«Gracias Monseñor por su presencia entre nosotros, su cercanía y pastoreo constante. Lo queremos mucho y rezamos por usted!»
El último día de diciembre de 2020, a las 18,36, en la página de Facebook de la Residencia Sacerdotal Jesús Buen Pastor, que hasta 2020 estuvo a cargo de la congregación de religiosas Siervas de la Divina Providencia, en Italia al 400, de Paraná, se subieron fotos de la celebración de fin de año entre los curas ya retirados de la vida activa acompañados del arzobispo Juan Alberto Puiggari.
Entre los comensales que estaban sentados en una misma mesa estaba el cura José Francisco Decuyper, denunciado en la Justicia por abusos por su sobrino Sergio Decuyper. Entre las fotos que posteó la Residencia Jesús Buen Pastor está una en la que se ve a Puiggari apoyar su brazo en la espalda de Decuyper. Muy cerca, el nuevo responsable de esa institución, el cura Luis Alfredo Anaya, sobrino de Jorge Isaac Anaya, el representante de la Marina que integró la tercera Junta Militar de la última dictadura.

El cura José Francisco Decuyper fue denunciado el sábado 19 de septiembre de 2020 en la Justicia por abuso sexual. Lo denunció su sobrino, Sergio Decuyper, ante los fiscales Leandro Dato y Fernanda Ruffatti, de la Unidad Fiscal de Violencia de Género y Abuso Sexual del Poder Judicial.
Durante más de una hora y media contó, vía Skype, desde Vitoria-Gasteiz, en el País Vasco, donde vive desde octubre de 2019, cómo ocurrió el abuso, siendo un niño, en la casa de sus abuelos, en Puiggari, de qué modo se silenció el delito, y cuál fue el destrato que recibió de la Iglesia de Roma cuando viajó a entrevistare con el papa Francisco para ponerlo al corriente de las tropelías cometidas por uno de los suyos.
Decuyper, considerado el «padre fundador» de la Escuela Privada N° 116 San Joaquín, nacido en Halle, Bélgica, el 26 de abril de 1935, el segundo de ocho hermanos, ordenado sacerdote el 10 de marzo de 1966 en Paraná, por años párroco en Santa Ana y Virgen de la Medalla Milagrosa, en Paraná, pero también con destino en General Ramírez y Las Cuevas, en el departamento Diamante, desde 2004 está alojado en el hogar sacerdotal Jesús Buen Pastor.
Su sobrino Sergio Decuyper conoció de él el lado más oscuro. Pero le llevó muchos años poder salir de esa oscuridad. Primero se lo contó a sus padres. Por carta.

«Queridos papá y mamá, lo que me hizo el tío José no es culpa de ustedes. Entiendo que les cueste este paso de denuncia que hago, porque la sociedad en la que ustedes viven ahí los va a juzgar. Pero esta denuncia nos hace nobles, fuertes y nos llena de salud. Esa sociedad marcadamente religiosa y católica ve en mi denuncia el escándalo, mi denuncia pone en manifiesto la tragedia del Amor mal explicado, de la sexualidad mal orientada, del miedo absurdo en el que nos han enseñado a vivir allí. No es tu culpa papá, no es tu culpa mamá. El tío José, mi abusador, escondió su enfermedad dentro de esa forma de religión mal estructurada y vivida. El tío José también es víctima de esa religión, y forma de vida, del barrio Gazzano, de Paraná en los años 80 y 90…¿y de ahora?».
Sergio Decuyper, 42 años, primero escribió esa carta a sus padres para ponerlos al tanto de los pasos que estaba dispuesto a dar. No esperó comprensión ni acompañamiento: sólo buscó dar el siguiente paso sobre terreno firme. «Siento el cansancio de todos los años», dijo unos minutos antes de prendar la cámara de su computadora y ponerse en comunicación con los fiscales de Paraná. «Conté el hecho de mi abuso y toda mi historia -relató luego-. Les hablé de lo que intenté hacer en la Iglesia con la denuncia a mi tío, y todo el sufrimiento de los últimos meses».
Antes de denunciar en la Justicia, Sergio Decuyper grabó un video. En ese video pide que si hay víctimas de los abusos de su tío, se presenten en la Justicia, denuncien. «Mi ilusión es que no haya más víctimas y que yo hay sido el único caso puntual de este abuso. Pero, bueno, estoy preocupado. Y si por ahí hay otra víctima, los animo a denunciar», plantea. «Esto lo hago por mi salud. Tenés que hacerlo por tu salud si vas a denunciar. Esto no se pasa solo. Tenés que pedir ayuda, hacer terapia», asegura.
En Entre Ríos han sido condenados tres miembros del clero por los delitos de abuso y corrupción de menores: Juan Diego Escobar Gaviria, en 2017; Justo José Ilarraz, en 2018; y Marcelino Ricardo Moya, en 2019.
También fue condenada una religiosa, Luisa Toledo, por privación ilegítima de la libertad en perjuicio de dos monjas del convento carmelita de Nogoyá. La condena le fue aplicada en julio de 2019 por el Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay: 3 años de prisión.
Y además hay una causa penal abierta en los Tribunales de Nogoyá al cura Hubeimar Alberto Rúa, que compartió estancia en la parroquia San Lucas Evangelista, de Lucas González, con el condenado Escobar Gaviria, son colombianos ambos, y abrevaban en la Cruzada del Espíritu Santo, la congregación religiosa que dirige Ignacio Peries.
Cuando no incurren en delitos gravísimos, los hombres de la Iglesia suelen transitar por terrenos escandalosos todo lo relativo a la sexualidad. En 2019 el párroco de San Ramón Nonato, de Nogoyá, Carlos Benavidez, fue sacado de urgencia de su función ante el escándalo que lo empezó a rodear: hombres que ventilaron los pedidos que les hacía a cambio de brindarles ayuda espiritual: llevárselos a la cama.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora
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