba, tal y cual las pautas del género. Desbordados por una realidad que se presenta como un esperpento, sometidos por los relatos pseudo periodísticos de propios, extraños y milicias digitales, es necesario plantear, casi como un alegato de supervivencia, que Jonatan Viale, Cristina Pérez, Alejandro Fantino, y sus émulos, también vernáculos, podrán llevar a cabo tareas de acólitos, voceros e influencers tal vez; periodismo es otra cosa.

 

(*) Periodista; editor del sitio ERA Verde.