Las medidas del Gobierno Nacional, ya más cerca de cumplir un año al frente de la gestión, todavía compiten y, muchas veces pierden, en repercusión y alcance con el destape de la herencia y sus consecuencias judiciales. La corrupción fue y es el tema de 2016.
De un momento a otro, se precipitó una suerte de amanecer masivo, con ojos de lo más abiertos, observando desorbitados la consecución de casos espectaculares. Uno atrás de otro. Los medios de comunicación que padecieron el kirchnerismo se tomaron revancha, pero el Gobierno que se fue, la verdad, dejó la escena preparada y las luces encendidas. El robo se vio, se televisó y a ese espectáculo no hay con que darle. ¿Quién puede contra los bolsos de López o el recuento de billetes en La Rosadita?
En la provincia de Entre Ríos, a poco más de diez meses del cambio de gestión, la escena difiere en algunos aspectos. Contra los pronósticos más desconfiados, tal vez por el efecto de una ola esclarecedora o nada más porque resultaba engorroso ignorar semejante elefante, la Justicia entrerriana ha avanzado y por diferentes carriles en investigaciones contra funcionarios del gobierno de Sergio Urribarri y, especialmente, contra el exgobernador.
En algunos casos con más celeridad, en otros con demasiada lentitud, la Justicia investiga la corrupción urribarrista, a veces proporcionalmente más escandalosa que la observada y difundida con mucha repercusión a nivel nacional.
El acuerdo que investiga la Justicia entre el Estado provincial y la Cámara de la Construcción durante la Cumbre de Presidentes del Mercosur es la expresión más acabada y fulminante de la cartelización: en la provincia dirigida por Urribarri, la obra pública para la Cumbre, con todos sus detalles la resolvió Marizza-Szczech y Cía.
Aquí no se vieron los bolsos de López y si bien Lázaro Báez también tuvo su parte en obra pública, hubo otros mucho más beneficiados, con sobreprecios que se estiman en más de un 60% y obras que nunca se terminaron y se pagaron a precios siderales.
En Entre Ríos en nada más que cinco días un expediente saltó por todos los organismos de control, para que el Estado pudiera contratar a la empresa de Facundo De Vido y Jorge «Corcho» Rodríguez, Nelly Enterteinment, por 28 millones de pesos, para hacer cinco spots sobre el sueño de Urribarri y pasarlos como gasto de la Cumbre de Presidentes. De la misma billetera, salió el dinero para instalar un parador en Mar del Plata.
El escándalo, sin embargo, no retumba. No tiene mayor eco. No está en la tapa de los diarios. No se habla en las radios, tampoco los partidos políticos se meten demasiado en el asunto. La gestión que se fue se postula como la más denunciada en la historia democrática de la provincia por casos de corrupción, pero eso no genera mayor revuelo.
Sí, está ahí, incómoda para el oficialismo, pero también incómoda para la oposición, incómoda para la Justicia, incómoda para los medios de comunicación. ¿Por qué?
El análisis más sencillo diría que al seguir el mismo partido al frente del Gobierno, al existir de algún modo una continuidad, el ruido se amortigua. El poder se encarga, con sus herramientas, de morigerar los efectos de lo que pasó.
Gustavo Bordet, sin embargo, no parece ocupado en usar su influencia para frenar, controlar o influir en los avances judiciales y, muchos menos, las denuncias periodísticas que tienen de blanco a la gestión anterior. En rigor, se ve, lo ocupa otro tema: terminar de desactivar la bomba que dejó Urribarri en las cuentas provinciales.
Si el poder estatal no es el que se interpone ¿por qué en Entre Ríos no retumba ni avergüenza la gravedad de lo ocurrido? ¿Por qué hacemos como si no pasó gran cosa? ¿Por qué políticamente no se ven consecuencias más claras? ¿Por qué no nos da tanto asco acá, la corrupción que si nos da náuseas allá?
Se pueden ensayar distintas respuestas. Una de ellas, me parece, es que todos los poderes del Estado y también una parte importante del sector privado, tuvo presencia, participación o, al menos, conocimiento de lo que pasaba. No dijeron nada antes, en consecuencia ahora el señalamiento es tímido, menguado, porque también alguien puede venir a decir, a decirte: ¿Y vos qué hiciste mientras esta gente se llevaba una tajada de la provincia?
Julián Stoppello
De la Redacción de Entre Ríos Ahora