Por Viviana Mac Dougall (*)

El lobo, ya sin piel de cordero, ese que se creyó e hizo creer a muchas ovejas que era Dios y es el mismísimo diablo, ese que sigue en silencio –y si bien el silencio es bueno, muchas veces tambien es bueno romperlo, gritando como lo han hecho sus víctimas de abuso y tantas víctimas de sus maltratos y falsas acusaciones–, ese lobo debe dar muchas explicaciones.
Lo de los abusos a niños y adolescentes es lo primero que debe explicar, porque nadie vuelve de semejante ultraje. Pero también sobre los innumerables maltratos a niños y grandes, sobre las acusaciones, sobre los negocios y sus testaferros.
Sigue en silencio ante la Justicia, pero operando y manipulando a sus impresentables ovejas, esas que desesperadamente sacaron cosas de la casa parroquial, esas que se han adueñado de la misma, esos que buscaban a una de las víctimas en una misa de niños, esos que lloran y bendicen pero en realidad están maldiciendo a muchos compañeros de viaje del excura de Lucas González, Juan Diego Escobar Gaviria, a Colombia.
Desde que llegó a este pueblo, nunca dejó de viajar y llevar una vida poco austera. No todos estuvimos dormidos ni lo estamos. El excura sigue actuando como el mismo diablo, impunemente. Un foráneo que, en definitiva, nadie conoce pero muchos defienden y operan destruyendo a las verdaderas vícimas.
Hace ya casi doce años de su llegada, y no ha parado de actuar con una maldad que es propia de un manipulador perverso. Lamentablemente, Lucas González está y ha estado en manos de verdaderos manipuladores enfermos de poder, tanto en lo político como en lo esclesiastico; muchos de los primeros, socios del cura abusador.

(*) Periodista de Lucas González.