La celebración de los 200 años de la independencia del país “nos encuentra con dificultades serias que muestran que la gran familia de los argentinos está en riesgo y que la casa que compartimos puede resquebrajarse”.
La advertencia la hizo el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, al presidir esta mañana en la Iglesia Catedral el Tedeum por el Bicentenario, ceremonia de la que participaron, entre otros, el vicegobernador Adán Bahl y el intendente Sergio Varisco.
Durante la tradicional ceremonia del Tedeum (A ti Dios, en latín), Puiggari recordó los momentos del 9 de julio de 1816, y recordó a “aquella primera generación de argentinos, quienes interpretando un creciente sentimiento de libertad de los pueblos que representaban, asumieron la grave responsabilidad de encauzar los ideales americanistas”.
“Nos une hoy un sentimiento común, el de gratitud, por los bienes recibidos a lo largo de estos 200 años de nuestra historia y para pedir a Dios, por medio de Jesucristo, que los argentinos, todos juntos, podamos hacer de esta bendita tierra, una gran Nación justa y solidaria, abierta al Continente e integrada al mundo”, señaló.
Al respecto, subrayó: “Nuestros hombres de Tucumán tenían el deseo de una patria grande, a la que pensaron acogedora, cálida, respetuosa, capaz de albergar a tantos extranjeros que se fueron incorporando al ser nacional y sintieron en poco tiempo el orgullo de sentirse argentinos”.
Pero aclaró: “Sin embargo, este aniversario nos encuentra con dificultades serias que muestran que la gran familia de los argentinos está en riesgo y que la casa que compartimos puede resquebrajarse”.
Al respecto, recordó que “el principal de nuestros males es el desencuentro que no nos deja reconocernos como hermanos, a lo que sigue la corrupción generalizada, la plaga del narcotráfico y el descuido del medio ambiente”

“Todos estos males nos impiden mirar el futuro con esperanza porque con su prepotencia y avidez destruyen el proyecto de los débiles y oprime a los más pobres”, puntualizó.
Y reclamó a la dirigencia “un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común; que siempre priorice a la persona humana, que ha recibido de Dios mismo una incomparable e inalienable dignidad. Que nos ayude a recuperar el respeto por la vida en todas sus formas, la vida de cada persona en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural. Especialmente pienso hoy en la vida de los excluidos e indefensos, de los que más sufren en este momento. También en la vida de las familias, lugar afectivo en el que se generan los valores comunitarios más sólidos y se aprende a amar y a ser amado. Es la mejor escuela de virtudes cívicas”.

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.