No dijo ni una palabra del caso. No hizo referencia explícita ni directa.
Supo siempre qué debía decir y qué no. Pero en todo momento de su homilía sobrevoló el fantasma del caso que sacudió a María Grande: un sacerdote joven que dejó la vida de cura para asumir su responsabilidad de padre.
Un cura que en 2012 había sido ordenado ahí, en ese mismo lugar, la Iglesia Catedral de Paraná, y que había hecho los mismos votos que hicieron esos cinco nuevos curas que hoy se consagraron: obediencia, pobreza y castidad.
“No teman el sacrificio”, les dijo hoy el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari a los cinco diáconos que ordenó presbíteros en una ceremonia extensa que se desarrolló esta mañana en la Iglesia Catedral.
Pareció una sentencia dirigida a la situación que por estas horas se vive en María Grande, un pueblo ubicado a 65 kilómetros de Paraná, donde el vicario parroquial Miguel Ángel Oviedo, ordenado cura por el mismo Puiggari en 2012 en la Iglesia Catedral, anunció el miércoles que abandonaba el sacerdocio para convertirse en papá.
“No teman vivir de lo teologal. Hoy hay un peligroso naturalismo y psicologismo, que oscurece lo sobrenatural, que es la vida de fe, de esperanza, y de caridad. No teman el sacrificio, no teman el desprendimiento de ustedes mismos, descubran el valor, la importancia y la centralidad de Jesucristo, la cruz de Cristo”, les dijo Puiggari.
El arzobispo les reclamó a los nuevos sacerdotes una posición casi sobrenatural. “Al sacerdote de hoy se le pide que sea muy hombre. Tiene que dejar para otros la autocompasión, o el buscar la compasión de los otros”, les recomendó.
Puiggari presidió las ordenaciones presbiterales de los diáconos Horacio Correa, Rodrigo Badano, Marcelo Rueda, Ignacio Rodríguez y Darío González, quienes antes de estar frente al arzobispo realizaron su retiro en el Monasterio Benedictino Nuestra Señora del Paraná, en Aldea María Luisa.
Sin nombrar el caso del excura Oviedo, resaltó la importancia del celibato, del sacrificio y de vivir conforme los cánones de la Iglesia. “Piensen en la divinización de nuestro cuerpo”, les aconsejó.
“La vida de un sacerdote muestra su sello de autenticidad en el sufrimiento que es necesario padecer por el evangelio”, insistió Puiggari.
Al final, dijo: “Que Dios los bendiga. La situación actual exige sacerdotes santos, orantes, misioneros y misericordiosos. Dios bendiga a sus familias, a las comunidades parroquiales de origen, y a los que los han acompañado en esta última etapa”.
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.